¿Se puede morir de viejo? Ahora muchos médicos dicen que sí y el extraño caso del país donde es la tercera causa de muerte

Eutanasia
La vejez no figura entre la lista de las 10 principales causas de muerte a nivel global de la Organización Mundial de la Salud (OMS) - Créditos: @Shuterstock

TOKYO.— La semana pasada, cuando anunció que la Reina Isabel II había fallecido plácidamente a la edad de 96 años, el Palacio de Buckingham no informó las causas del deceso.

Al menos públicamente, nunca se informó que la reina sufriera de alguna enfermedad potencialmente fatal, pero las circunstancias de su muerte abonan un debate candente en la sociedad de Japón, una de las más longevas del mundo. Cuando una persona muy anciana muere sin un motivo obvio, ¿los médicos igualmente deberían intentar identificar la causa, o es aceptable decir que esa persona murió de vieja?

Y los médicos se inclinan cada vez más por esa última respuesta. El año pasado, la tercera causa de muerte más común en Japón fue el rōsui, una palabra que combina los caracteres de “deterioro” y “ancianidad”. El término suele traducirse como “morir de viejo”, y explica la causa de muerte de más de uno de cada diez japoneses, detrás del cáncer y de las enfermedades cardíacas.

“Hoy en día, si una persona tiene varias complicaciones médicas, pero es muy anciana, simplemente decimos que murió de vieja”, dice Akihisa Iguchi, gerontólogo y profesor emérito de la Universidad Nogoya. Las familias, dice Iguchi, suelen aceptar sin problemas esa explicación.

Iguchi señala que con el tiempo, el progresivo envejecimiento poblacional de Japón hará que el rōsui se convierta en la principal causa de muerte en el país.

El destino de la costa que sumó casas en alquiler y ya tiene una sorprendente demanda para el verano

Pero Japón es un caso aparte. La vejez no figura entre la lista de las 10 principales causas de muerte a nivel global de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ni en la lista equivalente que difunden los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, donde en 2020 los tres primeros puestos lo ocuparon las enfermedades cardíacas, el cáncer y el Covid-19.

Pero el debate excede lo estadístico. También atañen a las decisiones que enfrentan familiares y médicos cuando una persona muy mayor se vuelve frágil y el deterioro se acelera, tal vez por una sumatoria de dolencias que por separado no serían letales. Es entonces que hay que decidir hasta qué punto intervenir o qué tan invasivo debe ser el tratamiento de esas dolencias, para también garantizar el bienestar de la persona.

Poner el nombre de una enfermedad en un certificado de defunción —por ejemplo la neumonía, enfermedad frecuente entre los adultos mayores— de inmediato suscita dudas sobre lo que se hizo o pudo hacerse para tratarla. Morir de viejo, por el contrario, sugiere que el resultado era inevitable.

El Palacio de Buckingham no ha revelado cómo encaró la familia de la reina esas decisiones.

Pero en Japón muchos notaron que la reina siguió con sus actividades hasta caso el final, según las declaraciones del Palacio, y que murió plácidamente en su cama. En su última aparición pública, dos días antes de su muerte, la reina recibió sonriendo y de pie, apoyada en su bastón, a la flamante primera ministra del Reino Unido.

“No fue algo trágico, sino el término natural de la vida ―dice Kazuhiro Nagao, un médico de Japón especializado en cuidados paliativos—. Es el tipo de muerte que en Japón se consideraría ideal”.

¿Abuso del término?

Nagao dice que escribe los dos caracteres que componen la palabra rōsui en alrededor de la mitad de los 160 certificados de defunción que extiende anualmente.

De hecho, es la causa de muerte oficial de varias personalidades importantes de Japón, incluido Kazuo Inamori, fundador de Kyocera, que murió el mes pasado a los 90 años. Y en 2019, cuando falleció el exprimer ministro Yasuhiro Nakasone a los 101 años de edad, los medios de información locales citaron su “avanzada edad”.

Sin embargo, el posible abuso del término genera preocupación, especialmente si parece dar a entender que los médicos y el personal de salud no se ocupó de saber qué le pasaba a un paciente anciano o desistieron de administrarle un tratamiento que podría haberlo ayudado.

El manual de certificados de defunción del Ministerio de Salud de Japón resalta el color rojo que el rōsui solo puede ser consignado como causa de muerte cuando no puede especificarse ninguna otra causa.

Según el Ministerio, si un paciente anciano no puede tragar alimentos o bebidas debido al deterioro de la edad y desarrolla neumonía —un escenario bastante frecuente—, el certificado de defunción debe mencionar tanto la vejez como la neumonía, pero la causal de muerte debe registrarse como neumonía.

El doctor Iguchi tiene 78 años y dice que cuando era joven a sus colegas les parecía vergonzoso mencionar la vejez en los certificados de defunción, porque implicaba que no había podido identificar la causa subyacente, ya que la práctica médica occidental enseñaba que detrás de cada muerte debía existir alguna enfermedad. El doctor Nagao dice que algunos médicos, sobre todo en los hospitales universitarios, siguen evitando usar el término porque todavía no ha sido definido científicamente.

La Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS ha ido creciendo desde finales del siglo XIX y actualmente incluye 17.000 categorías diagnósticas, que los médicos también utilizan para identificar la causa de la muerte. La última versión de la lista, difundida en enero de este año, incluye por primera vez la vejez.

Tras recibir críticas de quienes consideraron que la inclusión del término estigmatizaba a las personas mayores dando a entender que se enfermaban automáticamente por el simple hecho de ser viejas, la OMS reemplazó el término por “disminución de la capacidad intrínseca asociada con el envejecimiento”.

Nagao dice que el rōsui no es una enfermedad, sino el fin natural de la vida. “Es parte de la cultura japonesa y también podría ser parte de la cultura universal”, dice.

(Traducción de Jaime Arrambide)

Por Miho Inada

The Wall Street Journal