Montan ofrenda para difuntos de población callejera que fueron llevados a la fosa común del Panteón de Dolores

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Poco a poco, algunas tumbas de la fosa común del Panteón Civil de Dolores, en la Ciudad de México, han pasado de tener cruces identificadas con folios a lucir los nombres y fotografías de quienes yacen en ellas.

Se trata de personas que llevaban tiempo siendo buscadas por sus seres queridos y que han sido encontradas entre los fallecidos sin nombre que entierran en el sitio, gracias al trabajo de la asociación civil El Caracol, la Comisión Nacional de Búsqueda y la alcaldía Miguel Hidalgo.

Para honrar la memoria de estas personas —cuyos cuerpos no han podido ser recuperados debido a las dificultades técnicas y legales para realizar la exhumación—, este año familiares, activistas y autoridades montaron una “ofrenda a los desconocidos, desaparecidos y olvidados”, y el pasado sábado develaron una placa con la que se intenta sensibilizar a los visitantes sobre la crisis forense en México, así como de la lucha por una vida y muerte digna para las poblaciones callejeras.

Entre veladoras, flores, calacas y papel picado, en la ofrenda se encuentran las fotografías y nombres de Hermelinda Vergara, Belén, Cirilo Tapia, José Luis Pacheco, Miguel Ángel Sánchez, Pedro Martín Bibriesca, Lauro Silos, Martha Elena García, Margarita Mandujano, Víctor Escalante y Saúl Antonio Sánchez. Junto a ellos se colocaron siluetas para recordar a quienes aún se encuentran en calidad de desconocidos.

A todas y todos ellos, familiares y activistas les dejaron escritos los siguientes mensajes: “Nunca dejamos de buscarte y ahora seguimos fuertes por ti”, y “Eres amado y recordado por nuestros corazones”.

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Personas visitan a sus difuntos en el Panteón Dolores.
Personas visitan a sus difuntos en el Panteón Dolores. Foto: Eréndira Aquino

“Me da mucho miedo llegar a la fosa común”

Víctor ha vivido por más de 20 años en situación de calle, tiempo en el que conoció a Hermelinda, quien fue su pareja. La última vez que la vio con vida fue cuando subió a una camioneta del gobierno que la llevaría a un albergue. Tiempo después, a través de la asociación El Caracol, se enteró de que había fallecido y fue sepultada en la fosa común del Panteón Civil de Dolores, por no tener documentos de identidad ni familia directa que la reclamara.

“Yo estaba con ella cuando subió a la camioneta que a veces la llevaba a bañar, pero a la fecha me siento mal porque ya no la volví a ver… días después me acerqué al albergue de Coruña —a cargo del gobierno de la Ciudad de México— para llevarle un cóctel de frutas, pero no me dejaron entrar y ya no pude verla, eran los tiempos en los que todo cerró (por la pandemia). Fue mi pareja por seis años, y no se vale que haya terminado así, en una fosa común”, lamentó.

Con coraje y tristeza, Víctor comentó que espera que algún día Hermelinda tenga justicia por el daño que le hicieron “quienes según iban a darle otra oportunidad de vida y le extendieron la mano”. “En Juárez —colonia en la que pernoctaban— mucha gente preguntaba por ella, a la fecha lo hacen, porque no se metía con nadie, siempre andaba bien allá en el barrio… siempre me apoyó bastante”.

Mientras hablaba, a unos metros de la tumba de Herme, Víctor apretaba entre sus manos un oso de peluche azul que perteneció a la joven, y que conservó durante el tiempo en que estuvo desaparecida. Ahora, el juguete la acompaña en la lápida que comparte con otras tres personas enterradas en la fosa común, que en honor al Día de Muertos fue decorada por sus compañeros de calle con una canasta de flores coloridas y pétalos de Cempoalxóchitl.

A pocos metros de donde yace Herme se encuentra enterrada Belén, otra mujer que falleció en situación de calle, a quienes sus compañeros y los integrantes de El Caracol encontraron e identificaron con apoyo de la CNB, mediante un cruce de la base de datos sobre muertes de poblaciones callejeras elaborada por la asociación civil y los registros forenses de las autoridades capitalinas.

Frente a su tumba, dejaron flores y rezaron una oración, en la que le recordaron que siguen luchando por recuperar a su hijo —de quien fue separada por autoridades de la Ciudad de México debido a que no contaba con una casa y actualmente se encuentra en un orfanato—.

Entre las voces de quienes fueron su familia en la calle y acudieron a visitar las tumbas, destacó la de Rosalinda, quien reconoció que teme a la posibilidad de morir y terminar en una fosa común.

“Me pongo medio triste y mal porque digo a lo mejor yo, como nada más tengo a mis dos hijas, hasta me pasa igual que a los demás chavos de la calle. Es por eso que vengo a levantar la voz por quienes han tirado en la fosa común, muchas veces sin investigar, porque si lo hicieran sabrían que son gente con familia y redes de apoyo… pero como son de la calle los tratan como si fueran una basura”, expresó.

Rosalinda lamentó que exista desprecio por la vida de quienes habitan en las calles, quienes mueren por causas violentas y relacionadas con las condiciones de riesgo a las que se exponen, pero también por los malos tratos que reciben por parte de policías y personal médico cuando acuden a ellos para pedir ayuda.

“Nos dejan morir y a mi me da mucho miedo llegar a la fosa común, por eso me uno a esta lucha, a todos los que están en ella, para que el día que me llegue a pasar algo también luchen por mi y no me dejen morir en la fosa, que no permitan que mis hijas terminen ahí”, expresó.

En el séquito que visitó las tumbas de Hermelinda y Belén también estuvo Elizabeth Sánchez, quien lleva meses tratando de recuperar el cuerpo de Eleuterio, un hombre que vivió en situación de calle en la colonia en la que trabaja como vendedora en un tianguis, y con quien convivió por años porque le ayudaba a hacer algunos mandados.

“No era mi familiar, fue mi amigo durante 15 años, hasta que falleció, y por no tener lazos sanguíneos con él las autoridades ministeriales no me lo han querido entregar, aunque somos un grupo de vecinos que buscamos darle una sepultura digna, de todos modos terminó en una fosa común”, lamentó.

“Lo apoyamos todos los años que vivió en la calle y me duele no haber podido darle un lugar a donde pudiéramos ir a verlo. Me duele mucho y no lo puedo superar, tengo una frustración muy grande porque el vivir en calle no hace que merezca que lo desaparezcan, que nos nieguen la posibilidad de recordarlo por no ser su familia, pero no me importa el tiempo que me lleve, voy a continuar luchando para recuperarlo”, afirmó Elizabeth.

De acuerdo con la información generada por el equipo de El Caracol, entre enero y septiembre de 2022 fallecieron al menos mil personas en condición de calle en México, cuyas principales causas de muerte fueron los accidentes de tránsito, riñas y agresiones, hipotermia y suicidio. De estos casos, 899 personas permanecen sin ser identificadas.

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Rinden homenaje a las personas que se encuentran en la fosa común del Panteón Dolores.
Rinden homenaje a las personas que se encuentran en la fosa común del Panteón Dolores. Foto: Eréndira Aquino

Tenían sus datos y no buscaron a su familia

Aunque no existe un registro oficial que permita dimensionar la crisis forense en México, organizaciones como A dónde van los desaparecidos calculan que hay al menos 52 mil personas fallecidas que no han sido identificadas, cuyo destino, en la mayoría de los casos, es la fosa común.

Ana Lilia Silos —quien encontró a su padre, Lauro, en el Panteón Civil de Dolores después de años de buscarlo— aseguró que las autoridades no investigan ni se dan a la tarea de identificar o localizar a las familias de quienes fallecen, como ocurrió en este caso.

“Mi papá estuvo años desaparecido, aunque en realidad las autoridades me lo escondieron porque nosotros lo estuvimos buscando y siempre nos decían que no tenían información, pero ahora sabemos que falleció en un albergue, supuestamente de un infarto y desnutrición, lo cual no es cierto porque ahora sabemos que murió a los 20 días de que se extravió. Él estaba plenamente identificado, tenían su nombre y a pesar de ello su cuerpo terminó en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) para ser usado con fines de investigación”, lamentó.

Otra de las asistentes, quien prefirió no dar su nombre, compartió la historia de su hermana, a quien le ocurrió una situación similar: “ella se perdió el 10 de enero del 2015 y ahora sabemos que el día 15 del mismo mes llegó a un albergue. Tenían su nombre, la dirección de la familia, y a pesar de ello, cuando falleció, en 2017, la mandaron a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para que estudiaran su cuerpo”.

“Fue muy triste cuando nos dieron la noticia, precisamente el día de su cumpleaños en 2020. A seis años de que falleció, aún considero que es indignante que teniendo sus datos no nos hayan buscado, es un dolor latente, una frustración por la que espero que nadie más tenga que pasar”, agregó.

Con la voz entrecortada, la mujer lamentó que haya quienes, sabiendo sus datos, mueran dentro de los albergues, donde “en lugar de ayudarlos los desaparecen”.

Otra persona que acudió a la colocación de la ofrenda y memorial en la fosa común refirió que pasó seis años y medio buscando a su madre, incluso en albergues de la Ciudad de México, recibiendo siempre como respuesta que no estaba ahí y no tenían información. Sin embargo, fue una negligencia por parte del personal, ya que una vez que le informaron que su cuerpo estaba en la fosa común, supo que falleció en uno de los espacios a cargo de las autoridades capitalinas.

“Los encargados de investigar nunca se preguntan si las personas fallecidas tienen familia o quiénes son, nada más hacen un papel para deshacerse de los cuerpos en la fosa y eso no es válido. Yo busqué por años a mi mamá, fui a albergues y me dijeron que no estaba, me la negaron y ahora quiero que se haga justicia por ella”, sentenció.

Tras compartir sus experiencias en el marco de la develación de la placa con la que se recordará a quienes se encuentran en la fosa común, las familias pasaron a las tumbas para acompañar a sus muertos y adornarlos con flores, a ellos y a quienes comparten el mismo espacio y aún no han sido reconocidos.

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Familiares y amigos colocan ofrenda a personas fallecidas en situación de calle, quienes se encuentran en la fosa común del Panteón de Dolores.
Familiares y amigos colocan ofrenda a personas fallecidas en situación de calle, quienes se encuentran en la fosa común del Panteón de Dolores. Foto: Eréndira Aquino

Un lugar de descanso y un monumento a la memoria colectiva

Esther Martínez, funcionaria de la alcaldía Miguel Hidalgo —entidad encargada de la administración del Panteón Civil de Dolores—, expresó que a partir de ahora la fosa común del sitio se convertirá en “un espacio sagrado para rendir homenaje a los cuerpos no reconocidos o no reclamados”.

“Este lugar es testimonio de historias olvidadas, de vidas truncadas y de amores permanentes, un lugar de descanso y un monumento a la memoria colectiva en el que se recordará a aquellos que han partido sin nombre, sin reconocimiento y muchas veces sin oraciones, por lo que estamos comprometidos a trabajar juntos por un futuro más justo y seguro para todos ellos”, mencionó.

Javier Yankelevich, director de Operaciones de Búsqueda de la CNB, explicó que la localización e identificación de los cuerpos se ha dado gracias al cruce de la base de datos de muertes en calle, elaborada por El Caracol, y la información con la que cuenta la dependencia, lo que ha democratizado las búsquedas, ya que rastrea “no solo a una persona desaparecida, sino a todas al mismo tiempo, ya que lo que nos arroja ese ejercicio son todos los casos que tienen coincidencias”.

Por su parte, Luis Enrique Hernández, director de El Caracol, agradeció a las autoridades que han colaborado en la búsqueda e identificación de las personas fallecidas que se registran como desconocidas, y compartió que para el equipo de la asociación es importante luchar por la vida y muerte digna de quienes hicieron de la calle su hogar.

“En El Caracol trabajamos todo el tiempo por acompañar a las personas en situación de calle hacia una vida con dignidad, y no podemos hacer nada más que esperar lo mismo cuando fallecen, buscarlos, enterrarlos, por todo el cariño que les tenemos, pero también porque es lo justo”, concluyó.