Monjas francesas y activistas climáticos se enfrentan por la construcción de una megaiglesia

En una fotografía de Alexa Brunet, miembros de la Familia Misionera de Nuestra Señora durante un enfrentamiento con activistas medioambientales en las obras de construcción de un nuevo centro religioso en el pueblo de Saint-Pierre-de-Colombier, en el sur de Francia, el 17 de octubre de 2023. (Alexa Brunet vía The New York Times)
En una fotografía de Alexa Brunet, miembros de la Familia Misionera de Nuestra Señora durante un enfrentamiento con activistas medioambientales en las obras de construcción de un nuevo centro religioso en el pueblo de Saint-Pierre-de-Colombier, en el sur de Francia, el 17 de octubre de 2023. (Alexa Brunet vía The New York Times)

Cuando los activistas climáticos que protestaban por la construcción de un enorme complejo eclesiástico en un parque natural del sur de Francia se treparon a la zona de construcción, las monjas fueron tras ellos.

Una hermana agarró a un ambientalista que trepaba por una excavadora, pero se le escapó y ella cayó rodando a un foso. Otras dos monjas intentaron sujetar a un manifestante, que se les zafó. La hermana Benoîte arremetió, abordó a un activista que corría y lo empujó a una zanja.

“Perdieron”, dijo la hermana Gaetane, quien también había agarrado a un manifestante. “Tratamos de no herir a nadie”.

Los enfrentamientos de octubre fueron una escalada significativa en una prolongada hostilidad entre activistas medioambientales y la Familia Misionera de Nuestra Señora, una orden católica romana que quiere construir un centro religioso nuevo y majestuoso en un valle verde de las prístinas montañas de Ardèche.

La orden, parte de una comunidad católica de unas 150 personas que incluye monjas y frailes y que tiene su sede en el pueblo de Saint-Pierre-de-Colombier, lleva más de siete años planeando la construcción del nuevo emplazamiento destinado, según asegura, a acoger a un creciente número de peregrinos que visitan el pueblo para rendir culto a la estatua de la Virgen María, Nuestra Señora de las Nieves.

Ya se han erigido dos pilares en el río Bourges, entre las truchas que nadan por él, para soportar un puente peatonal. El proyecto también incluye comedores para los peregrinos y una iglesia, un coloso de más de 2415 metros cuadrados de color crema con chapiteles puntiagudos y decenas de vitrales.

Las monjas y los frailes afirman que la iglesia, sufragada con donativos de peregrinos y otros fieles, dará prestigio a la zona. Les entusiasma que en Francia, un país donde el número de católicos practicantes no deja de disminuir, se sigan construyendo iglesias.

Sus oponentes, opinó el hermano Clement-Marie, miembro de la orden, utilizan “la ecología como excusa” porque son en esencia “anticatólicos”.

Pero aquello que el grupo religioso local considera un proyecto impulsado por “la gracia de Dios”, los activistas ecologistas dicen que es un adefesio contaminante en una región densa de laderas rocosas, castaños y excursionistas asiduos.

Hasta cierto punto, la propia jerarquía católica también se ha opuesto al gran proyecto. Un exarzobispo local, Jean-Louis Balsa, dijo en 2020 que la parte del complejo dedicada a la iglesia era “desproporcionada” y no debía construirse. La orden local apeló sin éxito la decisión ante el Vaticano y tuvo que dejar en suspenso la construcción de la capilla, centrándose por ahora en los demás edificios.

Pero el hermano Clement-Marie mantiene la esperanza de que en el futuro se dé luz verde al proyecto completo. Tal vez, comentó, el número de peregrinos crezca tanto que tendrán que construir la megaiglesia “por razones de seguridad”.

Unos 2000 peregrinos visitan el lugar una vez al año, en diciembre, para rezar y pedir la gracia a una estatua de Nuestra Señora de las Nieves que se erigió para cumplir una promesa hecha en 1944 por los fieles locales pidiendo a la Virgen María que protegiera al pueblo de las fuerzas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

Los fieles le rezan ahora para que les ayude a vencer a un enemigo distinto, uno que no lleva fusiles, sino pancartas en las que se lee: “No al cemento”.

Los activistas ecologistas llevan años organizando protestas o manifestaciones ante las misas dominicales y han interpuesto múltiples recursos judiciales que si bien retrasan el proyecto, no han logrado acabar con él.

Sostienen que las aprobaciones legales para el proyecto de la iglesia estaban viciadas y que la orden religiosa hizo trampas en un formulario de autorización. A la pregunta de si el edificio iba a ubicarse en un parque natural, la orden había marcado “no”.

“Están secuestrando el paisaje”, sostuvo Martine Maurice, una activista, en una entrevista telefónica.

El hermano Clement-Marie dijo que se trataba de un error involuntario en el formulario. “En Francia, para la administración, hacemos tanto, tanto papeleo”, dijo, y añadió que en un expediente con docenas de páginas, “es difícil no cometer un error”.

En últimas fechas, los activistas han depositado sus esperanzas de detener el proyecto en el descubrimiento de una planta protegida en la zona de construcción: la “réséda de Jacquin”.

“La ‘réséda de Jacquin’ tiene el poder de parar las obras”, afirmó Pierrot Pantel, ingeniero ecológico y miembro de la Asociación Nacional de Biodiversidad. “De derribar la basílica”.

El 12 de octubre, los activistas se encadenaron a las excavadoras desplegadas en la obra para impedir que arrancaran la planta de flor blanca.

“Bloqueen las máquinas”, exclamó Maurice. “Protejan la planta”.

Pero el segundo día de su ocupación, los activistas se enfrentaron a una falange de monjas y frailes que querían proteger las excavadoras. A los enfrentamientos físicos —que hicieron que un fraile se torciera un tobillo y un activista se rompiera un dedo— siguió un enfrentamiento de horas en el que las monjas cantaron el “Ave María” a los manifestantes, quienes permanecieron sentados sobre las máquinas.

Al final del día, los activistas se fueron a casa, pero prometieron seguir intentando bloquear el proyecto.

“Nuestra principal manera de reaccionar”, dijo el hermano Clément-Marie, “es la oración”.

c.2023 The New York Times Company