Resuelven el misterio de un barco desaparecido en 1858 con la técnica de los anillos de los árboles
En octubre de 1858, un robusto navío llamado Dolphin partió de Rhode Island en Estados Unidos en busca de la preciada ballena franca austral. Un precioso ballenero con tres claros mástiles, un prominente bauprés y un casco reforzado que, en teoría, le otorgaban la fuerza y solidez necesaria para soportar las difíciles aguas antárticas. Sin embargo, aquella fresca mañana de otoño terminó siendo la última vez en la que alguien vio al Dolphin… cruzó la bahía, se adentró en el Atlántico y allí se perdió su pista durante más de un siglo.
Históricamente, la costa de la Patagonia ha sido uno de los destinos más visitados por los balleneros hasta bien entrado el siglo XX. Concretamente Península Valdés, en Argentina, alberga la mayor concentración de ballenas francas australes de todo el mundo y, actualmente, se han catalogado más de 2000 ejemplares a lo largo de sus seis reservas naturales. No es de extrañar que muchos de aquellos arriesgados balleneros terminaran sus días en este litoral y, de hecho, siempre se pensó que ese debió de ser el destino del Dolphin tras su desaparición.
En 2004, los restos de un naufragio desconocido emergieron por primera vez del sedimento cerca de la ciudad costera de Puerto Madryn, en la provincia del Chubut de Argentina, un punto considerado geográficamente como la puerta de entrada a la Península Valdés. El lugar exacto se conoce como Bahía Galenses, y los pocos restos identificables que se extrajeron de esa localización apuntaban a que podría tratarse del Dolphin. No obstante, la arqueología (y mucho más la arqueología marina) es cautelosa y, ante las escasas pistas del pecio, los investigadores responsables de su estudio no podían asegurar que aquel pecio fuese el ballenero perdido. Lo único que podían hacer era seguir revisando documentos históricos en busca de alguna clave que revelara la verdadera identidad del barco.
Así pasaron casi dos décadas, hasta que hace tan solo unos días, una colaboración de investigadores argentinos y estadounidenses, ha publicado un esclarecedor estudio utilizando técnicas dendrocronológicas, es decir, datación de objetos mediante el anillo de crecimiento en la madera… una idea brillante que puede haber resuelto este misterio después de más de siglo y medio.
Los científicos cortaron finas secciones transversales de algunos de los tablones y costillas de la embarcación naufragada y las analizaron mediante microscopio, midiendo sus anillos con una separación de hasta 0,001 milímetros, y finalmente las compararon con una magnífica base de datos de 30.000 árboles que datan de hace más de 2.000 años. Este fue uno de los grandes aciertos del estudio: el Atlas de sequías de América del Norte, una base de datos cuya creación se inició a principios de la década de 2000. El atlas recopila muestras de anillos de miles de árboles de diferentes especies en todo el continente. Los diferentes niveles de precipitación crean sutiles variaciones anuales en el ancho del anillo y esto permite a los investigadores trazar climas pasados, fechar los años precisos de germinación y crecimiento de los árboles y, en el caso de estructuras de madera viejas, "a menudo dónde y cuándo se cortaron los árboles, ya que los climas varían según el lugar, dejando distintas firmas regionales".
El minucioso análisis dendrocronológico no solo ayuda a datar en el tiempo la madera utilizada sino que también indica de qué clase de árbol se trata y de qué lugar procedía. Los resultados del estudio publicado determinan que la madera de la embarcación procede de robles blancos y pinos amarillos maduros. Al comparar la madera con muestras de regiones específicas, las conclusiones apuntan a que el pino probablemente es originario de Alabama, Georgia o el norte de Florida, regiones que enviaban grandes cantidades de madera de pino a los estados del norte en el siglo XIX, y que el roble blanco probablemente provenía de Massachusetts.
No solo eso, el dato clave de este análisis es que los árboles con los que se construyó ese navío se cortaron en 1849, según su último anillo de crecimiento. Un año que cuadra a la perfección con las fechas de construcción del Dolphin ya que, gracias a la investigación del historiador Walter Nebiker y las notas de la época en el periódico The Northern Star, sabemos que los constructores colocaron la quilla del ballenero en agosto de 1850 y se botó 99 días después.
"La datación realizada es correcta”, concluye Edward Cook, director del laboratorio de dendrocronología en la Universidad de Columbia y coautor del estudio. “Es cierto que no tenemos la campana del barco o su nombre en el timón, pero para mí, la historia está ahí, en los anillos de los árboles”.
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Referencias científicas y más información:
Mundo, I. A., et al. «Dendrochronological Dating and Provenance Determination of a 19th Century Whaler in Patagonia (Puerto Madryn, Argentina)». Dendrochronologia, 2022, ScienceDirect, DOI:10.1016/j.dendro.2022.125980.
Kevin Krajick “Scientists Say a Shipwreck Off Patagonia Is a Long-Lost 1850s Rhode Island Whaler” Universidad de Columbia