Minería espacial y vida alienígena: ¿qué nos enseña La Controversia de Valladolid sobre ética en el universo?

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Año 2030, polo sur lunar. La broca de la excavadora minera perfora el regolito y avanza en la corteza. Los motores emiten un zumbido monótono hasta que, repentinamente, los monitores anuncian un cambio en la composición del suelo lunar y el zumbido mecánico se hace más agudo. Los técnicos de la compañía minera revisan los datos. A pesar de que lo mucho que lo deseaban, les cuesta creerlo: han dado con agua líquida.

Durante los siguientes días todo es felicidad. La base minera tendrá un suministro asegurado de agua para consumo humano, para la agricultura y para producir combustible. Las acciones de la compañía llegan, no a las nubes, sino a la Luna misma. Pero David, un técnico que está realizando análisis químicos del agua, hace un descubrimiento aún más sorprendente. El agua encontrada en la Luna rebosa de formas de vida microbiana no basadas en los nucleótidos del ADN terrestre. Se trata de organismos realmente alienígenas, formas de vida nativas de la Luna.

De vuelta a la Tierra, y con los pies en ella, podemos confirmar que hay agua en la Luna. El resto todavía es ficción, pero con un horizonte de posibilidad.

¿Y si los sitios habitables ya están habitados?

Tradicionalmente creemos que un planeta habitable ha de estar a la distancia justa de su estrella, además ha de tener una atmósfera lo suficientemente gruesa como para mantener el agua líquida. A eso sumamos que hace falta un campo magnético potente para conservar esa atmósfera, un eje de rotación estable y con una leve inclinación y una velocidad de rotación que permita la redistribución de calor entre los polos y el ecuador del planeta. El caso es que, tras todo lo anterior, terminamos con un planeta “gemelo” de la Tierra.

Pero si un planeta es tan parecido a la Tierra es de esperar que no sea simplemente habitable, sino que de hecho sea un planeta ya habitado. Y otro tanto podemos decir de otros sitios donde los seres humanos podríamos establecernos, por ejemplo en las lunas de Júpiter o de Saturno. Dado que necesitaríamos de unas condiciones mínimas, entre ellas la presencia de agua, no es del todo descabellado pensar que en esos potenciales sitios para establecernos ya haya vida nativa.

¿Qué haríamos si una luna tuviera un rico yacimiento minero junto a un lago con vida que podría perderse si minamos el yacimiento?

Un caso de conciencia

David está cumpliendo el más increíble de sus sueños: es técnico en una base minera lunar. Casi cada día tiene la oportunidad de echar un vistazo a la Tierra, una hermosa esfera azul, con manchones blancos, marrones y verdes. Mientras prepara un informe detallado de su hallazgo para su supervisor, piensa en la posibilidad de redactar además un ensayo científico, pero no está seguro de que esto sea posible. Si tan sólo hubiera leído detalladamente la letra pequeña del contrato y especialmente esa cláusula de confidencialidad… Se le cruza por la cabeza la posibilidad de que la compañía decida ocultar la presencia de los microbios lunares y sacrificarlos con tal de no perder los beneficios económicos.

¿Serían capaces de ordenarle silencio? ¿Sería capaz de ser cómplice de un genocidio? ¿Debería dar a conocer su descubrimiento fuera de la compañía? Lo que parecía ser el día más genial de su vida, de repente se estaba transformando rápidamente en el más difícil e incierto.

El valor de la Controversia de Valladolid

La Controversia de Valladolid, ocurrida en el siglo XVI, representa un hito singular en la historia de la humanidad. En aquel momento, la Monarquía Hispánica se encontraba en plena expansión en el Nuevo Mundo. Sin embargo, fue durante este período cuando realizó esa profunda reflexión sobre la ética y el derecho en el contexto de la conquista.

El debate, celebrado en la ciudad española de Valladolid en 1550, enfrentó a dos prominentes figuras de la época: Bartolomé de las Casas, defensor de los derechos de los pueblos indígenas, y Juan Ginés de Sepúlveda, quien argumentaba a favor de la legitimidad de la conquista y la dominación española sobre los nativos americanos. Este enfrentamiento intelectual, patrocinado por la misma Corona, buscaba dilucidar si la expansión colonial estaba justificada moral y legalmente.

La Corona española tuvo el valor de cuestionar los fundamentos de su empresa. Ha sido la única vez que una potencia ha hecho una pausa en sus conquistas para discutir y llegar a la conclusión de que “el otro” tiene derecho a ser tratado con justicia y humanidad.

Ética y legalidad ante vida alienígena

David había trabajado dos años en una explotación petrolera dónde analizaba el agua que volvía a la superficie tras ser inyectada para fracturar la corteza y extraer los hidrocarburos. Detectaba habitualmente benceno, tolueno, etilbenceno o xileno, productos tóxicos y cancerígenos. Pero esos hallazgos siempre eran blanqueados con triquiñuelas legales y otras de naturaleza dudosa. Entre lo que él encontraba y lo que veía en los comunicados oficiales de la compañía había un abismo. Le parecía que eso de la responsabilidad social corporativa no era más que maquillaje.

Por fortuna, fue seleccionado para un nuevo trabajo en la Luna y dejó la petrolera.

Actualmente, tanto la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio estadounidense (NASA), la Agencia Espacial Europea (ESA), la Agencia Espacial Japonesa (JAXA), la Agencia Espacial China (CNSA), la Agencia Espacial Federal Rusa (Roscosmos) y otros organismos tienen protocolos de protección planetaria, tanto para proteger a la Tierra como a otros cuerpos celestes de posibles casos de contaminación biológica.

La Controversia de Valladolid, aunque situada en un contexto histórico específico, sigue siendo relevante en la actualidad como un recordatorio de la necesidad de reflexionar sobre las implicaciones éticas de nuestras acciones, especialmente cuando se trata de la exploración y la colonización de nuevos territorios, ya sea en la misma Tierra o en el espacio exterior.

Este es un ejemplo elocuente de cómo la historia puede servir de guía en la búsqueda de respuestas a los desafíos éticos y morales que enfrentamos como especie exploradora y colonizadora del universo.

Por ahora sólo resta preguntarnos si tendremos el valor mostrado hace casi 500 años por la Monarquía Hispánica o si por el contrario repetiremos comportamientos genocidas como los de Sir Jefrrey Amherst. En el siglo XVIII, este comandante de las tropas inglesas en América del Norte instó a repartir mantas infestadas de viruela entre los nativos americanos.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Alejandro Márquez Lugo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.