Cuando la mina de contenido del fútbol pierde de vista la realidad
Marc Andreessen alguna vez dijo con arrepentimiento que llegar primero es lo mismo que estar equivocado. Es cierto que Andreesen, un ingeniero de software, inversionista ángel y experto multiusos de Silicon Valley, desplegó la máxima en el contexto de sus propias experiencias un tanto amargas en el mundo de la computación en la nube, pero sorprende cuán bien funciona como análisis de “Being: Liverpool”.
Si el título no te suena familiar, nadie se sorprendería en lo más mínimo. El programa, el cual retrató los preparativos del Liverpool para la temporada 2012-2013 de la Liga Premier, tan solo duró una temporada de apenas seis episodios. Su posterior vida media cultural también ha sido limitada; los pocos elementos que han perdurado ilustran a la perfección por qué no lo renovaron.
Por ejemplo, hubo una toma fugaz del pasillo de la casa de Brendan Rodgers, el recién nombrado entrenador del club, en el que dominaba un retrato monocromático y malhumorado de... él mismo. O las imágenes de Rodgers en las que blandía tres sobres: según lo que afirmó, contenían los nombres de tres jugadores que lo iban a decepcionar durante la temporada. Su audiencia parecía desconcertada en el mejor de los casos y mortificada en el peor.
Por supuesto que más tarde saldría a la luz que los dos incidentes tenían más matices de lo que se supusieron en un principio. El truco de los sobres había sido adaptado de un método que alguna vez utilizó —aunque con bastante más éxito— el venerado exentrenador del Manchester United Alex Ferguson. El retrato había sido un regalo de una organización benéfica para discapacitados con la que Rodgers había colaborado de cerca durante el tiempo que pasó en su club anterior, el Swansea.
Sin embargo, el daño estaba hecho. La recepción que la crítica le dio al documental fue variada, pero la respuesta de los aficionados del Liverpool y de otros equipos no lo fue. Se le consideró un ejercicio de arrogancia absoluta, una fuente de bochorno o de hilaridad, seis horas de sentir una vergüenza incesante. Se podría decir que Rodgers nunca ha podido librarse de la impresión de que tiene al menos tanto en común con David Brent (de “The Office”) como con Pep Guardiola (de entre los mejores entrenadores).
Por lo tanto, fue sorprendente saber que el dueño del Liverpool, Fenway Sports Group, al menos está jugando con la idea de tropezar con la misma piedra. Según Bloomberg, todavía no hay nada firmado, pero el club está en conversaciones con varias productoras para encargar algo que, como podrás imaginar, no se llamará “Being: Liverpool 2”.
El hecho de que el Liverpool siquiera esté preparado para permitir la idea demuestra cuánto ha cambiado el mundo. Es difícil precisar el momento en el que los documentales inundaron el fútbol. Tal vez fue en 2015, con el lanzamiento de “Class of ‘92: Out of Their League” o una consecuencia de la llegada en 2019 de “Drive to Survive”, de la Fórmula 1. Quizá fue un año después y el éxito pandémico de “El último baile”. Sin embargo, tal vez no importe. El efecto es casi el mismo.
A estas alturas hay cientos de documentales sobre fútbol. Algunos son históricos —retratos de jugadores y panegíricos a entrenadores—, pero la tendencia es lo actual: series limitadas que prometen llevar a los espectadores al interior del santuario, mostrarles a los aficionados cómo es en realidad el mundo que habitan sus héroes.
Como la serie “All or Nothing”, los equipos pueden encargarlos (o al menos aceptarlos). O, cada vez más, los pueden concebir las propias autoridades del juego, como “Capitanes del mundo”, aprobado y producido por la FIFA, o el próximo proyecto del estilo de “Drive to Survive”, el cual al parecer aprobó la Major League Soccer, que poco a poco se está convirtiendo en una división de Apple.
Se puede observar la misma tendencia en todos los deportes. Casi todas las grandes proezas atléticas —el críquet, el rugby, el ciclismo, el tenis, el atletismo— han sido objeto del mismo tratamiento casi exactamente en el mismo periodo. Los deportes en su conjunto han adoptado, muy rápido, el principio de que su negocio va más allá de la acción en el campo. Los aficionados también parecen tener un apetito sorprendente, y monetizable, por conocer los tejemanejes.
Por supuesto, esto se le puede atribuir en parte a un cambio cultural más generalizado. Dentro de los deportes, el peso neto de los documentales hace que la idea sea menos extraordinaria, menos notable. Hay cierto grado de seguridad en las cifras.
Fuera de esto, también, la sensación de que todo puede ser contenido —que todas nuestras vidas pueden ser depuradas y mercantilizadas para el consumo de otros— se ha convertido en algo parecido a una ideología rectora. No solo se acepta que los individuos o las instituciones quieran contar su historia, sino que se espera que lo hagan.
Desde esa postura privilegiada, “Being: Liverpool” ya no parece un error. Sin embargo, a diferencia de la empresa de computación en la nube de Andreessen, su único error tampoco fue haber llegado primero.
Todos los documentales que han venido después están unidos por lo poco que revelan sobre la realidad del fútbol. Por supuesto que hay momentos notables: los intentos infructuosos de José Mourinho por reanimar a Dele Alli en la temporada del Tottenham en “All or Nothing”; cuando Fabian Delph se encargó de explicar los “fundamentos del fútbol”, ante la confusión evidente de Guardiola, en la edición del Manchester City.
No obstante, sobre todo, están bajo un control tan firme, editados con tal cuidado, tan pulidos y hábilmente producidos que cualquier esperanza de entendimiento se pierde en el brillo. Son documentales que han pasado por el filtro más favorecedor de Instagram. Captan la historia que el club o el individuo en cuestión desea que se cuente.
Son auténticos en el sentido que pueden serlo las mercancías, con un sello oficial y una marca de agua holográfica. No son auténticos en el sentido que una generación anterior de documentales sobre fútbol, en una época de menor control creativo, parecían serlo. Muestran, pero no cuentan.
Y ese, tal vez, fue el verdadero problema de “Being: Liverpool”. No se le había sacado el máximo brillo posible. Hubo momentos en los que se mostró cómo es el fútbol cuando no muestra su mejor cara a la cámara.
En efecto, hay muchos discursos conmovedores y momentos de íntima camaradería que remueven el alma. No obstante, también hay veces en que tu entrenador intenta un ejercicio corporativo de creación de equipos en el comedor de un hotel y en realidad nadie lo entiende. Esas fueron las partes que hicieron que “Being: Liverpool” fuera vergonzoso, pero también lo hicieron real de una forma que pocos de sus sucesores pueden igualar. Se puede decir que, si llega a salir al aire una secuela, ese error no se repetirá.
c.2024 The New York Times Company