El nuevo temor para millones de personas: que se terminen las ayudas económicas para sobrellevar la pandemia
Para millones de estadounidenses que se quedaron sin empleo por la pandemia del coronavirus, las ayudas del gobierno han sido una tabla de salvación que ha evitado que se hundan en la pobreza, el hambre y la ruina financiera.
Es posible que esa tabla de salvación se acabe este verano.
Los cheques de 1200 dólares que recibían la mayoría de las familias se terminaron desde hace mucho tiempo, al menos para quienes más los necesitaban, y hay pocas posibilidades de que haya una segunda ronda.
El programa de préstamos que ayudó a millones de pequeñas empresas a conservar a los trabajadores en la nómina se desmantelará si el Congreso no lo prorroga. En muchas ciudades, ya están expirando las moratorias de desalojo que han permitido que las personas conserven sus casas.
Además, las prestaciones adicionales de desempleo por 600 dólares semanales que han permitido que decenas de millones de familias de trabajadores despedidos paguen la renta y compren alimentos expirarán a fines de julio.
La señal más reciente de la dificultad económica y la participación del gobierno para aliviarla se dio el jueves cuando el Departamento del Trabajo informó que millones de estadounidenses más solicitaron prestaciones de desempleo durante la semana pasada. Más de 40 millones han pedido esas prestaciones desde que comenzó la crisis, y uno 30 millones las están recibiendo.
El entramado de billones de dólares de programas federales y estatales no ha logrado que se dejen de acumular las cuentas ni evita que haya largas filas en los bancos de alimentos, pero ha mitigado el daño. Ahora, el vencimiento de esos programas equivale a salir corriendo hacia un precipicio tanto para la gente como para la economía.
Problema a largo plazo
“La Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica por el Coronavirus (CARES, por su sigla en inglés) se aplicó a nivel masivo, pero representó una compensación de muy corto plazo para lo que probablemente será un problema de largo plazo”, señaló Aneta Markowska, economista en jefe del banco de inversiones Jefferies, al referirse al elemento central legislativo del rescate federal. “Es evidente que la economía necesitará más apoyo”.
Markowska afirmó que la simple posibilidad de permitir que expiren los programas podría tener consecuencias económicas, mientras los consumidores y las empresas se preparan para la pérdida de la ayuda federal.
El presidente Donald Trump y otros republicanos le han restado importancia a la necesidad de que haya más gasto, diciendo que la solución es que los estados vuelvan a abrir los negocios y autoricen que los empleados de las empresas regresen a trabajar. Así que, pese a los alegatos de los economistas de todo el espectro político (incluyendo a Jerome H. Powell, presidente de la Reserva Federal), es probable que cualquier medida federal sea limitada.
El jueves, la Cámara de Representantes votó de manera abrumadora para darles a las empresas más tiempo para usar los préstamos otorgados por el Programa de Protección de Nómina, que ofrece préstamos condonables a las pequeñas empresas que mantienen o recontratan a sus trabajadores. Es incierta la suerte del proyecto de ley en el Senado, pero parece probable que se llegue a un acuerdo.
Un grupo bipartidista de legisladores ha propuesto ampliar un crédito fiscal destinado a subsidiar los salarios, y también podría extenderse el programa de prestaciones ampliadas de desempleo. Pero Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado, ha dicho que cualquier paquete de ayuda adicional debe ser mucho más limitado que los paquetes anteriores.
La entrega de la ayuda ha estado lejos de ser eficiente. Muchos solicitantes esperaron los pagos durante semanas o meses. Pero la ayuda ha llegado a millones de familias.
“La gente continuamente me llama llorando porque ha recibido los pagos y ya puede pagar la renta y algunas de las cosas que no había pagado”, comentó Michele Evermore, analista principal de políticas en National Employment Law Project.
La Cámara Baja, controlada por los demócratas, aprobó un paquete de tres billones de dólares este mes para prolongar las prestaciones de desempleo adicionales, enviar otra tanda de cheques de 1200 dólares a las familias y proporcionar ayuda a los gobiernos estatales y locales, entre otras disposiciones. Esta medida no tiene posibilidades de convertirse en una ley escrita.
“Creo que más o menos en un mes veremos cómo van las cosas y podremos tomar una decisión más inteligente que una bolsa de regalo de tres billones de dólares”, dijo el jueves McConnell, el líder del senado, en un evento en Kentucky.
Para algunos legisladores republicanos, las prestaciones de desempleo adicionales y otras ayudas tenían sentido cuando las empresas estaban cerradas y el gobierno estaba exhortando a la gente a que permaneciera en su casa. Pero dijeron que, al reactivarse la economía, las prestaciones tal vez obstaculicen la recuperación al ofrecer un incentivo para no regresar a trabajar.
Más desempleo
Muchos economistas sienten que esos temores son exagerados. Sostienen que las prestaciones generosas podrían tener un efecto disuasorio para trabajar en épocas normales, pero estas difícilmente son épocas normales. Incluso los analistas más optimistas esperan que la tasa de desempleo esté muy por encima del diez por ciento cuando expiren las prestaciones adicionales, lo que significa que habrá muchos más trabajadores sin empleo que empleos disponibles.
“Sencillamente es increíble la idea de que —con una tasa de desempleo mucho más elevada que en el peor momento de la Gran Recesión— vayamos a retirar el apoyo”, señaló Jay Shambaugh, director del Proyecto Hamilton, un grupo de política económica de la Institución Brookings.
En las investigaciones, habitualmente se descubre que el seguro de desempleo es uno de los elementos más eficaces de la red de seguridad, tanto para amortiguar los efectos de la pérdida de empleo para las familias como para mejorar la economía. En la jerga de los economistas, el programa está “bien destinado”: llega a las personas que necesitan el dinero y que lo gastarán.
Diversos estudios han descubierto que, durante la última recesión, el sistema ayudó a evitar 1,4 millones de embargos, rescató dos millones de empleos y salvó de la pobreza a cinco millones de personas.
En esta crisis, el impacto podría ser mayor porque el programa está llegando a más personas y les está dando más dinero. Según el Departamento del Tesoro, el gobierno pagó 48.000 millones de dólares en prestaciones durante el mes de abril y, para mayo, esa cifra ascendió a 86.000 millones de dólares.
Markowska, de Jefferies, espera que los datos gubernamentales del viernes muestren que, de hecho, el ingreso personal aumentó en abril gracias a las prestaciones de desempleo, los pagos de estímulos y otros programas. El dinero ha fluido en la economía en pagos de renta, consumo en las tiendas de comestibles y otros gastos, y no solo ha ayudado a los receptores, sino también ha evitado una desaceleración más pronunciada.
“Es la gente que vive al día la que gasta el dinero”, señaló Elizabeth Ananat, una economista del Barnard College que ha estado estudiando los efectos de la pandemia en los trabajadores que perciben bajos salarios. “Van a gastar este dinero y evitar que tengamos una crisis de pagos de rentas y una crisis de niños desnutridos. Eso me parece bastante bien para la economía en general”.
Laura Mocker, una actriz de la ciudad de Nueva York, no ha tenido trabajo desde mediados de marzo cuando los teatros comenzaron a cancelar las presentaciones y cerró el restaurante donde trabajaba como mesera. No fue sino hasta el 12 de abril, el Domingo de Pascua, que pudo comunicarse con la oficina de desempleo del estado.
Ahora que está recibiendo las prestaciones, Mocker ha podido pagar la renta y otras cuentas acumuladas durante semanas sin empleo. Pero, a medida que se aproxima el 31 de julio, ha reducido los pocos gastos discrecionales que aún realizaba con el fin de tratar de fortalecer sus ahorros.
“Si lo analizamos, es muy simple”, comentó. “Si la gente no tiene dinero, no puede gastar. Y la gente que sí tiene dinero no lo gastará porque está preocupada”.
This article originally appeared in The New York Times.
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