Migrantes que viajan desde la frontera hacia el norte de EEUU soportan una dura carga

Por Kristina Cooke, Ted Hesson y Mica Rosenberg

BROWNSVILLE, EEUU, 11 ene (Reuters) - José Manuel, un solicitante de asilo venezolano, subió a un autobús chárter con destino a Chicago en Brownsville, Texas, una ciudad en la frontera entre Estados Unidos y México. Eran cerca de las 07.00 de finales de octubre y el viaje estaba pagado por el estado de Texas.

José Manuel, cuyo nombre completo se mantiene en reserva por motivos de seguridad, es uno de los 100.000 migrantes que el estado de Texas, gobernado por los republicanos, ha trasladado en autobús a ciudades gobernadas por demócratas desde abril de 2022.

Tras pasar un control inicial de asilo en detención, José Manuel fue puesto en libertad y había planeado dirigirse a Carolina del Sur para reunirse con un amigo y encontrar trabajo.

Pero el gobernador republicano Greg Abbott no iba a proporcionar autobuses gratuitos hacia otro estado republicano, así que José Manuel optó por tomar el autobús a la ciudad de Chicago, gobernada por demócratas.

Texas dijo que ha gastado más de 100 millones de dólares desde abril de 2022 para transportar en autobús a los migrantes que cruzaron recientemente la frontera entre Estados Unidos y México a Chicago, Nueva York, Denver y otras ciudades con gobiernos demócratas.

Las llegadas han exacerbado la falta de vivienda, gravado los servicios sociales y aumentado la presión sobre el presidente Joe Biden en su carrera hacia la reelección en noviembre.

Biden, que afrontó las críticas de los republicanos por sus políticas fronterizas, se enfrenta ahora también a las exigencias de su propio partido para que alivie la carga de las ciudades que reciben a los migrantes.

Abbott ha dicho que el transporte gratuito en autobús pretendía "llevar la frontera" a las ciudades demócratas y proporcionar alivio a las comunidades fronterizas abrumadas.

Tom Pérez, uno de los principales asesores de la Casa Blanca, dijo que el Gobierno de Biden comparte las frustraciones de los alcaldes y gobernadores demócratas con "los republicanos extremistas como el gobernador Abbott que intentan utilizar a los migrantes como peones políticos".

Pérez dijo que Biden está centrado en conseguir más fondos para las comunidades que reciben a los migrantes.

Los periodistas de Reuters hablaron con más de una docena de migrantes que viajaron de Brownsville a Chicago, Nueva York y Denver, y luego siguieron el viaje de 26 horas y 2.250 kilómetros de un autobús a Chicago. Siguieron a siete de los migrantes durante varios meses.

Algunos, como José Manuel, cambiaron de destino en función de la oferta de transporte gratuito, a pesar de que tenían citas con el tribunal de inmigración en otras partes de Estados Unidos, o amigos y familiares esperándoles en otro lugar.

Barbara y Brenda, que llegaron a Estados Unidos con la esperanza de vivir abiertamente como pareja del mismo sexo, se subieron a un autobús con destino a Nueva York aunque tenían un amigo en Maryland.

Cuando el autobús con destino a Chicago se retrasó, Fernando Fernández y su compañera Mariela Gil tomaron direcciones distintas. Fernández esperó al autobús mientras Gil aceptaba una oferta de billete de autobús y un trabajo temporal de limpieza en Sarasota, en Florida.

Alejandra Pérez acabó durmiendo en una tienda de campaña frente a una comisaría de Chicago con su expareja, Jader Castro, y sus hijos Sharlott Barrios, de nueve años, y Juan Sebastián Castro, de cinco, debido a la escasez de camas en los albergues.

Miskel Gómez se bajó del autobús en Chicago y se trasladó a Ohio.

Chicago alberga ahora a más de 15.000 migrantes en centros de acogida, algunos de los cuales pasaron el otoño durmiendo frente a comisarías de policía.

Nueva York, a diferencia de Chicago, está legalmente obligada a alojar a los sin techo, y está alojando a más de 69.000 migrantes en hoteles, edificios gubernamentales y tiendas de campaña, aun cuando a las autoridades les preocupa que esto pueda convertir a la ciudad en un imán para más migración.

Los alcaldes de Nueva York, Chicago y Denver han presionado para conseguir más fondos federales y han tomado medidas para desincentivar las llegadas descoordinadas de inmigrantes en bus, incluidas sanciones a las compañías de autobuses. También han impulsado un acceso más rápido a los permisos de trabajo, para que los recién llegados puedan mantenerse por sí mismos.

"Necesitamos una solución en la frontera", dijo a la prensa esta semana el alcalde de Nueva York, Eric Adams. "No se pueden cargar las responsabilidades financieras a las ciudades".

El Gobierno de Biden rechazó en 2021 y 2022 una propuesta para transportar a algunos migrantes a otras ciudades de Estados Unidos porque la Casa Blanca no quería "la propiedad total" del asunto, dijo un exfuncionario. La Casa Blanca no quiso hacer comentarios.

Aunque los migrantes con los que habló Reuters acogieron con satisfacción el transporte gratuito en autobús, muchos no entendían bien la geografía de Estados Unidos o las condiciones invernales que les esperaban en sus destinos.

JOSÉ MANUEL

Cuando José Manuel le dijo a Gerry Page, voluntaria del Equipo Brownsville, que iba a Chicago, ella se estremeció.

"Muy frío", dijo Page, con un claro acento estadounidense. Le entregó una camisa de manga larga. Se habían quedado sin abrigos.

Los inmigrantes, en su mayoría venezolanos, esperaban cerca de la estación de autobuses noticias sobre la salida de un autobús hacia el destino elegido. Las llegadas fueron lentas ese fin de semana y los autobuses tardaron días en llenarse.

El primer autobús que partió, en el que viajaban José Manuel, Fernández y Gómez, atravesó Arkansas antes de llegar a Chicago. Reuters siguió a ese autobús.

Un segundo autobús, en el que viajaban Pérez y su familia, tomó una ruta alternativa a través de Oklahoma.

Ambos viajes duraron más de 26 horas.

En Chicago, José Manuel esperó varias horas a que lo recogiera un amigo. Tiene una primera cita con el tribunal en octubre de 2025 en Charlotte, Carolina del Norte. Si decide quedarse en Chicago, tendrá que presentar una moción ante el tribunal de inmigración para cambiar el lugar de su audiencia.

ALEJANDRA PÉREZ

En el punto de entrega, los funcionarios municipales dirigieron a Alejandra Pérez y a su familia a un autobús escolar amarillo que les esperaba.

Pérez había oído decir a un pariente en Estados Unidos que, como familia con niños pequeños, tendrían prioridad en los refugios. Pero el autobús los llevó a la comisaría del distrito de Shakespeare, donde, contó, les dijeron que no había sitio para dormir.

Los funcionarios les dijeron que tomaran el transporte público hasta el aeropuerto de O'Hare e intentaran dormir allí, explicó Pérez. Pero en el aeropuerto les dijeron que no podían quedarse si no tenían billete de avión, dijo Pérez, y les devolvieron a la misma comisaría.

Era medianoche y lloviznaba cuando se acostaron en una tienda de campaña frente a otra comisaría del centro de Chicago, más de 40 horas después de salir de Brownsville.

A la noche siguiente, Pérez bañó a los niños en los baños de la comisaría, antes de retirarse a la tienda para cenar sopa instantánea.

La familia permaneció allí durante dos semanas, soportó temperaturas bajo el punto congelación y empezó a nevar.

"Nuestras economías locales no están diseñadas ni construidas para responder a este tipo de crisis", dijo a la prensa el mes pasado el alcalde de Chicago, Brandon Johnson.

FERNANDO FERNÁNDEZ

En otra comisaría de Chicago, a unos kilómetros de distancia, Fernández recibió una videollamada de su compañera Mariela Gil, que había tomado un autobús comercial a Florida.

Le aseguró que se encontraba bien, pero la noche anterior hubo discusiones en el exterior de la comisaría porque había gente acaparando donativos, dijo.

Después de colgar, echó un vistazo a su teléfono y vio una publicación en las redes sociales que decía: "Gracias, Dios, por un día más de vida y salud y por mi trabajo".

"Esa es Mari", dijo, señalando el mensaje y sonriendo.

La pareja huyó de Colombia después de que una banda dejara una amenaza a la familia Fernández con una pintada en su puerta, en la que se les decía que pagaran el equivalente a miles de dólares en cuestión de horas o serían asesinados, dijo.

Fernández permaneció en la comisaría de Chicago durante tres semanas, hasta que encontró alojamiento en un albergue a finales de noviembre, donde dijo que se mantenía al margen para evitar problemas.

Gil consiguió un trabajo como limpiador de casas y vivía en un piso compartido en Sarasota, dijo Fernández.

En Chicago, Fernández solicitó un permiso de trabajo. Chicago, Nueva York, Boston y Denver están ofreciendo talleres gratuitos para ayudar a agilizar las solicitudes de permisos de trabajo.

Un portavoz de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos dijo que la agencia había atendido a más de 10.000 personas en los talleres desde septiembre, y que había reducido el tiempo medio de tramitación a 30 días para algunos inmigrantes.

MISKEL GÓMEZ

Miskel Gómez esperaba inicialmente ir a Denver y trabajar en una fábrica, quizá en un matadero, un empleo similar al que tenía en Venezuela.

Tras esperar unos días a que llegara un autobús a Denver, se embarcó en uno a Chicago. Luego se dirigió a Columbus, Ohio, donde tenía un amigo que le dijo que podía quedarse con él en una casa compartida.

En Columbus, se puso manos a la obra para conseguir el permiso de trabajo. Aunque cumplía los requisitos para solicitarlo inmediatamente, le dijeron que aún podía tardar meses en tramitarse. "Sigue siendo muy difícil", afirma.

BARBARA Y BRENDA

El autobús de Barbara y Brenda llegó a la terminal de autobuses de la Autoridad Portuaria en Manhattan a las 21.00 horas del viernes, unas 38 horas después de salir de Brownsville.

Les dieron una habitación en un hotel que la ciudad ha reutilizado como centro de acogida de inmigrantes. A la mañana siguiente, les dieron billetes de metro e indicaciones para llegar a un hotel en Queens.

En un principio esperaban ir a Maryland a reunirse con un amigo, pero no tenían dinero para llegar. Una conocida les dio una dirección que les permitía coger el autobús a Nueva York, pero les dijo que no podían quedarse allí una vez que llegaran.

Una trabajadora social del hotel de Queens les explicó dónde podían apuntarse para recibir ayuda legal, citas médicas y otras ayudas, dijeron, pero no podían pagar el billete de metro hasta las direcciones indicadas.

A LA ESPERA DEL PERMISO DE TRABAJO

A principios de enero, Fernández había tomado un autobús comercial para reunirse con Gil en Sarasota, Florida. Gómez seguía en Ohio, pero estaba considerando probar suerte en otro lugar.

Pérez y sus hijos estaban en un centro de acogida familiar de Chicago. Su expareja Castro estaba en un albergue para adultos solteros. Los cinco inmigrantes seguían esperando sus permisos de trabajo.

En el refugio donde se alojaban Pérez y sus hijos, dijo que unas 100 familias dormían en catres en una planta del edificio.

Mientras aguarda su permiso de trabajo, dijo Pérez, "estamos en un compás de espera".

A finales de noviembre, los niños estaban matriculados en la escuela y empezaban a aprender inglés. Las escuelas públicas de Chicago han destinado 15 millones de dólares más este curso escolar a ayudas para los alumnos que están aprendiendo inglés, dijo un portavoz.

Una semana antes de Navidad, Pérez hizo cola en el albergue para recibir atención médica para Sharlott, que tenía varicela, y Juan Sebastián, que llevaba dos días vomitando, pero no tenía dinero para medicinas.

(Reporte de Kristina Cooke en Brownsville y Chicago, Ted Hesson en Washington y Mica Rosenberg en Nueva York. Edición en español de Javier López de Lérida)