Muchos migrantes de edad avanzada en Nueva York enfrentan dificultades: ‘No tengo futuro’

Francisco Palacios, de 70 años, que llegó a la ciudad de Nueva York en 1986 desde Ecuador, con la esperanza de algún día ahorrar lo suficiente para regresar a su país y jubilarse, espera antes del amanecer en una esquina donde a veces pide trabajo, en el barrio de Jackson Heights de Queens, el 8 de diciembre de 2023. (Bing Guan/The New York Times).
Francisco Palacios, de 70 años, que llegó a la ciudad de Nueva York en 1986 desde Ecuador, con la esperanza de algún día ahorrar lo suficiente para regresar a su país y jubilarse, espera antes del amanecer en una esquina donde a veces pide trabajo, en el barrio de Jackson Heights de Queens, el 8 de diciembre de 2023. (Bing Guan/The New York Times).

NUEVA YORK — Francisco Palacios, quien se crio en la pobreza en Ecuador, llegó a la ciudad de Nueva York en 1986 con la meta de ganar lo suficiente para algún día regresar a su país y jubilarse.

No obstante, tras solo conseguir empleos con salarios bajos en restaurantes, obras de construcción y una lavandería, Palacios, ahora de 70 años, no tiene ahorros y solo intenta sobrevivir. La mayoría de los días entre semana, espera en una esquina en Queens junto a otros jornaleros con la esperanza de que alguien lo contrate para pintar casas.

Palacios comentó: “Todavía siento que tengo la energía y la fuerza para trabajar”. Aunque, luego, agregó: “No tengo futuro”.

Migrantes de edad avanzada como Palacios conforman ahora poco más de la mitad de la población de la ciudad de Nueva York cuya edad es igual o superior a los 65 años. Su cifra se ha incrementado a más del doble de la cifra de personas mayores nacidas en Estados Unidos desde 2010, principalmente debido al envejecimiento de migrantes que llegaron hace décadas como adultos jóvenes y trabajadores.

Muchos de estos migrantes afirman que nunca contemplaron envejecer en la ciudad y que, tras años de decir: “Me iré mañana”, simplemente no están preparados para esa realidad cuando surja. Algunos todavía persiguen el sueño americano mucho tiempo después de sus mejores años laborales. Otros se han quedado porque no pueden dejar a los hijos y nietos que tienen aquí o la vida que han construido.

Los migrantes mayores han impulsado en gran medida el rápido crecimiento de la población de 65 años en adelante en la urbe a 1,4 millones, según un análisis del censo realizado por Social Explorer, una compañía de análisis de datos. En 2022, había 713.000 migrantes mayores, un aumento del 57 por ciento en comparación con la cifra de 2010. Durante ese mismo periodo, el número de residentes mayores nacidos en Estados Unidos se elevó un 25 por ciento para llegar a 678.000.

Chen Renhou, de 71 años, en un popular lugar de reunión para migrantes chinos mayores en el vecindario de Borough Park en Brooklyn, el 8 de enero de 2024. (Bing Guan/The New York Times).
Chen Renhou, de 71 años, en un popular lugar de reunión para migrantes chinos mayores en el vecindario de Borough Park en Brooklyn, el 8 de enero de 2024. (Bing Guan/The New York Times).

Estos migrantes de edad avanzada (provenientes de decenas de países, incluyendo la República Dominicana, China, Jamaica, Haití y Colombia) han hecho que los vecindarios de la ciudad sean más diversos. Han contribuido a mantener vibrante la economía, pero sus números en rápido crecimiento también amenazan con saturar todavía más los servicios sociales y los recursos limitados en una metrópolis que ya sufre una crisis migratoria.

Aunque muchos adultos mayores enfrentan dificultades financieras y aislamiento social, los migrantes de edad avanzada son quienes sufren las peores condiciones, según aseguran expertos migratorios. Tienden a tener menos años de educación que sus pares nacidos en Estados Unidos y es menos probable que tengan ingresos por pensión o inversiones, según descubrió el análisis del censo. El ingreso promedio anual para un migrante mayor era de 14.592 dólares o poco menos de la mitad de los 30.019 que reciben las personas de edad avanzada nacidas en Estados Unidos.

Muchos migrantes mayores no tienen ahorros tras años de trabajar en empleos que pagan poco y a menudo reciben menos en ingresos de la seguridad social que los residentes nacidos en Estados Unidos. Los migrantes que viven en el país sin permiso legal no cumplen los requisitos para cobrar ninguna suma. Algunos migrantes mayores también reciben ayuda limitada debido a las barreras lingüísticas y culturales.

Cheung Gim Fung, de 92 años, quien trabajó como cocinero en restaurantes chinos tras migrar de Hong Kong en la década de los cincuenta, se ha sentido cada vez más aislado en su vecindario de Sunset Park en Brooklyn a medida que nuevas olas de migrantes chinos provenientes de la provincia de Fujian se han establecido a su alrededor. Cheung, quien visita una panadería cercana todos los días para sentarse con otros migrantes que hablan cantonés, comentó: “No hablo inglés. No hablo mandarín. No hablo el dialecto fuzhou”.

Jonathan Bowles, director ejecutivo del Centro para el Futuro Urbano, una organización sin fines de lucro que ha reportado sobre los migrantes mayores y la población en rápido envejecimiento del estado, mencionó que algunos migrantes de mayor edad ya han caído en la pobreza y el sinhogarismo y los casos aumentarán a menos que los líderes de la ciudad encuentren maneras de ayudarles. En 2022, había 163.000 migrantes mayores que vivían por debajo de la línea de pobreza, un incremento del 37 por ciento en comparación con la cifra de la década previa, según el centro.

Bowles opinó: “Los inmigrantes han dado tanto a la ciudad en su vida laboral. Sería impensable que la ciudad les diera la espalda a los migrantes conforme se vuelven mayores y crecen sus necesidades”.

David Dyssegaard Kallick, director de la Iniciativa de Investigación de Inmigración, un grupo de investigación sin fines de lucro, señala que a pesar de estar concentrados de manera desproporcionada en trabajos con pagos bajos, los migrantes son una parte importante de la economía local, ya que son responsables de alrededor del 31 por ciento de todos los bienes y servicios producidos en el área metropolitana de Nueva York.

Aunque en general, el gobierno federal determina los beneficios de jubilación, los funcionarios municipales y las agencias de servicios sociales de la ciudad han buscado brindar atención médica y servicios de apoyo a migrantes sin importar su estatus legal. El Departamento para Adultos Mayores
de la Ciudad de Nueva York, una agencia municipal con un presupuesto anual de 523 millones de dólares, continuará proporcionando comidas gratuitas y otros programas a adultos mayores incluso a medida que la ciudad enfrenta una crisis presupuestaria, cuyas causas incluyen los costos de albergar a migrantes que buscan asilo, señaló Edgar Yu, un portavoz.

No obstante, eso no es suficiente para satisfacer las necesidades de la creciente población mayor, manifestó la concejala Crystal Hudson, una demócrata de Brooklyn que, como presidenta del comité de adultos mayores del concejo, ha señalado que menos del uno por ciento del presupuesto municipal general se destina a servicios para adultos mayores. Hudson también ha trabajado para lograr que se aprueben leyes recientes que buscan ampliar las protecciones y los servicios legales para los adultos mayores, incluyendo centros obligatorios para adultos mayores en comunidades migrantes que ofrezcan programación en diversos idiomas.

Jeanne Batalova, una analista sénior de políticas en el Migration Policy Institute, un grupo de investigación en Washington, expresó que la mayoría de estos migrantes mayores llegaron en olas en las décadas de los setenta, ochenta y noventa, después de que grandes cambios a la ley federal de inmigración eliminaron las cifras máximas vigentes desde hace mucho tiempo para muchos países y dieron paso a un periodo de más migración proveniente de todo el mundo. La mayor parte de estos primeros migrantes se han convertido en ciudadanos estadounidenses.

Gustavo Rincón llegó a Nueva York en 1973 desde Colombia y, después, comenzó a trabajar como proyectista para Con Edison y se retiró hace más de una década con una pensión. Rincón, ahora de 69 años, pensó en volver a Cartagena (Rincón dijo: “Amo mis raíces, mi cultura”), pero se dio cuenta de que hacía mucho calor y que a los estándares de vida “todavía les falta mucho desarrollo”.

Sara Melendez dejó a sus cinco hijos en Ecuador en 1991 con el fin de hallar trabajo en Nueva York y darles sustento. Melendez recordó que trabajaba arduamente como costurera en una fábrica de ropa y relató: “Vivía al día”. En la actualidad, cuatro de sus hijos aún viven en Ecuador, junto con sus once nietos, pero Melendez, ahora de 89 años y ciudadana estadounidense, habita por su cuenta en un proyecto de vivienda subsidiado en el Lower East Side.

Melendez, quien padece diabetes, argumentó que permanece en Estados Unidos porque la atención médica es mejor que en Ecuador. Ella también depende de una red de servicios para adultos mayores proporcionada por Henry Street Settlement, una agencia de servicios sociales, que incluye a un trabajador social bilingüe, asistencia de salud en casa, revisiones de nutrición y un grupo de apoyo emocional para mujeres llamado “Esperanza”.

New Immigrant Community Empowerment, un grupo de defensoría en Queens que lleva a cabo capacitación laboral y programas de desarrollo, ha comenzado a enseñar habilidades financieras, técnicas y de vida a migrantes que pretenden ayudarles a prepararse para el largo plazo. Hildalyn Colón Hernández, la subdirectora del grupo, aseveró: “Los estamos viendo envejecer” y agregó que muchos de ellos “nunca piensan en el futuro”.

La organización ha tratado de ayudar a Palacios, el pintor de casas de edad avanzada que espera en la acera con otros jornaleros incluso cuando le duelen las piernas y se le entumecen. Palacios, que vive en el país sin permiso legal, indicó que no ha regresado a Ecuador desde que salió hace casi cuatro décadas porque teme que no le permitan regresar a Estados Unidos. Las lágrimas se deslizaron por su rostro al recordar que nunca tuvo la oportunidad de volver a ver a sus padres y tuvo que perderse los funerales de ambos.

Palacios puntualizó: “Vine por el sueño americano”, pero afirmó que acabó “lamentando que todo lo que intenté hacer aquí no funcionó”.

c.2024 The New York Times Company