A la larga, ser astronauta es malo para el cerebro

El astronauta de la NASA Scott Kelly regresó a Tierra en 2016 tras una misión de un año en la ISS. (Crédito imagen: NASA).
El astronauta de la NASA Scott Kelly regresó a Tierra en 2016 tras una misión de un año en la ISS. (Crédito imagen: NASA).

Si vivir en el espacio fuera algo sencillo habría algún organismo ahí afuera, pero hasta donde sabemos las condiciones para la vida en el espacio no podrían ser más hostiles, no ya para los humanos sino para cualquier criatura (excepto tal vez para los fascinantes tardígrados).

En fin, la evolución ha tardado miles de millones de años en dotarnos de las características que nos hacen humanos, pero siempre dentro de un marco de referencia “amable”, nuestro planeta azul. Seguramente estaréis familiarizados con el elevado número de obstáculos físicos que tendremos que vencer si queremos expandirnos por el universo atravesando el espacio. Radiación ionizante, atrofia muscular, problemas circulatorios, etc. Muchos de estos problemas son perceptibles tras analizar el “bajón” médico que sufren los astronautas de la ISS cuando regresan a Tierra. Y cuanto más tiempo pasan en microgravedad peor.

Pero por si todos estos problemas médicos fueran pocos, ahora la cosa empeora. En efecto, un equipo de investigadores alemanes de las universidades de Gotemburgo y Ludwig-Maximilians de Munich, acaba de hacer un descubrimiento demoledor: pasar largas temporadas en el espacio puede provocar daños cerebrales y acelerar la degeneración de las neuronas.

El equipo germano responsable del hallazgo analizó muestras de sangre de cinco cosmonautas rusos que pasaron seis meses a bordo de la ISS, antes y después de embarcarse. Las muestras de sangre posteriores al viaje espacial se tomaron en tres fechas diferentes, concretamente un día, una semana y 24 días después del retorno a Tierra.

Mediante el empleo de lo último en tecnología analítica de matrices de moléculas, los investigadores alemanes midieron los niveles en sangre de cinco biomarcadores importantes para la salud cerebral. Estos incluían a la proteína ligera de neurofilamento (NfL), proteína ácida fibrilar glial, tau total y las proteínas betamiloide Aβ40 y Aβ42.

Los resultados mostraron que incluso en la última muestra (la tomada tres semanas después del regreso a Tierra) los astronautas mostraban altos niveles de NfL, GFAP y Aβ40. Mostrar niveles altos en estos parámetros suele estar relacionado con la presencia de daños físicos en las fibras que interconectan el cerebro, llamadas axones. Los resultados del trabajo parecen indicar pues, que prácticamente todos los tipos de tejido funcional del cerebro se ven afectados por la microgravedad, tal y como reconoce uno de los coautores del trabajo, el profesor Peter zu Eulemburg.

Conviene sin embargo no ser alarmista. La magnitud de los daños cerebrales detectados en los cosmonautas rusos, tras haber pasado seis meses en órbita baja son ciertamente menores. Pero si uno calcula el tiempo que una hipotética misión tripulada a Marte debería pasar en condiciones de microgravedad, los daños cerebrales solo pueden ir a peor.

Fotograma de la película
Fotograma de la película "2001: una odisea del espacio". La estación espacial giratoria lograba crear gravedad artificial. (Crédito imagen: Stanley Kubrick 1968 / Metro-Goldwyn-Myer).

¿Qué está provocando estos pequeños – aunque sensibles – daños en las conexiones neuronales de los astronautas? Los científicos no lo saben a ciencia cierta. Algunas de las hipótesis que manejan apuntan al estrés provocado por el lanzamiento y aterrizaje, o los efectos provocados por la ausencia de peso y el modo en que esta afecta a los fluidos cerebrales.

Un estudio con ratones de 2015, en el que se los expuso a dosis de radiación similares a las que se enfrentaría un astronauta en viaje espacial mostró que la cognición de los animales experimentaba un descenso, y que así mismo se observaban cambios en la estructura e integridad de las neuronas y de las sinapsis (los espacios entre los extremos de las neuronas en los que se envían y reciben los impulsos nerviosos).

Algunos estudios en los que se ha tratado de extrapolar a humanos los efectos observados en animales, sostienen que en una misión al espacio profundo, uno de cada cinco astronautas sufrirá ansiedad, uno de cada tres padecerá problemas de memoria, y prácticamente todos tendrán problemas para tomar decisiones. Justo lo que uno intentaría evitar cuando el éxito de la misión puede basarse en respuestas rápidas y acertadas.

Visto los efectos que la microgravedad provoca en nuestro organismo, no es cuestión de emprender largas misiones tripuladas en condiciones de ingravidez. En lo que a mí respecta creo que ha llegado el momento de plantearnos naves espaciales que incluyan algún mecanismo de simulación gravitatoria basado en la fuerza centrífuga, aunque ello implique crear complejas estructuras giratorias como la que vimos en 2001: Una odisea del espacio.

El trabajo del equipo germano se ha publicado recientemente en la revista JAMA Neurology .

Me enteré leyendo Zmescience.com

Vídeo | La capa de luz verde que rodea a la Tierra vista desde el espacio

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