Miami pierde a Salvat, hombre de acción, de fe e impulsor de la cultura cubana a través de los libros
Juan Manuel Salvat lo dio todo por Cuba. Ante la estatua de José Martí en el Parque Central habanero puso una ofrenda en protesta por la injerencia soviética cuando la visita del viceprimer ministro soviético Anastas Mikoyan en febrero de 1960. Se tiñó el pelo y se puso un nombre falso para evadir las fuerzas represivas castristas, y desde Miami participó en acciones clandestinas a la isla como un verdadero hombre de acción.
Pero es en Miami donde el editor y librero deja un legado extraordinario, porque pocos cubanos, pocos amantes de los libros, pueden pasar por el edificio de la Calle Ocho y la avenida 31 donde estuvo su librería –La Universal como la llamaban todos, que abrió en 1965 y cerró en el 2013– sin pensar en ese pequeño pedazo de su isla, esos anaqueles de sabiduría que construyó con su esposa Marta y que durante más de 50 años mantuvieron a la vista los nombres más importantes de las letras cubanas, incluyendo aquellos que el oficialismo cultural castrista quiso borrar.
Salvat (Sagua La Grande, 1940) falleció en Miami el martes 26 de noviembre, a las 11:45 a.m., después de pasar varios días hospitalizado por un coma diabético en el Doctors Hospital de Coral Gables. Pocos días antes había celebrado 64 años de matrimonio con Marta, su novia desde el pueblo y su compañera del exilio, con la que se casó en la iglesia de Sts Peter and Paul, en la frontera entre La Pequeña Habana y The Roads.
Fue un convencido católico y un padre de familia que impregnó en sus hijos la ética de trabajo que él recibió de su padre, un inmigrante catalán que tenía una bodega en la que el joven Salvat trabajaba para luego comprar libros.
En sus 84 años vivió varias vidas, como dice su hijo menor, Miguel Angel Salvat, quien suele contar a sus amigos que a los 30 años su padre había vivido lo que ellos no podían soñar en toda una vida.
“Mi padre me recordaba las películas de Karate Kid. Siempre nos estaba dando lecciones. Si le pedía un juguete me decía que primero tenía que bajar todas las cajas de libros de un camión y después trabajar en el mostrador”, dijo Miguel Angel Salvat a el Nuevo Herald.
El día que su padre comenzó a sentirse tan mal que terminó en el hospital, se preparaba para ir a uno de los retiros a los que solía asistir en el Centro de Espiritualidad Ignaciana en Casa Manresa, en el suroeste de Miami, apuntó Miguel Angel.
“Lo hice y lo hago todo por Cristo y por Cuba, las razones principales de mi labor, además de luchar por y con mi familia”, dijo en una ocasión Salvat.
“Tras la apariencia apacible de Salvat se escondía un hombre valiente”, señala el escritor, periodista y expreso político José Antonio Albertini.
“Bullía su fervor por Cuba, por la que era capaz de sacrificarlo todo”, dijo Albertini, que sostuvo con Salvat una amistad de casi 50 años.
Albertini, que publicó con el sello editorial creado por Salvat, Ediciones Universal, los libros Tierra de extraños y El entierro del enterrador, recuerda las tertulias literarias en la librería, las de los sábados, cuando se presentaban títulos en el segundo piso, y las muy especiales, los días 25 de diciembre, cuando venía “la flor y nata de la intelectualidad cubana”.
“Estaban demócratas, republicanos, anarquistas, socialistas. Ahí nos reuníamos todos y conversábamos. Siempre se pasaba un buen rato y se hablaba de todo”, recordó Albertini.
La librería Universal, puente a la cultura cubana
A través de la Librería Universal se entraba a los pasajes de la memoria cubana. Desde la Colonia hasta la República, desde las guerras de independencia hasta las luchas anticastristas en las que Salvat fue uno de los protagonistas. Desde el asalto al Palacio Presidencial hasta la fundación de los movimientos proderechos humanos y la agonía de los presos políticos de Fidel Castro, allí se podía caminar más de un siglo de la historia y repasar la creación cultural de Cuba y del exilio cubano.
Con un gesto amable Salvat recibía a los lectores, turistas, o simplemente a cualquier alma perdida que buscara en Miami libros en español, textos de los clásicos de habla hispana, mapas de Cuba, afiches, novelas, poemarios. En los anaqueles de La Universal, estaban los libros de Leví Marrero, Manuel Moreno Fraginals, Carlos Ripoll, Lydia Cabrera, Carlos Montenegro, Enrique Labrador Ruiz, Marco Antonio Ramos, Reinaldo Arenas, José, Juan y Nicolás Abreu Felippe, Reinaldo Bragado Bretaña, Luis de la Paz, Carlos Alberto Montaner, Teresa Fernández-Soneira, Amelia del Castillo, Hilda Perera, Enrico Mario Santi y Uva de Aragón.
“Comenzó sin nada a los inicios de aquel difícil exilio de los años 60 en el que en Miami no había nada, y llegó a publicar casi 2,000 obras de diferentes temas, enfoques y posiciones políticas porque no discriminaba. Su editorial estaba abierta a todos, y a todos ayudó con su gran bondad y paciencia”, escribió la historiadora Teresa Fernández Soneira, que publicó ochos obras sobre la historia de Cuba y la mujer cubana con Ediciones Universal, que empezó como Distribuidora Universal, vendiendo libros a través de catálogos y por correo.
La primera Librería Universal estuvo en la misma Calle Ocho pero a la altura de la avenida 24, y desde sus inicios fue un punto de reunión y refugio de la cultura cubana no solo para los miamenses, sino para los cubanos que venían en peregrinación hasta el pequeño local cuando visitaban Miami.
“Yo era una mamá que trabaja de secretaria en Washington, y siempre que venía a Miami compraba libros en La Universal”, dijo la escritora Uva de Aragón, apuntando que Salvat les permitía comprar a crédito.
“Fue un puente hacia mi lengua y mi cultura”, recordó De Aragón, que más tarde publicó con Salvat nueve libros.
Mantuvieron una amistad de 50 años de la que De Aragón atesora muchas anécdotas, incluyendo las reuniones en la oficina del editor cada vez que se preparaba para publicar un libro, y en especial un viaje a la Feria del Libro de Guadalajara en el 2002.
Salvat le entregó entonces numerosos ejemplares de Memoria del silencio, “una novela de reconciliación”, apunta De Aragón, para que ella la regalara a los escritores de la isla que asistían a la feria.
Visionario y de mirada amplia
La capacidad de Salvat para respetar una variedad de puntos de vista es uno de los méritos del editor que resaltan intelectuales cubanos que lo consideraron su amigo.
“Era un hombre de profundas convicciones cristianas a quien escandalizaba un poco mi desembozado agnosticismo, pero sin que esa discrepancia llegara a rozar siquiera el sincero afecto que nos profesábamos. Lo recordaré siempre por su calidez y por su bonhomía”, dijo el escritor Vicente Echerri, que publicó dos de sus libros con Ediciones Universal.
“La impresión, valga decir, corrió enteramente por cuenta de la editorial”, apuntó Echerri, indicando que la figura del amigo siempre se sobrepuso a la del editor.
Alejandro Ríos, que compartió con Salvat en el Programa Iberoamericano de la Feria del Libro de Miami, coordinado por el Miami Dade College, destaca el humanismo del editor y librero.
“Siempre me impresionó que pasó de la violencia de las armas, lo cual tenía su lógica porque había que pelear, a fundar uno de los legados más importantes del exilio, Ediciones Universal”, dijo Ríos.
“Su arma fue preservar la cultura fuera de Cuba, difundirla”, dijo De Aragón, agradeciendo al sistema de difusión de Salvat el hecho de que sus novelas se puedan encontrar hoy en bibliotecas del mundo.
Cuba, los libros y la fe
Juan Manuel Salvat nació el 27 de mayo de 1940 en Sagua la Grande, antigua provincia de Las Villas.
Estudió en el Colegio de la Salle y matriculó Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana. Desde allí se sumó primero a las protestas contra la dictadura de Fulgencio Batista y después fue uno de los primeros luchadores contra el régimen de Fidel Castro. Fue uno de los fundadores del nuevo Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE).
Fue fundador del periódico Trinchera en el verano de 1959 en la Universidad de La Habana, con Alberto Muller, Reinaldo (Ronnie) Ramos, Liliam Abella, Jorge Garrido, Juanín Pereira, Yara Borges, estos tres últimos fallecidos.
Su participación en la protesta contra la visita del viceprimer ministro soviético Anastas Mikoyán a La Habana, el 5 de febrero de 1960, provocó su expulsión de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), de la cual fue su vicesecretario general, y también de la universidad.
Salvat sufrió entonces ataques públicos en la Plaza Cadenas de la Universidad de La Habana, rodeado por turbas que pedían ‘paredón’, según contó en una entrevista a la revista Encuentro de la Cultura Cubana, de acuerdo con Diario de Cuba.
Tras refugiarse en la embajada de Brasil, Salvat marchó al exilio en Estados Unidos, pero luego regresó a Cuba con documentación falsa para tratar de mantener la lucha clandestina del DRE contra el régimen castrista.
Entre sus acciones con el DRE, destaca su participación el 24 de agosto de 1962 en el ataque desde dos lanchas rápidas por la zona de Miramar, en La Habana, contra el hotel Rosita de Hornedo (luego Sierra Maestra), al que dispararon cuando se alojaban asesores soviéticos y de otros países del campo socialista. La operación fue planeada por la estación de la CIA en Miami, recoge el periodista Wilfredo Cancio Isla.
Libros para Cuba
Como editor soñaba con que sus publicaciones pudieran circular libremente algún día en Cuba.
“Siempre asocio la vida de Salvat con la alegría pues los libros son una fuente de satisfacción”, dijo el escritor Luis de la Paz, que se inició en la literatura con Un verano incesante (1996), publicado por Ediciones Universal.
“Su gran aporte, como hombre visionario, fue entender que a través de la literatura también se hacía patria y se podía luchar por la libertad de Cuba. Sin su apoyo, mucho del quehacer literario de los cubanos desterrados se hubiera perdido”, concluyó De la Paz.
A Salvat lo sobrevive su esposa Marta, sus hijos Marta María, María Cristina, Juan Manuel Salvat Jr., Miguel Angel Salvat, cinco nietos y tres bisnietos.
No se efectuarán servicios funerarios, pero más adelante se celebrará un misa de la que aun no hay detalles.