Los miamenses, ¿son gente ‘nice’? Nada que ver. Miami terminó como la ciudad menos amable de EEUU

Ringo Starr cantó: “Voy tirando con un poco de ayuda de mis amigos”, pero nunca ha vivido en Miami.

Mister Rogers cantó: “Siempre he querido tener un vecino como tú”. Pero tampoco él nunca ha vivido en Miami.

Si Ringo y Fred hubieran vivido en Miami, probablemente no le cantarían a tantos amigos y vecinos. Eso es lo que piensan los propios miamenses, que opinaron honestamente en una encuesta nacional donde se les preguntó sobre la falta de amabilidad en la ciudad.

Aunque es cierto que Miami es caliente, es absolutamente fría en lo referente a relaciones interpersonales, según un sondeo de opinión semianual que mide la participación voluntaria y la vida cívica en Estados Unidos, y que realizaron juntos AmeriCorps y la Oficina Nacional del Censo.

Las dos agencias federales recopilaron información de las 12 áreas metropolitanas más grandes del país para calificar a las ciudades en dos categorías: ayuda informal y voluntariado formal a través de una organización.

Miami finalizó en el último lugar, como la ciudad menos servicial de todas. Pero no estuvo ni cerca. Philadelphia, la Ciudad del Amor Fraternal, terminó en el primer puesto.

Solo el 35.5 por ciento de los miamenses tienen la amistosa costumbre de ayudar informalmente o hacerle favores a otras personas, como ayudar a alguien a cruzar una calle, sujetar una puerta para que alguien entre o salga, ayudar con un neumático ponchado, limpiar una cochera, dar direcciones para llegar a algún sitio, cuidar a los niños de un vecino, darle comida a las mascotas de los vecinos, hacer alguna diligencia, echarle un vistazo a ancianos que viven solos o prestar una taza de azúcar.

Como diría cualquier nacido en Miami acostumbrado a los conductores que se mueven enloquecidos por la autopista I-95 o se cuelan en una cola: “No era por gusto que el programa no se llamaba Miami Nice”.

Boston quedó como la ciudad menos egoísta de todas con un 57.9 por ciento de bostonianos dando una mano; Philadelphia quedó segunda con un 57.8 por ciento y Chicago terminó en el tercer puesto con un 54.6 por ciento. La Gran Manzana finalizó en el octavo lugar con un 43.6 por ciento. A nivel nacional, cerca de un 51 por ciento de norteamericanos ayudan por un sentido de gentileza, no obligación.

En voluntariado formal con una organización, Riverside, California, terminó en último lugar con solo un nueve por ciento de residentes ayudando en bancos de alimentos, enseñando a estudiantes, limpiando la basura, inscribiendo votantes, alimentando a los desamparados, entrenar para deportes de minusválidos, o recaudando dinero para las investigaciones sobre el cáncer. Miami quedó Segundo con un 14 por ciento.

Las ciudades con la cultura voluntariado más activa, Philadelphia (28.7), Washington, D.C. (27.9), y Chicago (27.6). Boston y Phoenix quedaron empatadas con un 25.4 por ciento. A nivel nacional, se estima que un 23.2 por ciento de americanos trabajan como voluntarios con diferentes organizaciones.

En otras cuatro medidas de compromiso cívico, Miami terminó en el último puesto o cerca. Miami finalizó de última en el apartado “Hacerle favores a los vecinos”. De antepenúltima en “Pertenecer a una organización” y penúltima en “Donar a una organización benéfica o a un grupo caritativo”.

La Florida no clasificó entre los 10 primeros lugares estatales de ayuda informal. Montana, Nebraska y Maine ocuparon los tres primeros puestos.

El estado del Sol tampoco quedó entre los 10 primeros lugares de voluntariado formal. Utah, Wyoming y Minnesota ocuparon los tres primeros puestos entre todos los estados.

¿Por qué hay tantos miamenses poco amistosos, desconsiderados y poco caritativos en estudio tras estudio de la salud cívica de ciudades, tanto nacional como internacionalmente?

Los sociólogos y las personas que lidian con la tensión diaria de la dinámica de Miami han analizado el motivo de que un lugar tan cálido puede ser tan hostil. Y han señalado una serie de factores: la rica diversidad de Miami puede hacer difícil la comunicación. Es una ciudad de trasplantes, inmigrantes, turistas de invierno y turistas de un sinfín de países que hablan idiomas diferentes y vienen de lugares distintos.

No nos olvidemos de la furia al volante, que provoca incidentes con gran frecuencia, aumenta la presión sanguínea y el resentimiento hacia el conductor incompetente y rudo que toma la dirección equivocada en la rampa de salida de la autopista o la emprende a balazos con otro.

Miami es también una ciudad joven, de modo que los residentes no discuten las historias del Heat o de los Marlins como hacen nuestros vecinos del norte con los Celtics y los Cachorros, aunque los miamenses tienen una fuerte conexión cuando ataca un huracán. El crecimiento sin estadísticas fiables y nuevas oleadas de personas hacen que no sea nada fácil poder conectarse entre sí.

Y también está el hecho innegable que es una ciudad tristemente célebre por atraer más que su cantidad de estafadores y vagabundos, lo que provoca aun más desconfianza y sospechas.

Una simple sugerencia: la próxima vez que veas a tu vecino en la acera, trata de reír un poco. La risa es un idioma universal.

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Traducción de Jorge Posada