El presidente mexicano que ayudó a inventar la goma de mascar (y perdió Texas)

Ilustración de político y militar mexicano López de Santa Anna.(Imagen: Getty)
Ilustración de político y militar mexicano López de Santa Anna.(Imagen: Getty)

Masticar chicle es uno de los hábitos más antiguos de la humanidad. Aunque fue la ambición política de un desterrado presidente mexicano lo que permitió que esa sustancia gomosas usada desde el neolítico se transformara en el masivo producto que conocemos en la actualidad.

Los humanos de la edad de piedra descubrieron que de la savia de los árboles era posible extraer un material flexible y pegajoso que no se podía comer pero que calmaba la insaciable necesidad de tener algo dentro de la boca.

Los árboles productores de esas particulares savias variaban dependiendo a la región geográfica. Hay evidencia arqueológica en la isla sueca de Orust, que muestra que sus habitantes masticaban tacos de resina de abedul hace 9.000 años. En la antigua civilización griega masticaban resina de lentisco, mientras los mayas masticaban savia de chicozapote y los nativos americanos preferían la savia de abeto.

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El ex presidente Antonio López de Santa Anna quiso financiar su regreso al poder haciendo negocios con el ancestral chicle maya (Getty Images)

Pero la masificación del chicle se la debemos al general Antonio López de Santa Anna.

Los historiadores señalan que desde la proclamación en 1821 de la independencia de México hasta el afianzamiento a partir de 1855 de los liberales, Santa Anna fue la figura omnipresente en la turbulenta vida política del país, a veces como presidente electo y otras como dictador.

Su polémica biografía está llena de actos extravagantes que costaron mucho a la recién nacida república mexicana. Santa Anna intentó impedir los esfuerzos autonomista de los colonos extranjeros de Texas y logró tomar la fortaleza del Álamo, pero bastaron sólo 20 minutos para que cayera vencido por las tropas de Samuel Houston. “Para salvar su vida Santa Anna firmó los Tratados de Velasco (1836) en los que México reconocía la independencia de Texas. La ocasión para recuperar su prestigio se presentó en 1838 en la llamada “Guerra de los pasteles”, propiciada por intereses de súbditos franceses en México, durante la cual perdió una pierna”, explica una publicación del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Después de la Guerra México-Estadounidense, se convirtió en presidente de México por última vez en 1853, hasta 1855 cuando fue derrocado y se vio obligado a marcharse al exilio.

Antes de partir, un estafador colombiano convenció a Santa Anna de que su mejor opción pera viajar a Nueva York para reunir apoyo político y financiamiento para recuperar el poder en México. Pero ya era demasiado tarde cuando se dio cuenta de que lo habían embaucado y terminó en bancarrota en Staten Island.

Santa Anna se había habituado a masticar la savia del chicozapote y antes de partir había empacado una buena cantidad de “chicle”, como los mayas llamaban originalmente a esa sustancia masticable e insípida.

El ex mandatario intentó hacer varios negocios para salir de su ruina. Una de sus idea era usar el chicle maya como otra materia prima para el hule. Y en se empeño se asoció con Thomas Adams, un inventor local que trabajaba como vidriero, para convertir al chicle en nueva clase de caucho para usarlo en llantas de bicicletas y dirigibles.

Pero la savia del árbol del chicozapote, originario de la Península de Yucatán, tiene una textura y consistencia similar a la del caucho, pero responde rápidamente a las variaciones de temperatura. Esta rápida respuesta térmica hace que el chicle sea más suave en la boca, haciéndolo más fácil de masticar que el caucho.

El negocio que Santa Anna le propuso a Adams tenía un potencial muy lucrativo porque la demanda de los neumáticos de caucho era cada vez mayor. Adams se interesó lo suficiente como para importar una tonelada de chicle de México y experimentar con la sustancia con la esperanza de que sirviera como un sustituto viable del caucho.

Pero los sucesivos experimentos nunca dieron resultados y Adams nunca pudo transformar al chicle maya en una sustancia apta para fabricar llantas de caucho.

Santa Anna rompió la sociedad con Adams, decepcionado por el fracaso de su plan. Pero Adams no desistió. Intentó durante más de un año lograr el proceso de vulcanización, en el que combinaba al chicle con azufre para darle una mayor elasticidad y duración.

La gran inspiración le llegó cuando vio a una niña comprar una especie de caramelo para mascar hecho con cera de parafina en una tienda de dulces. El negocio no era transformar el chicle en un nuevo tipo de caucho sino popularizar su uso ancestral. Entonces fabricó un primer lote de bolas de chicle sin sabor, que lanzó al mercado en 1859 y se agotó con rapidez.

A poco tiempo, Adams fundó American Chicle Company, que se convirtió en la planta de fabricación de chicle más grande del mundo. En la actualidad, la compañía original pertenece a la firma Cadbury, pero algunas de las primeras marcas de chicles, como Dentyne y Chiclets, todavía permanecen en el mercado.

Y el chicle maya se convirtió en la base de una industria multimillonaria, hasta que la tecnología propició la creación de gomas artificiales que sirven de base para la fabricación de las gomas de mascar que de hoy.

Para 1926, la fortuna de la familia Adams era de unos dos millones de dólares, que equivalen 30 millones de dólares de la actualidad.

En cuanto a Santa Anna, pudo regresar a México en 1874 bajo una amnistía general. Murió en la pobreza el 21 de junio de 1876, en su casa de la Ciudad de México, a los 82 años.

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