Mercurio, malaria y palo santo: las tormentosas curas antiguas contra la sífilis
La ciencia tiene cinco siglos combatiendo la sífilis, una enfermedad de transmisión sexual que se manifiesta inicialmente con llagas en los genitales, pero que en sus casos severos puede causar daños neurológicos o la muerte.
Unas 87 millones de personas son diagnosticadas con sífilis anualmente y a menos 300.000 fetos y neonatos mueren infectados por sus madres aunque puede curarse con penicilina, según la Organización Mundial de la Salud.
Los investigadores también han detectado que la evasiva bacteria Treponema pallidum usa un solo gen para pasar desapercibida por el sistema inmunológico. Eso explica por qué la sífilis puede permanecer escondida dentro de un organismo durante décadas o por qué tiene la habilidad de reinfectar a personas que ya habían adquirido inmunidad.
El camuflaje es una habilidad que no sólo despliega la bacteria a nivel genético sino también es una constate en las manifestaciones físicas de la enfermedad.
Los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, según sus siglas en inglés) ya habían llamado a la sífilis “la gran imitadora” porque tiene muchos síntomas posibles que se parecen a las de otras enfermedades. "La llaga de sífilis que aparece justo después de infectarse por primera vez no produce dolor y puede confundirse con un pelo encarnado, una cortadura con un cierre u otro golpe que no parece dañino".
El desarrollo de una vacuna para inmunizar a las personas contra el camaleónico microorganismo es una prioridad de salud pública mundial. Pero la realidad es que tras 500 años de estudios, aún queda mucho por descubrir. Uno de los motivos es que hasta hace poco los científicos no habían podido cultivar la bacteria en un plato de laboratorio.
¿Origen precolombino?
Mucho se ha debatido sobre el origen de la sífilis. Algunos expertos defienden la "hipótesis colombina", que sugiere que la enfermedad viajó desde América hacia Europa por la exitosa tripulación que descubrió el Nuevo Mundo, junto a Cristóbal Colón en 1493.
El purulento mal se regó como pólvora por España. Luego, los soldados y mercenarios que combatieron en las guerras europeas en 1494 y 1495, la propagaron por el resto del continente.
Otros apoyan la “hipótesis precolombina”, que asegura que la sífilis existía en Europa antes de los viajes de Colón a América. Las evidencias se basan en estudios microscópicos de esqueletos con lesiones óseas que habría causado la sífilis en el noreste de Inglaterra. Una tercera posición es que la enfermedad siempre ha tenido una distribución global.
Curas que no curan
La historia médica no sólo se ha concentrado en ubicar el lugar de nacimiento de la sífilis sino también ha rastreado los tratamientos para curarla.
Las epidemias de sífilis, que comenzaron al final del siglo XV, fueron tratadas con los procedimientos terapéuticos de la Edad Media. Los infectados fueron sometidos a purgantes, sangrías, aguas termales, dietas especiales y remedios empíricos como sirope de serpiente sin mayores resultados.
"La ineficacia de la terapéutica indujo a los enfermos a invocar a los santos, al ser atribuida la enfermedad a un castigo divino por los pecados de lujuria o a una conjunción de los astros", dijo una revisión histórica publicada en la Revista Española de Quimioterapia.
Entre los recursos terapéuticos utilizados a lo largo de la historia, destacan el mercurio, el guayaco, la malaria, los ioduros, los arsenicales y el bismuto. Hasta que en 1943 la penicilina hizo su entrada triunfal y se convirtió en el tratamiento adoptado por consenso mundial.
La magia del guayaco
Antes de la llegada de los antibióticos, cualquier intento era mejor que nada.
Si la sífilis era americana entonces la cura para el llamado Mal de Buba también tenía que estar allá, parecen haber inferido los sabios europeos medievales. El humanista alemán Ulrich von Hutten reveló los detalles de un tratamiento a base de guayaco, en el texto De guaiaci medicina et morbo gallico.
El Guaiacum officinale es un árbol perenne de madera muy dura que abunda en las islas y costas caribeñas, donde también se le conoce como Guayacán.
"La cura comenzaba con la elaboración de una infusión a partir de una libra del leño troceada y ocho de agua, que se calentaba sin llegar a ebullición hasta que el volumen se redujese a la mitad. Posteriormente, el preparado obtenido era administrado a lo largo de un mes al enfermo, que además debía mantener durante este tiempo un duro régimen que incluía permanecer encerrado en una habitación a alta temperatura y alimentarse lo menos posible", señaló un artículo de la revista Mètode.
La idea era que el paciente "sudara la enfermedad", de acuerdo con la teoría de los humores de la época. Pero las propiedades curativas del llamado palo santo resultaron ser falsas y el mismo Hutten murió de sífilis en 1523.
Una idea mercurial
Las curas con mercurio fueron consideradas un medicamento tópico excelente para cicatrizar lesiones de piel un siglo antes de la aparición de la sífilis en Europa. Los médicos de la Edad Media desestimaron los conocimiento de antiguos como Galeno, quien en el siglo II se oponía a su utilización del mercurio por sus propiedades tóxicas.
Los tratamientos consistían en fricciones, emplastos o lavados con soluciones preparadas con mercurio. Hasta que en 1502 comenzaron las fumigaciones con cinabrio (sulfuro de mercurio), en las que se colocaba al enfermo en una habitación con una estufa caliente para que respirara el vapor de la sustancia.
Las curas con mercurio resultaban muy perjudiciales para los pacientes que sufrían ataques de asma, fuertes dolores de cabeza, perdida de dientes y convulsiones. Algunos morían por el tratamiento y no por la enfermedad.
La malarioterapia
A principios del siglo XX, la sífilis era la enfermedad infecciosa más letal. En los casos más severos, que pueden ocurrir hasta 20 años después de la primera infección, la bacteria ataca el sistema nervioso y causa la neurosífilis, que puede causar parálisis, demencias o la muerte.
🔬 Un 3 de mayo, como hoy, en 1909, el científico alemán Paul Ehrlich anuncia el éxito de su medicamento contra la sífilis.
💻 Entérate aquí. pic.twitter.com/8do828YMXq— Concytec Perú (@ConcytecPeru) May 4, 2020
El español Ruy Díaz de Isla fue el primero que afirmar que la fiebre tenía un efecto beneficioso en la sífilis en el siglo XVI.
Según el divulgador científico José Ramón Alonso, el bacteriólogo japonés Hideo Noguchi demostró en 1911 que la llamada paresis general o dementia paralytica era en realidad la etapa terminal de una neurosífilis. Paralelamente, Julius Wagner von Jauregg notó que algunos enfermos de demencia paralítica mejoraban considerablemente si sobrevivían a un tifus grave o a una tuberculosis. Para él, el factor común era que todos habían tenido fiebres muy altas y habían perdido la consciencia.
Entonces a Wagner von Jauregg se le ocurrió que una cura para la sífilis podía ser la malaria, que es una enfermedad febril aguda producida por un parásito.
Wagner von Jauregg les inyectaba a los pacientes sangre con malaria para generar fuertes fiebres y luego los trataba con quinina para curar la infección parasitaria. Un estudio internacional de 2.460 casos de pacientes con sífilis que fueron infectados con malaria, encontró que un 27,5% habían mostrado una gran mejoría y un 25,6% una mejoría más leve.
Wagner-Jauregg se convirtió en el único psiquiatra que ha recibido el premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1927.
El surgimiento de la penicilina dos décadas después puso fin a los tormentosos tratamientos contra la sífilis. Porque las molestias y síntomas son Sífilis podían ser muy severos en personas con paludismo
La bacteria Treponema pallidum sucumbe a los antibióticos.
El problema sigue siendo evitar el contagio a través de la abstinencia sexual o al tener relaciones sexuales con condón hasta que se desarrolle una vacuna que inmunice a la población mundial. O que la persona infectada acuda al médico sin temor al estigma social una vez que tiene los síntomas para recibir el medicamento de manera oportuna.