En memoria de Beatriz, Centroamérica lucha contra la penalización absoluta del aborto

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El 8 de octubre de 2023 se cumplieron 6 años en los que vivimos tu ausencia física, Beatriz, y es una fecha que nos da motivos para honrar tu historia de lucha y esperanza.

Beatriz es el nombre de una joven salvadoreña conocida en el mundo como la mujer que se atrevió a desafiar el sistema patriarcal de [in]justicia en El Salvador. Su vida y testimonio dan cuenta de las graves consecuencias de la prohibición absoluta del aborto. Hoy, a seis años de su lamentable partida, hacemos nuestra su demanda por decidir sobre su vida y su cuerpo; Beatriz quería vivir, ver crecer a su pequeño hijo y desarrollar su proyecto de vida.

Beatriz fue una joven de 22 años originaria de una comunidad rural en la zona oriental de El Salvador, que padecía lupus y gestaba un feto anencéfalo sin posibilidades de vida extrauterina. Como Beatriz, otras mujeres enfrentan casos similares en El Salvador y la región, situaciones que ponen en grave riesgo su salud y su vida, y donde sus voces y su voluntad son silenciadas frente a la prohibición absoluta del aborto. Pero Beatriz no guardó silencio, no aceptó el destino cruel trazado por la tiranía de un Estado que pretende decidir sobre la vida y cuerpo de mujeres y personas con capacidad de gestar. Beatriz decidió desafiar al sistema de [in]justicia salvadoreño para luchar por su vida, solicitando la interrupción de su embarazo. Ahí comenzó este camino por la dignidad y soberanía sobre su cuerpo; ahí se gestó el movimiento histórico que hoy busca una sentencia interamericana en materia de derechos reproductivos.

En el año 2013, América Latina conoció a Beatriz a través de la Plataforma: “Beatriz tiene derecho a vivir”, impulsada por diversas organizaciones feministas salvadoreñas y acompañada desde el movimiento feminista y de derechos humanos a nivel regional y global, que sumaron sus voces y esfuerzos para hacer visible la exigencia del respeto a la salud y vida de Beatriz, “la Antígona 1 salvadoreña”. Beatriz le puso nombre, rostro y cuerpo a un debate que hasta entonces era poco conocido: las consecuencias de la absoluta penalización del aborto en la vida y salud de las mujeres y personas gestantes. La indignación que su historia generó se convirtió en debate cotidiano en aulas de escuelas y universidades, en espacios privados y públicos. La ciudadanía se fue apropiando de su historia, de su lucha por la vida. Las organizaciones que inicialmente conocimos su caso, supimos que la lucha de Beatriz no era sólo suya, no era sólo nuestra: era la lucha de todas.

Frente a la indignación, nos convocamos dejando fuera y lejos las diferencias y las distintas luchas: la demanda de Beatriz articuló diversas expresiones del movimiento feminista, organizaciones defensoras del derecho a la salud, juventudes, movimiento sindical, entre otros. Nos articulamos en la Plataforma Ciudadana “Beatriz tiene derecho a vivir” e hicimos nuestras las calles, frente a la Corte Suprema de Justicia, eventos públicos, plazas, plataformas digitales y medios.

Así fue como le dijimos al expresidente (con una pancarta en un evento público): “Presidente Funes: ¿Si Beatriz fuera su hija, la dejaría morir?”. Tejimos muchas alianzas con el sector médico, académico, nacional e internacional que sumaron sus voces a un clamor que no sólo era legítimo, sino urgente y necesario.

Beatriz tenía un proyecto de vida en compañía de su hijo, pero los estereotipos de género impuestos por la legislación e idiosincrasia conservadora salvadoreña decidieron por ella. Pasaron más de 3 meses en los que Beatriz fue forzada a continuar su embarazo, y después de que el Estado de El Salvador le diera la espalda a través de la Corte Suprema de Justicia, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió medidas provisionales contundentes que obligaron al Estado salvadoreño a realizar lo necesario para salvaguardar la vida y salud de Beatriz.

Finalmente, el embarazo de Beatriz fue interrumpido 81 días después de su primer solicitud; 81 días en los que fue sometida a una tortura física y psicológica absolutamente innecesaria.

Beatriz fue víctima de un Estado indolente y expuesta públicamente por su decisión de solicitar la interrupción del embarazo para salvar su vida, dentro de un contexto de andamiaje rígido e institucionalizado para prohibir el aborto bajo cualquier causa. Su fortaleza hizo frente a las históricas posiciones fundamentalistas y conservadoras carentes de criterios médico-científicos, que discriminan y violentan los cuerpos y vidas de niñas, jóvenes, mujeres y personas con capacidad de gestar en El Salvador.

Lamentablemente, historias como las de Beatriz siguen sucediendo cotidianamente. No son casuales los perfiles de quienes mayoritariamente enfrentan esta situación: jóvenes en condiciones socio-económicas y geográficas vulnerabilizadas, con bajo acceso a educación formal y aun menos a información y atención en materia de salud sexual y reproductiva. Estas características dan cuenta de que no se trata de un fenómeno aislado sino sistémico y de distribución desproporcionada de la violencia que el Estado ejerce sobre determinadas vidas e historias. Con la esperanza de que ninguna mujer viviera lo que ella vivió, Beatriz llevó su caso ante el Sistema Interamericano.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Tribunal de Justicia más alto del continente, conoció en marzo de 2023 los testimonios de quienes acompañaron a Beatriz en su lucha por la vida y dignidad. En la sede de la Corte IDH, basada en San José, Costa Rica, se desarrolló la audiencia pública del caso Beatriz vs El Salvador: el primer caso en la historia de la Corte IDH que habla sobre aborto. Esta oportunidad podrá sentar un precedente para que se ordenen medidas de no repetición que aseguren que historias como la de Beatriz no vuelvan a suceder.

Con profundo dolor sabemos que Beatriz no podrá conocer los impactos que ha tenido su caso en la región, ya que el 8 de octubre de 2017 falleció por complicaciones de salud a consecuencia de un accidente; su cuerpo no tenía las mejores condiciones para resistir una batalla más, las consecuencias de los 81 días de espera que tuvo que enfrentar en 2013 deterioraron gravemente su salud. Tenía 27 años. Una vez más el Estado le falló.

Mantener viva su memoria y su legado en un contexto regional e internacional de profundización de crisis democrática y de derechos humanos, es continuar alzando nuestras voces frente a un Estado que impone políticas criminales sobre nuestros cuerpos y vidas. Esta región continúa padeciendo la histórica influencia de discursos y acciones fascistas y antiderechos que violentan a las niñas, jóvenes, mujeres y personas sexo-género disidentes.

Hoy más que nunca, hacemos nuestra la voz de Beatriz que con fuerza exclamó que no quería que ninguna otra mujer pasara por lo que ella pasó. Por Beatriz, su memoria y su lucha, estamos seguras de que otras personas verán florecer las semillas de esperanza que ella sembró.

Beatriz: te guardamos en nuestra memoria y te nombramos en la lucha permanente por los derechos de las mujeres y por todas las personas con capacidad de gestar. Hoy hacemos nuestra tu lucha y te decimos que no fue en vano que abriste el camino para que no haya más Beatrices, fuiste víctima y heroína como Antígona, alzaste tu voz por las que antes no pudieron hacerlo. Y hoy, nosotras alzamos nuestras voces por vos, por nosotras y por todas.

* Alejandra Burgos es teóloga feminista y defensora de derechos humanos de la Colectiva Feminista para el Desarrollo Local. Liliana Caballero es abogada feminista y oficial de incidencia del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional – CEJIL (@cejil).

 

1 Símbolo de lucha y determinación, Antígona es una mujer joven víctima y a la vez heroína, la única capaz de desafiar al tirano Creonte y la ley de la polis para poder dar sepultura a su querido hermano Polinices. A lo largo de los siglos, y de manera particular durante el XIX, su figura se convirtió en un sinónimo de resistencia y reivindicación. Ver aquí.