Las mejores estadísticas de Trump entre los latinos fuerzan a un grupo de derechos civiles a reflexionar sobre su pasado
En un frío y lluvioso domingo de febrero de 1929, un grupo de hombres latinos enfundados en elegantes trajes y canotiers se reunieron en un salón de convenciones de Corpus Christi, Texas, listos para forjar un nuevo grupo latino de derechos civiles.
La mayoría de los hombres, unos 175 en total, eran veteranos mexicoestadounidenses de la Primera Guerra Mundial. A su regreso a casa una década antes, encontraron una pequeña pero próspera clase media hispana en el sur de Texas, donde ayudaron a formar tres de las organizaciones de derechos civiles más destacadas de la región.
En esta ocasión, los hombres se disponían a fusionar sus grupos a fin de formar la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos, o LULAC, con la esperanza de aprovechar mejor sus recursos para combatir el racismo y elegir líderes políticos que representaran a sus familias y sus intereses.
Se trataba de ideas radicales. En aquella época estaban en vigor las leyes de Jim Crow, los impuestos electorales les impedían votar a muchos negros y mexicoestadounidenses y algunos restaurantes colgaban en sus puertas carteles que les prohibían la entrada a perros y mexicanos.
Casi un siglo después, cuando el presidente electo Donald Trump está a punto de regresar a la Casa Blanca, LULAC se prepara para resistir en primera línea los enfrentamientos con la administración entrante sobre las deportaciones masivas propuestas, el acceso al voto y cuestiones relacionadas con la educación y la red de seguridad social.
El director ejecutivo del grupo, Juan Proaño, señaló en una entrevista que su misión —proteger los derechos de los latinos— es más crucial que nunca. Pero añadió que LULAC también debe lidiar con resultados electorales en los que muchos votantes latinos, especialmente varones latinos, gravitaron hacia Trump, lo que sugiere que quizá ya no se ven a sí mismos como parte de la lucha del grupo.
“Vamos a tener que decidir dónde construir puentes”, comentó Proaño, e indicó que el posible dominio de los republicanos en las tres ramas del gobierno es “peor que la peor hipótesis que me planteé”. Reconoció que Trump superó a los anteriores presidentes republicanos entre los votantes latinos: “Le daré a Trump el crédito que se merece”, aceptó.
Proaño afirmó que, en las próximas semanas, su grupo analizará los datos de los votantes para entender qué llevó a los latinos de clase trabajadora a cambiar a la derecha. Su marcha hacia Trump se produjo a pesar de que el comité de acción política de su organización le dio su apoyo a la vicepresidenta Kamala Harris en agosto, el primer respaldo formal a una candidatura presidencial hecho en su historia.
Aunque la dirección del PAC votó por unanimidad a favor de Harris, los casi 325.000 miembros del grupo, repartidos en 535 consejos, abarcan todo el espectro de afiliaciones partidistas y creencias ideológicas. Uno de los consejos, en el área de Houston, se opuso al apoyo. Ahora, la junta bipartidista del grupo tendrá que sopesar cómo relacionarse con la próxima administración de una manera que refleje no solo al electorado latino en general, sino también su propia diversidad de miembros.
Proaño hizo notar que lo que está en juego es más importante que nunca: explicó que Trump y sus aliados han atraído más apoyo de los votantes latinos, mientras que, a la par, los republicanos han tratado de restringir el poder de voto latino en los últimos años, en parte mediante la difusión de teorías conspirativas sobre electores que no son ciudadanos y emiten votos ilegalmente. Proaño subrayó que esas falsedades sentaron las bases para que el fiscal general de Texas, Ken Paxton, realizara una investigación sobre fraude electoral que llevó a redadas en las casas de algunos voluntarios de LULAC en el estado durante el verano.
Como las redadas le parecieron un aspecto de tácticas más amplias de los republicanos para limitar las acciones de los activistas del derecho al voto en todo el país, Proaño comenzó a cultivar relaciones con líderes de organizaciones de derechos civiles negras y latinas varios meses antes de las elecciones. LULAC anunció este mes que planea unir esfuerzos con un grupo prodemocracia en contra de las teorías conspirativas sobre el fraude electoral y la investigación de Paxton.
“LULAC no puede hacer esto sola”, dijo Proaño.
Una promesa americana
La enérgica postura de Proaño frente a dinámicas conflictivas está en consonancia con la historia de casi un siglo de su organización, que a menudo ha sido considerada uno de los grupos latinos de derechos civiles más conservadores, incluso cuando ha participado en algunas de las batallas legales más encarnizadas libradas por los liberales con el propósito de eliminar la segregación en las escuelas y ampliar el derecho de voto de los mexicoestadounidenses y otros latinos.
Algunos de sus antiguos presidentes y miembros de toda la vida afirmaron que es imposible ignorar la ironía de la posición en la que se encuentra ahora.
Rubén Bonilla, de 78 años, que fue presidente de la organización entre 1979 y 1981, lamentó que las redadas de agosto fueran ataques contra el grupo por “no ser estadounidense”, a pesar de que se fundó a partir del ideal de la virtud estadounidense.
“Es absolutamente espantoso y demuestra la ignorancia de los funcionarios públicos que no entienden nuestra historia”, dijo en referencia a la investigación del fraude electoral.
Cuando los tres grupos de derechos civiles —la Orden de los Hijos de América, los Caballeros de América y la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos— se unieron para formar LULAC en 1929, la emigración de cientos de miles de mexicanos tras la Revolución Mexicana despertaba temores entre la población angloamericana del sur de Texas. Para ganar poder político y contrarrestar el racismo, el grupo animó a los tejanos de ascendencia mexicana a adoptar un modo de vida estadounidense, nacionalizarse y aprender inglés.
Con el tiempo, la percepción llegó a ser que sus miembros estaban más interesados en reformar que en rehacer la sociedad estadounidense, según entrevistas con historiadores y algunos de sus antiguos dirigentes.
Benjamín Márquez, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Wisconsin-Madison y autor de un libro en el que se traza la historia del grupo, afirmó que, aunque sus miembros nunca rechazaron su herencia mexicana o latina, se mantuvieron coherentes en su lealtad estadounidense, independientemente de que el presidente del grupo fuera republicano o demócrata.
“Su objetivo era eliminar los prejuicios racistas de la sociedad estadounidense y, más allá de eso, conseguir el voto, servir en el Ejército, participar en las elecciones y postularse ellos mismos”, afirmó.
Un pasado no escrito
Algunos historiadores sostienen que el trabajo del grupo se ha caracterizado incorrectamente como conservador, ya que se ha comparado con el de las organizaciones chicanas que surgieron durante los movimientos por los derechos civiles décadas más tarde y que eran más izquierdistas y contestatarias.
“La historia de LULAC no está escrita en su mayor parte, así que la gente no conoce los puntos fuertes que la hacen liberal”, opinó Cynthia E. Orozco, historiadora y autora de “No Mexicans, Women or Dogs Allowed: The Rise of the Mexican American Civil Rights Movement” (No se permiten mexicanos, mujeres ni perros: el surgimiento del movimiento mexicoestadounidense de derechos civiles).
Bonilla y sus hermanos, William y Tony, recuerdan que el grupo adoptó una postura política más agresiva cuando los mexicoestadounidenses se unieron a los clubes "Viva Kennedy" para impulsar a John F. Kennedy en 1960 y cuando se animó el Movimiento por los Derechos Civiles. William Bonilla, de 94 años, que fue presidente en 1964, recuerda que las primeras acciones de promoción del registro se centraron en persuadir a los votantes latinos para que pagaran sus impuestos electorales. Los miembros de LULAC recorrían los barrios con altavoces para recordarle a la gente que votara y llevarla a las urnas.
“Sucedía de 8 de la mañana a 6 de la tarde, todo el día durante la jornada electoral”, relató William Bonilla, que conducía un Lincoln descapotable azul para tales misiones.
Proaño ahora pretende aprovechar las raíces fuertes de LULAC y confrontar las partes más desagradables de su pasado. En la década de 1950, la feroz competencia salarial y las divisiones entre los inmigrantes mexicanos y los trabajadores mexicoestadounidenses llevaron inicialmente al grupo a apoyar las deportaciones masivas del presidente Dwight D. Eisenhower (esa postura se revirtió después de que fueron devastados los barrios mexicoestadounidenses y las regiones fronterizas). En ocasiones surgieron tensiones entre los grupos de derechos civiles negros y latinos porque competían por recursos limitados.
Rubén Bonilla señaló en una entrevista que las elecciones de 2024 lo dejaron con emociones encontradas por sus recuerdos de las luchas del grupo. Entiende que los republicanos presentaron un argumento persuasivo sobre la economía, pero indicó que le decepciona que tanta gente haya votado por Trump, quien usó la intolerancia como característica central de su campaña y prometió revivir las deportaciones masivas de Eisenhower.
Bonilla también vio reflejada otra falla en la historia de LULAC: no integró a las mujeres en sus filas desde el principio.
“Los hombres hispanos se mostraron reacios a votar por una mujer; es casi un retroceso”, dijo.
c.2024 The New York Times Company