Medio ambiente: qué son las reservas de la biósfera, claves en la lucha contra el cambio climático en América Latina
Según Naciones Unidas, América Latina es una de las zonas del mundo más vulnerables al cambio climático.
La región, la más desigual del planeta, también es una de las más biodiversas, con miles especies de plantas y animales únicos que corren el riesgo de desaparecer.
Pero esa vulnerabilidad puede transformarse en una fortaleza, apuntan los expertos.
"La biodiversidad en América Latina, de la misma forma que está afectada, puede ayudar a la solución porque existen ecosistemas que ofrecen servicios", le dice a BBC Mundo Marcelo Kork, jefe de la Unidad de Cambio Climático y Determinantes Ambientales de la Salud de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Se refiere a que dichos ecosistemas "pueden ser utilizados como sumideros de emisiones de dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero".
Ese es precisamente uno de los objetivos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) con las llamadas reservas de biósfera.
Se trata de territorios representativos de los diferentes hábitats del planeta, que abarcan tanto ecosistemas terrestres como marítimos y que fueron seleccionados por su interés científico.
Hay más de 700 en todo el mundo, 132 de ellas en América Latina.
Están reconocidas internacionalmente, aunque permanecen bajo la soberanía de sus respectivos países, y no están cubiertas ni protegidas por ningún tratado. Por ello, tampoco están libres de la explotación humana.
Ecosistemas como solución
"Las reservas de biósfera son territorios donde se buscan formas de desarrollo sostenible, conservación y producción de conocimientos indígenas y locales para poder vivir en armonía con la naturaleza", le explica a BBC Mundo Serena Heckler, directora de los programas de mitigación del cambio climático para América Latina y el Caribe de la Unesco.
El organismo sigue ampliando su Red Mundial de Reservas. En septiembre, el Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MAB), de cuya coordinación en América Latina se encarga Heckler, aprobó la incorporación de 20 nuevos sitios.
En total, cubren más del 5% de toda la superficie terrestre. En América Latina se encuentran repartidos en 22 países.
México es el país de la región que encabeza la lista, con 42 reservas nacionales que abarcan más de 62 millones de hectáreas. La primera se creó en el desierto chihuahuense, en el norte del país. También son muy conocidas, entre otras, las del Alto Golfo de California, la reserva de la Mariposa Monarca y la de Tehuacán-Cuicatlán, en el sur.
El segundo país latinoamericano con más reservas es Argentina (15). Están ubicadas en entornos muy diferentes a lo largo de todo su territorio, incluidos los glaciares de la Patagonia.
En Chile fueron adheridas más de cinco millones de hectáreas en 2019 y cuenta con un total de 10.
En Ecuador hay otras siete. La principal es la del Parque Nacional Yasuní, de casi un millón de hectáreas, que es una de las reservas de la biosfera más importantes del mundo.
En Cuba hay seis; en Colombia y Perú, cinco; en Costa Rica y Honduras cuatro. Otras siete se encuentran repartidas en Brasil.
Completan la lista Bolivia (tres), El Salvador, (tres), Guatemala (tres), Nicaragua (tres), Paraguay (tres), Haití (dos), Panamá (dos), Uruguay (dos), Venezuela (dos) y República Dominicana (una).
Cada reserva de biósfera busca combinar tres funciones interconectadas: conservación, desarrollo y apoyo logístico. Además, contribuyen a la búsqueda activa de soluciones y alternativas técnicas para problemas ambientales globales, como el cambio climático.
Por ejemplo, en algunas de ellas hay manglares, que además de absorber dióxido de carbono son el amortiguamiento perfecto contra huracanes y tormentas tropicales, destaca el organismo.
Otras se encuentran en la selva amazónica. Si todos los países implicados en las reservas colaboran, Heckler espera que se puedan "reconfigurar los acuerdos para adaptarla al desarrollo sostenible" y así evitar su destrucción.
Pero no es una tarea sencilla. Y ahí es cuando entran en juego las vulnerabilidades de estos terrenos protegidos.
Los desafíos
Pese a que las reservas de la biósfera ofrecen herramientas útiles para luchar contra los efectos del cambio climático, también se ven amenazadas.
Heckler subraya que es importante trabajar con las autoridades locales y nacionales para "adaptar las acciones de las economías a la nueva realidad del cambio climático".
"Hay que entender las acciones de mitigación que se tienen que hacer para poder evitar los impactos más graves del cambio climático y asegurar que se cuidan los recursosnaturales de las reservas de biosfera", le dice a BBC Mundo.
"América Latina tiene redes, organizaciones e individuos que están totalmente comprometidos a trabajar en las soluciones y que tienen la capacidad de encontrarlas en sus comunidades y en sus gobiernos. Es vital apoyarlos para poder salvaguardar sus ecosistemas y su biodiversidad".
Sin embargo, Marcelo Kork cree que a menudo hay contradicciones entre las acciones que se demandan y lo que los países realmente pueden aportar.
El especialista de la OPS pone como ejemplo las demandas hacia algunos países en América Latina sobre su consumo de carne, por ser una gran fuente de contaminación.
"Por un lado, se pide a los países que hagan menos ganadería; por otro lado, son países que dependen de ella para vivir. Algo muy importante en América Latina es cómo manejar ese componente, que no solo es económico, sino también cultural".
Entre los problemas concretos que ponen en riesgo el papel clave de las reservas de la biósfera están la tala ilegal y la expansión de cultivos.
Es el caso de la Biosfera Río Plátano, situada en Honduras y donde se ha documentado recientemente su deforestación.
"La ganadería extensiva y las operaciones del crimen organizado son las principales causas del avance de la deforestación en la región que rodea a la Laguna Ebans, la cual forma parte de la zona cultural de la Reserva", se lee en un informe publicado en octubre por el medio de conservación Mongabay.
La reserva hondureña alberga importantes áreas costeras y extensos bosques lluviosos, y es el hogar de cuatro pueblos indígenas nativos.
En 2010 contaba con 379.000 hectáreas de cubierta selvática sobre el 85% de su terreno. En 2020 se perdieron casi 7.000 hectáreas de bosque primario húmedo en la reserva, de acuerdo con datos de Global Forest Watch, que monitorea el estado de los bosques en el mundo.
Ningún otro tipo de bosque o plantación posee la riqueza biológica o la importancia ecológica de los bosques primarios, que están desapareciendo de forma rápida e irreversible, según explican grupos como Greenpeace.
"Hay ausencia del Estado, pobladores amenazados a muerte que han sido desplazados de sus territorios, persecución a dirigentes indígenas y asesinatos dentro de la zona a manos de militares", denunció un integrante de la Plataforma Indígena de la Moskitia hondureña, se encuentra la Reserva de la Biosfera Río Plátano.
El caso de Honduras no es único.
Varias asociaciones han reportado denuncias de comunidades indígenas en reservas de la Amazonía impactadas por la deforestación, la minería ilegal y los cultivos ilegales de coca.
En México se detectaron hace unas semanas unos 10 tiraderos de basura en la reserva de Tehuacán-Cuicatlán, según el director del área, Fernando Reyes Flores, quien dijo que extenderá la vigilancia.
Son solo algunos ejemplos de los problemas que a veces enfrentan las reservas de la biosfera.
Diez de los bosques más protegidos del mundo se han convertido en emisores netos de carbono, según una recidente investigación de la Unesco que señala que durante los últimos 20 años, estas áreas protegidas emitieron más dióxido de carbono (CO2) del que absorbieron.
Según le dijo a la BBC Tales Carvalho Resende, coautor del informe, "ahora tenemos la imagen más detallada hasta la fecha del papel vital que estos bosques desempeñan en la mitigación del cambio climático", sin embargo, "continúan bajo una presión significativa, principalmente por la intrusión de la agricultura y la tala ilegal".
Kork cree que debe hacerse un esfuerzo global para revertir la situación.
"En América Latina la situación es grave porque tenemos un problema ambiental, un problema político, un problema social y un problema económico. Y tenemos que ser realistas con ese escenario", le cuenta a BBC Mundo.
"Pero el mayor problema es que siempre vamos a lo urgente y no lo importante, hasta que lo importante se convierte en urgente", añade.
"La sociedad, los gobiernos y las instituciones en América Latina tienen la capacidad de hacer un manejo adecuado y buscar soluciones con compromisos concretos y establecidos".
¿Cómo está afectando el cambio climático en América Latina?
Para entender esa urgencia, conviene analizar los varios escenarios preocupantes derivados del cambio climático en América Latina.
Estamos viendo huracanes y ciclones cada vez más fuertes en el Caribe y llueve mucho menos de lo que erahabitual en países de Centroamérica —Panamá, Guatemala, Belice y Nicaragua— y también en el sur de Chile.
En México, más de 20 millones de personas ya enfrentan escasez de agua permanente, mientras en Argentina y Chile se están derritiendo los glaciares.
Desde el sur de la Amazonía peruana hasta Bolivia, Paraguay, el norte de Argentina y el centro y sur de Brasil se sintió una gran ola de calor en 2020, uno de los tres años más calurososde toda Centroamérica y el segundo en América del Sur.
Y se registraron las peores sequías en 50 años en el Pantanal, Paraguay y Bolivia.
"El segundo río más grande en la región (el Paraná), está seco. Se puede caminar entre Argentina y Paraguay a través de este río y se ve mucha gente impactada por esto y por incendios en la región", dice Heckler.
La experta asegura que Naciones Unidas recibe reportes "de gente que no tiene agua en sus comunidades y de gente cuyas cosechas están fallando".
"Hay una situación humanitaria muy grave que, además. se da en mitad de la pandemia".
También preocupa la llamada "media luna seca" de América Central, añade Marcelo Kork.
"Los agricultores en América Central sabían qué podían cultivar en esa tierra; sabían exactamente cuándo iba a haber agua y cuándo no, conocían los ciclos. El cambio climático hace que sea impredecible cuántos años de sequía y cuántos años de lluvia y cuánta lluvia habrá", explica Kork.
"Esa falta de predictibilidad es lo que mata la tierra, porque el agricultor no sabe qué es lo que debe hacer. Y como no sabe lo que debe hacer,le genera miedo. Y el miedo hace que la gente trate de migrar", resume.
El Banco Mundial calcula que en América Latina habrá hasta 17 millones de desplazados por el cambio climático antes de 2030.
Por eso se necesita una acción conjunta.
"Aquí no estamos hablando de un bien de país, ni de un bien de una pequeña comunidad. Acá estamos hablando de bienes comunes globales", dice Kork.
"Esta situación va a ser cada vez más impactante si no actuamos todos", advierte.
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