Por nuestro bien: medidas para empujarnos a tomar decisiones más sanas
El 13 de mayo del 2021 el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, anunció en una conferencia de prensa online un curioso acuerdo entre el Ayuntamiento de Nueva York y la cadena de hamburguesas Shake Shack. La idea era incentivar a la población de la Gran Manzana a vacunarse. Cada individuo vacunado recibiría un cupón para obtener una hamburguesa o sándwich gratis en cualquiera de los establecimientos de la cadena neoyorquina. En ciencias comportamentales, este tipo de incentivos entra en la categoría nudge (del inglés, significa empujón o codazo).
Richard H. Thaler (Premio Nobel de Economía 2017) y Cass R. Sunstein popularizaron el término en 2008 tras publicar el best seller Un pequeño empujón: el impulso que necesitas para tomar las mejores decisiones en salud, dinero y felicidad. En esencia, se trata de cualquier manipulación del entorno de decisiones que altera el comportamiento de las personas en una dirección que les sea beneficiosa, pero sin restringirles sus opciones, respetando en todo momento su libertad de elección.
Uno de los ejemplos más populares lo encontramos en los comedores de Google. A sus responsables se les ocurrió una idea para mejorar los hábitos de sus trabajadores: modificar las máquinas dispensadoras de productos para que los refrescos y otras bebidas ultracalóricas quedaran en una posición menos visible que las botellas de agua. Y funcionó. Con esta sencilla medida consiguieron que se incrementase en un 47 % el consumo de agua entre los empleados.
Otra medida en esta línea es instalar escaleras interactivas, con luces en los peldaños o mecanismos que al pisarlos producen sonidos de piano. Este tipo de escaleras ha resultado eficaz para incentivar su uso incluso cuando se encuentran justo al lado de los ascensores.
Yo te empujo pero tú decides
Los nudges interfieren en el comportamiento de las personas obviando, hasta cierto punto, su autonomía. Thaler y Sunstein lo llaman paternalismo libertario.
¿Es legítimo influir en las decisiones de las personas si se incrementa su bienestar? Quienes apoyan el paternalismo libertario defienden que sí. En particular cuando se emplea para contribuir a prevenir o resolver problemas de salud pública como la obesidad, las dependencias, el sedentarismo, el infratratamiento o el sobretratamiento. Por ejemplo, para incentivar una alimentación sana se han creado diversas campañas, como la de Connecticut, donde se ofrecieron manzanas gratis en los comedores de los colegios para estimular el consumo de frutas o, en Argentina, retirando por sistema los saleros de las mesas de los restaurantes.
Como vemos en los ejemplos anteriores, estos “empujones” no imponen a la persona una dirección. Los trabajadores de Google son libres para elegir las bebidas hipercalóricas y no las botellas de agua. Y podemos usar los ascensores e ignorar el efecto lúdico de las escaleras musicales.
El componente libertario exige que la influencia en la elección no impida conservar la libertad de decisión, lo que significa, según Thaler y Sunstein:
Que ninguna opción puede prohibirse.
Que el recurso a los incentivos económicos no puede ser tal que socave la libertad (por ejemplo una hamburguesa gratis sí, pero un cheque de más de cien euros no).
Que de igual modo que la alternativa hacia la que se empuja resulta fácil, accesible y barata, sus alternativas (en caso de querer evitarse) también deberían serlo.