Las masivas protestas por la reforma de Netanyahu reavivan el histórico riesgo de la autodestrucción de Israel

Una vista aérea muestra a los manifestantes de Tel Aviv el pasado sábado 22, parte de una marcha de varios días para protestar contra el proyecto de ley de reforma judicial del gobierno antes de una votación en el parlamento. Israel se ha visto sacudido por una ola de protestas de meses después de que el gobierno revelara en enero planes para reformar el sistema judicial que, según los opositores, amenazan la democracia del país.(Photo by Jack GUEZ / AFP)

La aprobación este lunes de la controvertida reforma judicial que busca restringir las facultades de la Corte Suprema para pronunciarse sobre decisiones del gobierno, agudiza la enorme grieta abierta en la sociedad israelí y que para muchos reaviva una vez más el histórico riesgo de la autodestrucción.

Se lo recuerda cada año como “el día más triste de la historia judía”, el “Tisha b’Av”: la destrucción del primer templo (año 586AC) y del segundo (año 70DC), que este año se conmemora el 27 de julio. Y frente a la grave crisis política interna, con miles de manifestantes antigubernamentales en las calles que todos los sábados desde hace 29 semanas rechazan las reformas que viene implementando el gobierno, muchos líderes israelíes ven un nuevo riesgo de destrucción, esta vez, del Estado fundado hace 75 años. Benny Gantz, uno de los líderes de la oposición, llamó la semana pasada al premier Benjamin Netanyahu a “evitar la tercera destrucción”.

Esta vez el peligro no viene de los vecinos árabes ni de los palestinos, sino de las fuerzas internas. Mientras conservadores y religiosos apoyan al primer ministro y sus reformas, los defensores de un Estado laico con poderes independientes, resisten los cambios que buscan modificar la Justicia y ampliar beneficios para los religiosos.

Gantz se hizo eco de una amenaza que vienen repitiendo varios analistas e historiadores. Incluso algunos hablan de la posibilidad de una separación de Israel en federaciones, comunidades autónomas o cantones, al estilo suizo, con una clara línea divisoria entre ciudades como la moderna, occidental y mayoritariamente laica Tel Aviv -eje de las manifestaciones-, y otras regiones más conservadoras y religiosas como Jerusalén.

Vista de Jerusalén, en primer plano el Muro de los Lamentos, la única pared que queda del Segundo Templo destruido en el año 70.
Vista de Jerusalén, en primer plano el Muro de los Lamentos, la única pared que queda del Segundo Templo destruido en el año 70.

“La milenaria historia judía nos muestra un patrón que, tristemente, se ha repetido. Alrededor del año 75 de las dos oportunidades anteriores de gobierno soberano unificado, las luchas y enfrentamientos internos crearon las condiciones para la pérdida de la soberanía de Israel”, comentó a LA NACION Mijal Bitton, investigadora del Shalom Hartman Institute de Estados Unidos.

Efectivamente, desde los tiempos del primer patriarca Abraham hasta la actualidad el pueblo de Israel pasó la mayor parte de su historia sometido a potencias extranjeras o fragmentado en tribus. Solo en tres oportunidades tuvo un gobierno unificado: el que inició el rey David, alrededor del año 1000AC, el de la dinastía de los asmoneos en el -140AC, y el Estado de Israel actual nacido en 1948. Los dos primeros terminaron dividiéndose alrededor de los 75 años de vida unificada, precisamente la edad actual de este joven Estado de un pueblo antiquísimo.

Creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948
Creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948

Si bien es casi imposible comparar eventos de hace más de 2000 años con los de hoy, en un país en que el recuerdo meticuloso de la propia historia y la religión juegan un rol fundamental, ¿qué similitudes existen entre aquellas rupturas y las divisiones actuales? ¿Los israelíes son conscientes de los riesgos que corre hoy su joven país?

“Tanto en la destrucción del primer templo por parte de los babilonios como en el segundo, por los romanos, la locura política interna debilitó la capacidad de los judíos para protegerse a sí mismos. Esto también debería servir como recordatorio histórico de los peligros del fanatismo. Ya el profeta Jeremías (626-586AC) advirtió a los judíos que no presumieran de ser invencibles. Y en el caso del Segundo Templo, los fariseos señalaron los peligros de que los rebeldes zelotes judíos atentaran contra Roma. Para mí el mensaje histórico es claro: el extremismo, el fanatismo y la locura política pueden combinarse para derrocar a las naciones más poderosas”, comentó Bitton.

El reinado de David

El rey David (1040 a.C.-969 a.C.) sigue siendo una de las figuras más reconocidas de las tres religiones abrahámicas, e incluso objeto de varias películas y series. Para los judíos de hoy, la tumba en Jerusalén de este rey justo, guerrero, músico, poeta y no exento de pecados, sigue siendo un lugar sagrado de peregrinación. Los cristianos remontan hasta él la genealogía de Jesucristo cuando definen al galileo como “hijo de David”, y recuerdan que ambos nacieron en Belén. Los musulmanes lo consideran también uno de los grandes profetas del Islam.

La ubicación del nacimiento de Jesús en Belén de Judea tiene que ver con que David, el rey por excelencia de Israel, había nacido en ese pueblo
La ubicación del nacimiento de Jesús en Belén de Judea tiene que ver con que David, el rey por excelencia de Israel, había nacido en ese pueblo - Créditos: @Fragmento de Rey David tocando el arpaGerard van Honthorst

Fue David el primero que unificó en su reino a las tribus judías dispersas, conquistó lo que hoy es Jerusalén e instituyó un linaje real que, según los judíos, culminará con la llegada del Mesías.

Pero aquel reino unificado culminó unos 75 años más tarde con su sucesor, Salomón (965 a.C.-928 a.C.), el “rey sabio” que construyó el Primer Templo.

“Curiosamente, lo que dividió al primer reino fue una cuestión de impuestos”, explicó a LA NACION Ariel Horovitz, CEO del Moriah Center, de Israel. “La construcción del Templo, las obras fastuosas y el boato que solo beneficiaba a Jerusalén generaron reclamos de las diez tribus del norte que terminaron separándose”.

“De aquella fractura también podemos seguir encontrando muchos ecos en las divisiones del presente”, agregó Horovitz. “El reino de Judea, con Jerusalén en el centro, era mucho más religioso, mientras que el norte, con la influencia fenicia, era más abierto al paganismo. Algo parecido ocurre en la actualidad, mientras Jerusalén es la ciudad santa y religiosa, Tel Aviv y alrededores forman la región cosmopolita y liberal”.

Con reinos divididos, siglos más tarde Judea fue conquistada por los babilonios. Jerusalén y el Primer Templo fueron destruidos y gran parte de los judíos, exiliados a Babilonia.

Los asmoneos

Fue solo ocho siglos más tarde que la dinastía asmonea restableció la independencia judía en el 140 a.C. después de la heroica revuelta de los macabeos contra el imperio griego. “Aquella unidad también comenzó a desintegrarse cerca de su año 75, con luchas internas entre los propios judíos y conflictos que llevaron a su declive y a la ocupación por parte del Imperio Romano. Luego se produjo la destrucción de Israel y del Segundo Templo, que había sido construido en el 515 a.C. El pueblo judío nunca más volvió a tener soberanía nacional en su propia tierra hasta 1948”, explicó Bitton.

La especialista se refirió luego a las fracturas del presente.

Un manifestante de este sábado luce una máscara de Netanyahu con ropa de presidiario. Photo: Ilia Yefimovich/dpa
Un manifestante de este sábado luce una máscara de Netanyahu con ropa de presidiario. Photo: Ilia Yefimovich/dpa - Créditos: @Ilia Yefimovich

“Existen preguntas muy serias sobre qué tipo de división de poderes gubernamentales debería tener el estado de Israel. Entiendo por qué tantos piensan que el sistema de justicia es demasiado poderoso. Sin embargo, la división entre los israelíes no se limita únicamente a los detalles de la reforma. Es algo más profundo: cuestiona sobre qué tipo de democracia debe ser Israel, sobre su carácter judío y más que nada sobre confianza social entre diferentes facciones del país”, señaló.

De todas maneras, la cuestión palestina, siempre latente en la historia del Estado de Israel, no es un tema fundamental en este momento.

“Creo que, para la defensa de sus intereses, lo peor que pueden hacer ahora los palestinos de Hamas en Gaza o de Hezbollah en el Líbano, es atacar a Israel. Porque eso inmediatamente generaría unidad en el pueblo judío”, explicó Horovitz. “Lo paradójico de esta situación es que las divisiones internas israelíes surgen de un profundo amor a la patria. Los israelíes somos muy nacionalistas en el buen sentido de la palabra. El debate aquí es qué Israel queremos ver en el futuro: una isla liberal en medio de una región de gobiernos autoritarios, o un estado teocrático, como Irán o Afganistán. Eso es lo que está aquí en discusión”, concluyó Horovitz.