Por qué América Latina ni es rural, ni es tan violenta ni la culpa de todo lo tienen los españoles
Latinoamérica es una región plagada de mitos que facilitan la tarea de tratar de entenderla, pero también arrasan con cualquier intento de profundizar en su complejidad y proponer soluciones. América Latina es una, sí, pero es mucho más que eso: una mezcla de países diversos, con realidades propias que no pueden ser contadas desde la mirada reduccionista que despliegan los lugares comunes, como si el continente fuera un todo indivisible y heterogéneo.
“Somos muy buenos inventando mitos”, dice Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), ganador de la última edición del Premio Ortega y Gasset de Periodismo, que reconoce los mejores trabajos periodísticos publicados durante el pasado año en idioma español. O idioma ñamericano, como planteó renombrar la lengua durante su intervención en el último Congreso Internacional de la Lengua, celebrado en la ciudad española de Cádiz. Una propuesta que le valió innumerables críticas y originó una polémica de dimensiones desproporcionadas en redes, como no podía ser de otra forma (todo es susceptible de trifulca en estas plataformas delirantes). Para él, no tiene sentido llamar a un idioma que hablan más de 400 millones de personas –y la quinta parte de estos son mexicanos– con el gentilicio del país que lo introdujo en el continente durante la conquista.
Hacía tiempo que no me elogiaban tan bonito: una periodista que, para atacar mi idea de renombrar nuestra lengua, dice que estoy tan equivocado "como el feminismo, que con injustificada virulencia habla de derribar un patriarcado que hace rato no existe".https://t.co/8CEstdlUPv
— Martín Caparrós (@martin_caparros) April 8, 2023
El periodista y escritor argentino ha dedicado los últimos años a recorrer los 20 países latinoamericanos que comparten ese estandarte que él quiere convertir en la mayúscula de su renombrado idioma: la Ñ. “Me tomaba un autobús azarosamente que no sabía dónde iba. Cuando veía algo que me interesaba, me bajaba, andaba un rato, me tomaba otro. Y eso me permitía llegar a lugares que no fueran los previstos de antemano. En general, cuando uno va a un sitio, ya tiene muchos prejuicios sobre ese sitio y esto me permitía romper con ellos y encontrarme con cosas que no había supuesto”, relató en una charla organizada recientemente en La Casa Encendida de Madrid, España. De sus expediciones fortuitas y de un sinfín de investigaciones y un trabajo minucioso de recopilación de historias y talento innato para relatarlas, nació Ñamérica, un libro que desbarata esos mitos que todavía sobrevuelan el continente y no permiten contarlo como merece.
Durante la mencionada charla, Caparrós hizo un repaso de esos imaginarios que, si bien hacen posible una unidad cultural latinoamericana, es importante revisar para no caer en tópicos que no permiten imaginar otras formas de organización, otras luchas y reivindicaciones ciudadanas. “La cuestión es cómo los gobiernos consiguen convencernos de que nuestros países son identidades inmutables cuando son inventos para mantener poderes de la élite local”, indicó. Estos son los mitos más sorprendentes a los que hizo referencia el periodista:
1. América Latina no es rural
“América Latina es la región con mayor proporción de población urbana del mundo. Alrededor del 81-82% de la población vive en ciudades. Es un dato muy fuerte en tanto contradice uno de los chichés más y mejor establecidos sobre la región, que es esta idea de que América Latina es un espacio de la naturaleza. Que las selvas, los ríos, las montañas y desiertos y costas, las llanuras son lo que la definen. Era lo que la definían hasta hace 40-50 años cuando, efectivamente, más de la mitad de la población era rural. Pero ya no. Eso significa que en los últimos 30 años un tercio de la población migró del campo a las ciudades. Vemos los resultados, que son esos grandes anillos de barrios improvisados alrededor de la mayoría de ciudades de la región. Pero la magnitud de ese movimiento no se ha abordado. Que un tercio de la población de un continente se haya desplazado y haya cambiado de vida es un dato muy fuerte”.
2. América Latina no es la región más violenta
“Está aceptado y forma parte de esos clichés que damos por cierto cuando nos dicen que América Latina es la región más violenta del mundo. Una idea, además, muy sostenida por toda la iconografía, los relatos, las series y las películas. Es muy fácil pensar en América Latina y pensar inmediatamente en Pablo Escobar, en los narcos, etc. Y es indudable que eso existe. Pero cuando uno mira los datos de víctimas de la violencia pública del siglo XX (Estado contra Estado, que es lo que llamamos guerra, o Estado contra ciudadanos, que es lo que llamamos represión), en Europa murieron entre 80-85 millones de personas víctimas de esa violencia; en Asia, alrededor de 100 millones; en África, alrededor de 15 o más millones. Y en América Latina, menos de 2 millones de personas, lo cual es muchísimo, pero es infinitamente menos, 50 veces menos, que en lugares que ahora no consideramos especialmente violentos. La violencia pública en América Latina es mucho menor que en el resto del mundo. Sí pasó que, entre los años 80 y 90, cuando se privatizó la violencia, una serie de pequeños empresarios que se dedicaban a extraer y exportar materia prima (la coca transformada en cocaína), necesitaron armar pequeños ejércitos privados que garantizaran su comercio. Y, como a ningún patrón le gusta ver que su gente sin hacer nada, le daban otros trabajitos: secuestro, extorsión, asesinato por encargo… Esa violencia privatizada armó una espiral de violencia en Colombia y después en México y Honduras, El Salvador y Guatemala, donde, los índices de violencia todavía siguen siendo muy altos comparados en el resto del mundo. Pero en los otros 15 países de la región, los índices de violencia están en sintonía con la media mundial, alrededor de cinco (asesinatos por cada cien mil habitantes al año). Es un cambio muy fuerte en cuanto a cómo habría que percibir la región y sin embargo no lo hacemos porque resulta más fácil creer que la región es violenta”.
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3. La culpa de todo no es de los españoles
“Es innegable que los españoles mataron y maltrataron a muchísima gente. En un siglo, se redujo la cantidad de pobladores originarios a un 10%, aunque buena parte se debió al factor involuntario de la importación de enfermedades. Ahora bien, de lo que se trata ahora es de decir que los españoles tuvieron la culpa de todo y que llegaron a un lugar angelical y paradisiaco y ellos lo destruyeron. Si hubiera sido así, si esos lugares hubieran vivido en armonía, los españoles hubieran muerto en mes y medio. Si no más de 500 españoles conquistaron un imperio con una potencia extraordinaria como el azteca fue porque ese imperio sojuzgaba a tantos otros pueblos y la mayoría se unieron a la invasión de Cortés con la esperanza –totalmente equivocada– que los españoles les iban a liberar de los aztecas. El ejército que tomó México Tenochtitlán tenía un 1% de españoles; el 99% restante hablaba náhuatl y estaba compuesto por locales. El problema de esta construcción de que los españoles son la base de todo el desastre, que es lo que dice Andrés Manuel López Obrador, es que tiene que postular que antes de la conquista todo era armonía, paz y felicidad, cosa absolutamente indemostrable por poco que uno se ponga a leer textos de la época. Me parece más impresentable todavía esta idea de que la culpa es de un régimen que ya lleva 200 años sin ejercer. Los estados latinoamericanos ya deberían hacerse plenamente responsables de la forma en la que viven sus ciudadanos. Pero si en 200 años no has querido corregir las desigualdades, no les eches la culpa a los que estaban antes”.