Martes Santo: qué es y por qué se celebra hoy, 26 de marzo
El Martes Santo se celebra este 26 de marzo y muchas personas se preguntan qué es y por qué se celebra esta jornada, asociada a la Semana Santa que transitamos.
La fecha, al igual que el resto del período que culmina con la Pascua de Resurrección, conmemora los últimos días de Jesús en la Tierra. Siguiendo la línea temporal trazada desde su llegada triunfal a Jerusalén, que se celebra en el Domingo de Ramos, este martes se enfoca en los choques que tuvo Jesús con el Sanedrín, consejo de sabios judíos que dudaban de su filiación divina.
Hay que tener en cuenta que, según la línea temporal que traza la Biblia, a esta altura de los acontecimientos Jesús ya había expulsado a los mercaderes del templo, en un episodio que hizo que su figura fuera discutida por quienes hasta entonces detentaban el mayor poder espiritual en la ciudad sagrada, entonces bajo dominio romano.
Este día se denomina “Martes de Controversias”, por uno de los episodios en los que Jesús debió sortear un desafío planteado por los fariseos, parte de una secta judía que dominaba el culto religioso al momento de su llegada a Jerusalén. Como cuenta el Evangelio según San Mateo, “los fariseos se reunieron y decidieron ponerle una trampa a Jesús, para hacer que dijera algo malo”.
“Maestro, sabemos que siempre dices la verdad”, le dijeron, queriendo engañarlo con palabras aduladoras: “Tú le enseñas a la gente que debe obedecer a Dios en todo. No te importa lo que digan los demás acerca de tus enseñanzas, porque tú no hablas para quedar bien con ellos. Dinos ahora qué opinas: ¿Está bien que le paguemos impuestos al emperador de Roma, o no?”.
De esta forma, querían plantearle una disyuntiva que creían irresoluble para medrar su poder, ya que en caso de negar el tributo al César, era pasible de ser detenido por las autoridades romanas, mientras que si aceptaba la autoridad imperial quedaba subyugado a ese dominio, lo que le hubiera restado autoridad frente a sus seguidores.
El mismo Evangelio cuenta la manera en que Jesús resolvió esta trampa lógica, con una frase que pasó a la historia: “Como Jesús conocía las malas intenciones que tenían, les dijo: ‘¡Hipócritas! ¿Por qué quieren ponerme una trampa?, Muéstrenme una de las monedas que se usan para pagar el impuesto’”.
Acto seguido, le mostraron un denario de plata, a lo que Jesús preguntó: “¿De quién es la imagen que está en la moneda? ¿De quién es el nombre que tiene escrito?”, a lo que los fariseos contestaron “del César”, lo que dio pie a que Jesús diera una de sus citas más conocidas: “Pues denle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Al oír esta respuesta inesperada, los fariseos se retiraron, asombrados.
Pero las controversias no terminaron allí, ya que el mismo día fueron exponentes de los saduceos, otra de las sectas judías contemporáneas a Jesús y que existieron hasta la destrucción del Segundo Templo en Jerusalén, en el año 70 d.C. Como cuenta el Evangelio según San Mateo, estos llegaron al reconocido como hijo de Dios con otro problema teológico.
“Los saduceos no creían que los muertos pueden volver a vivir y por eso le preguntaron: `Maestro, Moisés escribió que si un hombre muere sin tener hijos con su esposa, el hermano de ese hombre debe casarse con la viuda y tener hijos con ella. De acuerdo con la ley, esos hijos le pertenecen al hermano muerto y llevan su nombre”.
Entonces, plantearon una historia que encerraba una pregunta difícil de contestar para los sabios de entonces: “Pues bien, aquí vivieron una vez siete hermanos. El hermano mayor se casó, y tiempo más tarde murió sin tener hijos. Entonces el hermano que seguía se casó con la mujer que dejó el mayor, pero, tiempo después, también él murió sin tener hijos. Con el tercer hermano pasó lo mismo. Y así pasó con los siete hermanos. Finalmente, murió la mujer. Ahora bien, cuando Dios haga que los muertos vuelvan a vivir, ¿de quién será esposa esta mujer, si estuvo casada con los siete?”.
El mismo Evangelio cuenta que Jesús contestó: ”Ustedes están equivocados. Ni saben lo que dice la Biblia, ni conocen el poder de Dios. Cuando Dios haga que los muertos vuelvan a vivir, nadie se va a casar, porque todos serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto a si los muertos vuelven a vivir, ustedes pueden leer en la Biblia lo que Dios le dijo a Moisés: ‘Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus antepasados’. Por tanto, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para Dios todos ellos están vivos”.
Esta respuesta tuvo el mismo efecto sobre los saduceos que la anterior había tenido sobre los fariseos, pero ninguna de las sectas se rindió en el esfuerzo de dejar a Jesús sin palabras. Por eso, la Biblia cuenta que, “cuando los fariseos se dieron cuenta de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se reunieron y fueron a ver a Jesús” con otra pregunta tramposa.
“Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de todos?”, le cuestionaron, a lo que Jesús les respondió: “El primer mandamiento, y el más importante, es el que dice así: ‘Ama a tu Dios con todo lo que piensas y con todo lo que eres’. Y el segundo mandamiento en importancia es parecido a ese, y dice así: ‘Cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo’. Toda la enseñanza de la Biblia se basa en estos dos mandamientos”.
En este Martes de Controversias se celebra el momento en el que estando aún en presencia de los fariseos, cambiaron los roles y Jesús les planteó un problema teológico que los otros no supieron contestar: “¿A qué familia pertenecerá el Mesías?”, les contestó, a lo que los otros contestaron “A la familia del rey David”.
La respuesta de Jesús apuntó al Antiguo Testamento: “Con la ayuda del Espíritu Santo, David escribió: ‘Dios le dijo a mi Señor el Mesías: ’Siéntate a la derecha de mi trono hasta que yo derrote a tus enemigos. A ver, explíquenme: Si el rey David llama Señor al Mesías, ¿cómo puede el Mesías ser su descendiente? ¡Hasta David lo considera más importante que él mismo!”. La Biblia remarca que “nadie pudo responderle a Jesús, y desde ese momento ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas”.
Estos episodios convencieron a las sectas desplazadas por el naciente culto a Jesús que él no podía ser derrotado a través de la palabra, y planearon otras estrategias, que Cristo ya conocía al momento de haber llegado a Jerusalén, según cuenta el Evangelio según San Mateo: “Comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día”.