Quién era Mariana Ambrosis, la bióloga que murió en el trágico accidente de la ruta 11

Un trágico accidente en el kilómetro 263 de la Ruta 11 provocó la muerte de Mariana Ambrosis, una destacada bióloga de 42 años, y de sus dos hijas, Josefina, de 10 años, y Eva, de 3. El vehículo en el que viajaban, un Toyota Etios, conducido por el abogado Ezequiel Reales, también de 42 años, se estrelló contra un árbol mientras la familia regresaba a La Plata desde la Costa Atlántica. Reales y su hijo menor, Juan Ignacio, de 8 años, sobrevivieron y permanecen internados en estado delicado en el Hospital de Dolores.

Una vida dedicada a la ciencia y a la familia

Mariana Raquel Ambrosis, nacida en La Plata hace 42 años, fue descrita a LA NACION por su familia como una apasionada hincha de Gimnasia y Esgrima La Plata y como una madre que amaba profundamente a sus hijos.

Se destacó como investigadora científica, profesional de la biología con aportes significativos en su campo y como una madre comprometida. Graduada de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, orientó su carrera hacia áreas como la ingeniería de tejidos y la medicina regenerativa. Su trabajo dejó un legado en instituciones como el Hospital El Cruce y el Hospital Italiano de la ciudad de Buenos Aires.

Desde joven, Mariana mostró inclinación por la biología. En su paso por el Colegio Ministro Luis R. Mac Kay, ya dejaba entrever un interés profundo por el mundo natural. Al ingresar a la Universidad Nacional de La Plata, profundizó su especialización en zoología, un área que le permitió abrir camino hacia proyectos de investigación que trascendieron su disciplina.

Su trabajo no solo se limitó a los laboratorios: Mariana publicaba investigaciones que buscaban transformar la calidad de vida de las personas. En particular, sus estudios sobre la cirugía de la pared abdominal y las terapias con células madre, publicados junto al Instituto de Ciencias Básicas y Medicina Experimental, se convirtieron en referentes dentro del ámbito científico.

Luego de trabajar varios años en el Hospital Italiano, Mariana decidió sumarse en 2017 al equipo del Hospital El Cruce en Florencio Varela, donde continuó su carrera en medicina regenerativa y terapias innovadoras. Aunque se encontraba en el auge de su carrera profesional, nunca dejó que la ciencia eclipsara su vida familiar. Junto a Ezequiel Horacio Reales, formaron una familia con sus tres hijos: Josefina, de 10 años; Juan Ignacio, de 8; y Eva Julia, de 3.

El nacimiento de sus hijos marcó un antes y un después en su vida. Fue entonces cuando decidió reubicar su carrera para pasar más tiempo con su familia, trabajando más cerca de su hogar en La Plata. Mariana sabía que su rol como madre era tan importante como sus contribuciones científicas. “Era una persona que siempre priorizaba a sus hijos. Vivía por y para ellos”, expresó un colega del Hospital El Cruce, recordando cómo Mariana equilibraba sus roles con admirable dedicación.

Su hermano, Diego Ambrosis, también compartió su dolor en redes sociales, recordando a Mariana y a sus sobrinas con un mensaje emotivo: “Mari, te adoro, te extraño, y estás siempre en mi mente y corazón”.

Casada con Ezequiel Horacio Reales, de 42 años, conocido en la comunidad de La Plata por su trabajo como auxiliar en el Juzgado de Garantías N.º 2, Mariana compartía una vida marcada por el compromiso mutuo con su familia y sus respectivas vocaciones. Ezequiel, reconocido por su dedicación profesional y su ética, encontraba en su familia el equilibrio necesario para enfrentar las exigencias de la justicia bonaerense.

El trágico accidente no solo dejó a Ezequiel con heridas físicas, sino que también lo colocó en el centro de un proceso judicial por triple homicidio culposo y lesiones culposas. En medio del dolor, su padre, Horacio Reales, expresó el pesar familiar con un mensaje desgarrador en redes sociales: ”. lágrimas secas… porque la vida me robó estrellas de mi cielo... y ya el mañana será empujar... hojas muertas... solo hojas secas... en esta vida despiadada... en qué rincén... se esconde la paz...”.