Marcelo Méndez, siempre al ataque, le devolvió la esperanza a Gimnasia: “No inventamos nada”
No hay premio mayor que recuperar la alegría. La esperanza, en realidad, basada en nobles atributos. En el fútbol, por ejemplo. Y si se trata de Gimnasia, un club con un marcado sentido de pertenencia, mucho más. El Bosque está atrapado por un estilo seductor. El promisorio segundo puesto alcanzado en la Liga Profesional tras las primera tres fechas y, sobre todo, el reciente 3-0 sobre Banfield, lo certifican. Toques, destrezas, un 4-3-3 como en los viejos tiempos, Pablo De Blasis (36) y Benjamín Domínguez (20) mezclados en la misma generación y al ataque: el partido del domingo registró 54 por ciento de posesión y 23 disparos.
Marcelo Fabián Méndez Russo, un uruguayo de 43 años, es el creador de esta nueva plataforma. Desconocido para el gran público, asumió hace un mes y medio, luego de la salida de Leonardo Madelón, un símbolo. “Pedimos al hincha que apoye. Nosotros vamos a dejar todo para sacar a Gimnasia adelante”, suscribió. Los hinchas volvieron a hablar de fútbol con simpatía entre las hojas otoñales del Bosque. Recuperaron la fe y archivaron en el recuerdo la salvación del descenso consumada a fines de 2023.
El tiempo es otro, conducido por un entrenador que hace 8 temporadas que escribe flechas hacia arriba sobre el pizarrón, luego de 16 temporadas como un zaguero típicamente uruguayo. Que jugó en Independiente (2005/2006) y en Independiente Rivadavia (en Argentina) y colgó los botines en Huracán Paso de la Arena, en el ascenso oriental.
Fue titular, por ejemplo, el 11 de septiembre de 2005, en el histórico 4-0 del Rojo sobre Racing. El de la joya final de Kun Agüero, puro amague frente a un descolocado Diego Crosa. Y en el cierre... fue expulsado. “Fue mi primer clásico de Avellaneda. Era como todo el sueño de tu carrera, de uno criarse viendo el fútbol argentino, viendo Fútbol de Primera los domingos de noche y de repente siendo parte de esa fiesta, estuvo buenísimo. El cuarto fue el gol del Kun Agüero, que era la frutilla de la torta, fue un golazo. Lo único que empañó ese partido es que me expulsaron por doble amarilla. Era una falta que se podía haber evitado, pero a veces el temperamento te lleva a tomar malas decisiones. Faltaban cinco minutos y llegué tarde a un cierre con Estévez, pero como era todo fiesta, no pasó nada”, contó, días atrás, en ESPN.
Como se ve, tiene una computadora en la cabeza. Se acuerda de todo. Y piensa las 24 horas en la pelota. “Todo el tiempo estás pensando, se me hace muy difícil desconectar la cabeza. Veo una serie y termino pensando en cómo quiero que el nueve haga un gol”, acepta. Y repite una palabra, una y otra vez: “identidad”. Así, se presenta en sociedad: “El secreto es el trabajo. Los entrenamientos son muy intensos y dependemos de la predisposición del jugador. Nos sentimos contentos porque vamos encontrando una identidad”.
Tiene tres premisas básicas, expresadas en esa misma entrevista:
1) “No inventamos nada. Les brindamos a los jugadores la mayor cantidad de herramientas para que ellos resuelvan sobre el campo de juego”.
2) “Buscamos que cada jugador juegue en su sector”.
3) “Antes que correr hay que pensar. ¿Para qué voy a correr?”.
Siempre analítico, pisa el freno. “Yo no les voy a quitar la ilusión al hinchas. Que disfrute, que se ilusione, que disfrute el momento, que se sientan representados los hinchas con el equipo está buenísimo. Pero hay que ser cautos, van tres fechas recién. Seguramente en algún momento las cosas no salgan como uno pretende”, asumió, tras la goleada a Banfield. Y en ese espacio de tiempo habrá que volver a empezar.
Los jugadores están entusiasmados. Se trata de un cambio de era: mirar hacia arriba, largos años después de tener las cabezas por el piso. Más aún ahora, cuando el rival de toda la vida consiguió dos títulos en menos de seis meses. El alma al cuerpo con una romántica y efectiva propuesta.
Luego del último partido, las voces transmiten entusiasmo. Advierte Matías Abaldo: “El equipo cambió muchísimo, muestra una cara con mucha más personalidad y protagonismo. Era lo que veníamos pidiendo también entre nosotros.”. Aporta De Blasis: “Lo más importante es la manera en que estamos jugando, hay una identidad en los cuatro partidos que venimos reflejando. Es una nueva identidad. Sabíamos que nos habíamos preparado para eso, pero encontrarnos con resultados fortalece la idea. Después de meter los goles seguimos yendo”.
Como tantos discípulos de sus ideas, Méndez se conmueve con el estilo de Pep Guardiola. “Disfruto de ver jugar a sus equipos. Lo suyo es una marca, ya. Y también lo de Klopp me gusta mucho, son distintas formas de atacar y de ver el fútbol”, sostuvo, en una charla en el diario El País, de Uruguay. Hijo de un albañil y de una ama de casa que ayudaba en la economía familiar con trabajos de limpieza en casas ajenas, acepta el debate futbolero. “Nadie tiene la verdad y de todos se aprende”, aclara el DT que dirigió (y se consagró) en Liverpool (Clausura 2020) y Defensor Sporting (Copa Uruguay).
Cree en la gambeta. Una suerte de fantasma del pasado, del que se siente cómplice. “Se ha perdido un poco también por culpa nuestra, de los entrenadores, por querer que nuestros equipos jueguen en modo play, por decirlo de alguna forma. Los entrenadores hemos quitado un poco eso, el potrero. Pasa también por la toma de decisión del jugador, dónde es más productiva, dónde es asumir un riesgo innecesario y otro aspecto importante es para qué, porque si es simplemente el hecho de gambetear para volver y dar un pase hacia atrás… Siempre debe tener un significado”, define.
Méndez le devolvió la gambeta a Gimnasia. Con todo lo que ese engaño significa.