María Magdalena Campos-Pons deja que la guíen los espíritus

“Secrets of the Magnolia Tree” (2021), que mezcla acuarelas y fotomontaje, muestra a la artista María Magdalena Campos-Pons como una figura mitad humana mitad búho, en medio de la flora de Tennessee, donde vive desde 2017. (María Magdalena Campos-Pons vía The New York Times)
“Secrets of the Magnolia Tree” (2021), que mezcla acuarelas y fotomontaje, muestra a la artista María Magdalena Campos-Pons como una figura mitad humana mitad búho, en medio de la flora de Tennessee, donde vive desde 2017. (María Magdalena Campos-Pons vía The New York Times)

NASHVILLE, Tennessee ─ Una noche, estando en Cuba, cuando la artista María Magdalena Campos-Pons tenía unos 8 años, la visitó un búho. Ella recuerda que estaba en su cama y lo vio posado sobre el marco de la ventana entreabierta. La observaba, tal como hacen los búhos.

“Podrías decir que nunca se acercan tanto”, aseveró Campos-Pons, quien ahora tiene 64 años, en su estudio de la Universidad Vanderbilt de Nashville. “Pero fue en el campo, en una finca, en La Vega, Manguito; y desde entonces he soñado mucho con volar”.

Se mire por donde se mire, ha volado lejos. Creció en una antigua plantación de azúcar en la provincia de Matanzas; su bisabuelo llegó esclavizado desde la actual Nigeria y su padre dejó la escuela en tercer grado para trabajar la caña.

Su propio viaje la llevó por las escuelas que la Revolución cubana llevó al campo; a los institutos de arte que estableció en La Habana; hasta Boston, donde impartió clases durante 25 años en la Escuela del Museo de Bellas Artes, y a Nashville desde 2017, donde ha aportado su energía impetuosa a la escena artística local.

Campos-Pons es una artista incesante para la que ningún medio (pintura, ensamblaje, fotografía, video, performance ritual e incluso cristal de Murano) parece estar fuera de su alcance. Su obra ha participado en bienales de los cinco continentes. Ha fundado espacios de arte en las ciudades donde imparte clases. Colegas y antiguos alumnos muy leales participan en sus actuaciones y atienden sus llamadas telefónicas antes del amanecer para compartir ideas urgentes.

“Apenas descanso”, dijo y añadió que el trabajo es “algo absolutamente espiritual”.

Campos-Pons añadió video y audio a sus instalaciones, en particular “Spoken Softly With Mama”, una obra influyente de 1998 que los visitantes de “Behold” encuentran al entrar en la exposición. (Paula Abreu Pita vía The New York Times)
Campos-Pons añadió video y audio a sus instalaciones, en particular “Spoken Softly With Mama”, una obra influyente de 1998 que los visitantes de “Behold” encuentran al entrar en la exposición. (Paula Abreu Pita vía The New York Times)

Este mes, el Museo de Brooklyn inauguró “Behold”, el primer estudio que abarca toda su carrera en 16 años. En esta exposición, se abordan sus primeras obras en Cuba, relacionadas con la política sexual y la autonomía corporal. También se exponen algunas de sus obras más influyentes, como las emblemáticas instalaciones multimedia y los trípticos Polaroid de gran formato que realizó con las famosas cámaras de 20 x 24 pulgadas de la empresa en las décadas de 1990 y 2000.

No obstante, la exposición llega hasta el presente, con algunas de sus obras más recientes realizadas en Nashville, en las que encuentra maneras de expresar la belleza que percibe en el sur de Estados Unidos junto con el peso de su violenta historia racial. En sus composiciones sobre papel, que mezclan acuarelas y fotomontajes, aparecen magnolias y otros símbolos locales. Algunas obras rinden homenaje a víctimas de la violencia policial, como Breonna Taylor.

A lo largo de su carrera, Campos-Pons ha creado una “combinación de humildad y confianza”, señaló Carmen Hermo, la curadora adjunta del Museo de Brooklyn que inició la exposición. (Se encargó de la curaduría de la muestra junto con Mazie Harris, curadora adjunta del Museo Getty de Los Ángeles, donde concluirá en 2025 tras pasar por el Museo de Arte Nasher de Durham, Carolina del Norte, y el Museo de Arte Frist de Nashville).

Los símbolos recurrentes en la obra de Campos-Pons (ojos, huellas, mariposas, pelo, cuentas, granadas) ofrecen puntos de conexión emocional para cualquier público. “Ella crea este hermoso bucle entre mirar, sentir, hacer, pensar y ser”, comentó Hermo, “que se siente ajeno y especial”.

No obstante, sus raíces afrocubanas proporcionan la lente íntima a través de la cual la exploración de historias personales y familiares se amplía a temas de resonancia amplia: la migración, la multiplicidad de experiencias de personas negras y la vida de las mujeres. Por ejemplo, conociendo a sus orishas tutelares (Yemaya y Oshun), ha centrado la información espiritual en su obra desde mucho antes de que el medio artístico contemporáneo tuviera el alcance necesario para comprenderla.

Para la historiadora del arte Cheryl Finley, que la conoce desde principios de la década de 1990, es precisamente el arraigo de Campos-Pons lo que le da un cariz global a su obra. Finley destacó “The Seven Powers Come by the Sea”, una instalación que debutó en 1992 en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston. Constaba de paneles de madera tallada que evocaban barcos de esclavos, siluetas altas pintadas, un campo de fotografías familiares enmarcadas y un “performance” en el que Campos-Pons, vestida de blanco, ocupaba silenciosamente el espacio en la inauguración de su propia exposición. Esa obra conectaba muchas cosas (la época del pasaje del medio, el trabajo agrícola y femenino, el linaje y la memoria) bajo la égida de los siete orishas mayores, los espíritus que, según Finley, “habrían llegado a través del comercio transatlántico de esclavos vivos y listos para apoyar, reponer y mejorar la supervivencia de los descendientes de personas negras”.

Otra gran instalación, “Spoken Softly With Mama” (1998), es la primera obra que encuentran los visitantes al entrar en “Behold”, en el Centro Elizabeth A. Sackler de Arte Feminista del museo. Aquí, tablas de planchar verticales forman las superficies de fotos familiares transferidas a tela tensada y proyecciones de video de las piernas o pies de la artista caminando. Una flotilla de planchas y trébedes esculpidos en vidrio dispersos frente a las pantallas transmite alusiones tanto marítimas como domésticas.

“Una obra como ‘Spoken Softly With Mama’ es canon histórico del arte, punto”, aseveró Hermo. “Pero las conversaciones sobre arte feminista son indolentes si no incluyen a artistas como Magda, quien ha estado pensando en lo que significa tomar el linaje genealógico, lo que hace el cuerpo, lo que hace el espíritu, y trasladarlo a un espacio de permanencia” a través de obras de arte.

Campos-Pons has gotten involved in Nashville with trademark gusto, in particular building ties between Vanderbilt’s programs and Fisk University, the historically Black institution with a hallowed art history. She has founded the Engine for Art, Democracy and Justice, with the aim to connect local and visiting artists and activists; it runs a project space off-campus, in a former clothing store in Nashville’s West End.

“Magda is a force,” said Jamaal Sheats, the director of the Fisk University Galleries, who was one of her students at the Museum School. The “Magdalenian school of thought,” as he put it, “fully explores what art has the capacity to do” for its community.

Perhaps in that spirit, Campos-Pons has never closed her channels to Cuba. She has taken part in several Havana Biennials, including the 2019 edition, which was preceded by a crackdown on dissenting artists, and which artist Tania Bruguera (who was Campos-Pons’ student in Havana in the 1980s) refused to attend.

Campos-Pons’ approach that year was to stage exhibitions and events in Matanzas, whose Afro-Cuban artists, she said, were hitherto rarely if ever invited. Now separate from the biennial, her program, “Ríos Intermitentes” (“Intermittent Rivers”), is scheduled to return to Matanzas next year. “We should have real elections in Cuba,” she said. “We should have real democracy. But I want to build in Matanzas a republic of its own.”

Campos-Pons se ha involucrado con Nashville con el gusto que la caracteriza, en particular estableciendo vínculos entre los programas de Vanderbilt y la Universidad de Fisk, una institución históricamente negra con una historia artística consagrada. La artista fundó la iniciativa Engine for Art, Democracy and Justice, con el objetivo de poner en contacto a artistas y activistas locales y visitantes; gestiona un espacio de proyectos fuera del plantel, en una antigua tienda de ropa del West End de Nashville.

“Magda es una fuerza”, afirmó Jamaal Sheats, director de las Galerías de la Universidad de Fisk, quien fue uno de sus alumnos en la Escuela de Museos. La “escuela magdaleniana de pensamiento”, como él expresó, “explora a fondo lo que el arte puede hacer” por su comunidad.

Quizás con ese ánimo, Campos-Pons nunca cerró sus canales a Cuba. Ha participado en varias Bienales de La Habana, incluida la edición de 2019, que estuvo precedida por una represión contra los artistas disidentes y a la que la artista Tania Bruguera (que fue alumna de Campos-Pons en La Habana en la década de 1980) se negó a asistir.

El planteamiento de Campos-Pons ese año fue organizar exposiciones y eventos en Matanzas, cuyos artistas afrocubanos, según ella, rara vez o nunca habían sido invitados. Ahora, separado de la bienal, su programa, “Ríos Intermitentes”, volverá a Matanzas el año próximo. “Deberíamos celebrar elecciones de verdad en Cuba”, señaló. “Deberíamos tener una democracia real, pero quiero construir en Matanzas una república propia”.

Campos-Pons no firmó la carta enviada el mes pasado por 24 artistas cubanos y cubanoestadounidenses, entre ellos Bruguera y Coco Fusco, en la que se pedía el boicot de los eventos artísticos cubanos financiados por el gobierno, pero considera amigos a sus iniciadores. “Todos los artistas deben utilizar su poder de forma que sirva honestamente a lo que creen que es justo”, comentó.

El 16 de septiembre, el Museo de Brooklyn celebró un simposio sobre la obra de Campos-Pons. Después estrenó su performance nuevo, “A Mother’s River of Tears”, en el Patio de Bellas Artes. Estaba dedicado a las víctimas de la violencia policial, de los vigilantes parapoliciales y a sus madres, una continuación natural de su obra fotográfica en homenaje a Breonna Taylor, que apareció en la exposición de Louisville, Kentucky, en honor a la vida de Taylor.

En la procesión desfilaron 10 mujeres vestidas de blanco, entre ellas amigas y antiguas alumnas que han participado en anteriores actuaciones de Campos-Pons; dos de ellas se pasaban de un lado a otro una tela color azul intenso. Kamaal Malak, bajista en Arrested Development (y novio nuevo de Campos-Pons), dirigió un conjunto musical. El poeta Major Jackson recitó. Campos-Pons, vestida de amarillo (el color de Oshun) y con el rostro pintado de blanco, se paseó entre el público repartiendo frutas y flores.

En Nashville, Campos-Pons había descrito la obra como una exploración del “territorio tierno, el espacio tierno”. Destacaba, dijo, el “papel central de la mujer como sostén del bienestar, la claridad y el amor en la sociedad”. Una inspiración fue “Todo sobre el amor”, de bell hooks, uno de los siete libros que recomienda para acompañar toda la exposición.

“Todo gira en torno al amor”, concluyó. “Y el poder del amor para sostener”.

c.2023 The New York Times Company