El mango es el rey del verano en Miami

Manley Walters recoge mangos caídos en el barrio Coconut Grove de Miami, el 4 de julio de 2023. (James Jackman/The New York Times)
Manley Walters recoge mangos caídos en el barrio Coconut Grove de Miami, el 4 de julio de 2023. (James Jackman/The New York Times)

MIAMI — El aire se vuelve espeso por la humedad cuando llega el verano en el sur de Florida. Se escucha el murmullo de los truenos vespertinos. Los trópicos comienzan a animarse.

Y, entonces, algo mágico sucede: los árboles de mango dan fruto. En los años buenos, producen tanto que la gente reparte mangos a desconocidos en sus jardines. Los vecinos los envían por paquetería a sus seres queridos. Los amigos te comparten de sus tartas caseras hechas con mango.

Este año ha sido muy bueno.

Durante el mes de junio, Zak Stern, fundador de Zak the Baker, su panadería del barrio de Wynwood, en Miami, invitó a los clientes a traer seis mangos locales a cambio de una hogaza de pan. Empezó a recibir unos 200 al día.

“Creo que tenemos suficiente mermelada de mango para que nos aguante los próximos cinco años”, dijo.

El verano de Miami ahuyenta a los turistas y a quienes solo quieren disfrutar del glorioso invierno. Las carreteras se vacían. Los días son más lentos.

Un mango que cayó a la acera desde el árbol de arriba en Miami, el 4 de julio de 2023. (James Jackman/The New York Times)
Un mango que cayó a la acera desde el árbol de arriba en Miami, el 4 de julio de 2023. (James Jackman/The New York Times)

La recompensa para los lugareños aguantadores que permanecen todo el año, sudando y sufriendo durante la temporada de huracanes, llega en forma del seductor mango, que se sonroja en los árboles de los jardines, las calles y los centros comerciales.

“Esto”, comentó Stern, que creció en el suburbio Kendall, “es un regalo para la gente que se queda”.

Lo que él y otros evangelizadores del mango del sur de Florida aprecian más de la temporada alta de junio-agosto es cómo compartir una fruta tan querida une a la gente en una ciudad relativamente joven y multinacional con pocas tradiciones en común. Los mangos recuerdan a los inmigrantes los lugares que dejaron, y les ayudan a sentir que Miami, con su mezcolanza de culturas e idiomas, es su hogar.

“Las personas originarias de países tropicales —digamos, el sudeste asiático, el Caribe o América Latina— crecen con mangos”, explicó Jonathan H. Crane, especialista en cultivos de frutas tropicales del Centro de Investigación y Educación Tropical de la Universidad de Florida en Homestead, al sur de Miami. “Así que hay una conexión con los mangos desde su infancia”.

Yo me crié viendo mangos en Venezuela, pero no aprecié plenamente su suculencia hasta que me mudé a Miami hace dos décadas. Como no tengo jardín propio, busco en los suburbios la fruta que los residentes ponen a la venta, y guardo algunos para el ceviche de mango de mi madre. Un amigo organiza una fiesta anual de daiquiri de mango que se ha convertido en una de mis formas favoritas de celebrar el comienzo del verano. Inevitablemente, llueve.

Casi todo el mundo tiene anécdotas con mangos. A Stern le gusta comérselos sobre el fregadero, con el zumo chorreándole por la barbilla. Xavier Murphy, de Jamaica, ha hecho todo lo posible por proteger su árbol de mango originario de las Indias Orientales de los hambrientos animales salvajes, hasta el punto de que un año utilizó como espantapájaros un recorte de tamaño natural de uno de los Jonas Brothers que tenían sus hijos (le funcionó, al menos un tiempo). Natalia Martínez-Kalinina, nacida en Cuba y criada en México, prepara tartas de mango en honor a su abuela, que regalaba cubetas llenas de mangos todos los veranos en Cuba.

“Se ha convertido en un intercambio comunitario realmente encantador”, afirmó Martínez-Kalinina. “La gente me manda mensajes y me dice: ‘Tengo mangos, ¿necesitas más para la tarta de mango?’”.

Los mangos son originarios del sudeste asiático y los colonizadores los introdujeron en todo el mundo, incluso, a mediados del siglo XIX, en el sur de Florida, donde los ricos terratenientes los cultivaban para ganar dinero. Pero los trabajadores de las Bahamas y Cuba también traían semillas en sus bolsillos porque la fruta les recordaba a su hogar, señaló Timothy P. Watson, profesor de inglés de la Universidad de Miami que está trabajando en un libro sobre la historia del mango en Florida.

“Literalmente se entremezclan aquí, en Miami”, dijo refiriéndose a las variedades de todo el mundo. “La combinación produce la cultura del mango, que ahora es una de las pocas cosas que une a la gente en esta área metropolitana increíblemente fracturada. Es una historia complicada, y una historia amarga, en muchos sentidos”.

Los mangos de Florida dominaban el mercado comercial de Estados Unidos hasta que el huracán Andrew destruyó casi la mitad de las arboledas del estado en 1992. Los acuerdos comerciales internacionales abarataron entonces la importación desde Latinoamérica y el Caribe de los mangos que antes crecían en Florida. Crane calcula que quedan unas 600 hectáreas de la industria del mango en Florida.

El año pasado el frío afectó la cosecha, pero un invierno y una primavera más típicos permitieron una cosecha abundante este año, sin temperaturas abrasadoras que amenazaran la fruta o las flores que la preceden.

Aunque la mayor parte de las operaciones comerciales han menguado, los mangos siguen prosperando en los patios traseros y en el pequeño mercado especializado, según Crane, ya que los mangófilos piden variedades que no se encuentran en las tiendas de comestibles.

“Me gusta todo menos aburrirme”, comentó Walter Zill, de 81 años, que vende mangos de las casi 40 variedades que cultiva con su mujer, Verna, en la ciudad de Boynton Beach, en el condado de Palm Beach. “Una persona puede comer muchos mangos sin cansarse nunca de ellos”.

Su hermano, Gary Zill, cultiva unas 90 variedades para vender en la cercana Lake Worth, incluidas casi dos docenas de cultivos propios con nombres como Coconut Cream y Pineapple Pleasure. En los años sesenta, el vivero de su padre solo vendía 16 variedades.

En Coral Gables, un lujoso suburbio de Miami, el Jardín Botánico Tropical Fairchild tiene 550 variedades de mango, una de las colecciones más diversas del mundo. Bruce Greer, presidente del patronato, ayudó a organizar un festival anual del mango. En su 30.º aniversario, se espera que atraiga a unos 8000 visitantes este fin de semana.

c.2023 The New York Times Company