En su segundo mandato, aliados y adversarios temen un gobierno de Donald Trump en “modo venganza”
MIAMI.- La hostil campaña de Donald Trump que lo volvió a catapultar a la Casa Blanca estuvo marcada por sus ansias de revancha, apuntada contra los “enemigos internos”, a los que nunca les perdonó lo que él considera el “robo electoral” en 2020 y la presunta “persecución judicial” de la actual administración. Envalentonado y fortalecido por una victoria de proporciones imprevistas, en su discurso triunfal de anoche advirtió: “Gobernaré con un lema simple: promesas hechas, promesas cumplidas”. La gran pregunta es: ¿podrá con todas ellas?
Lo que nadie pone en duda en Estados Unidos, tanto sus aliados más estrechos como sus detractores más feroces, es que la segunda presidencia del líder republicano no se parecerá en nada a la primera. Con cuatro años de experiencia en la Casa Blanca, un triunfo con cifras aplastantes, el Partido Republicano rendido a sus pies y rodeado por un grupo de leales que esta vez no le opondrá resistencia alguna, Trump y sus asesores confían en que el camino de la represalia se pondrá en marcha.
Andrew McCabe, exdirector interino del FBI durante la primera administración de Trump, advirtió que cree que el magnate “absolutamente” cumplirá sus amenazas. “Es una de las cosas que realmente le importan”, señaló el exfuncionario, que en su momento se convirtió en blanco de los ataques del republicano.
En tanto, este miércoles la cadena NBC reportó que funcionarios del Departamento de Justicia evalúan cómo cerrar los dos casos penales federales contra Trump antes de que asuma el cargo para cumplir con su política de larga data de que un presidente en ejercicio no puede ser procesado, revelaron dos personas familiarizadas con el asunto. Los funcionarios llegaron a un acuerdo con el hecho de que no hay juicio posible en el corto plazo, ya sea en el caso del asalto al Capitolio o en el de los documentos clasificados, ambos sumidos en cuestiones jurídicas que probablemente provocarían una apelación hasta la Corte Supremo, incluso si Trump hubiera perdido las elecciones.
Son muchas las cosas que cambiaron desde que Trump dejó el poder hace cuatro años -tanto para el magnate como para la propia institución presidencial norteamericana- que hacen más probable que persiga a sus enemigos y más fácil que instruya al Departamento de Justicia para que lo lleve a cabo.
Expertos consultados por LA NACION remarcaron antes de las elecciones que la promesa de Trump de persecución de rivales políticos podría encontrar su cauce rápidamente porque, a diferencia de su primera gestión, en una segunda es más probable que nombre a personas en la Justicia “que lleven a cabo sus deseos”.
También destacaron el triunfo legal que Trump logró a mitad de año en la Corte Suprema de Estados Unidos -de corte conservador tras ser remodelada por el propio expresidente-, al dictaminar que el republicano gozaba de inmunidad parcial a la hora de ser procesado por acciones que llevó a cabo durante su período en la Casa Blanca. Trump calificó la decisión como una “gran victoria para nuestra Constitución y democracia”.
Primer criminal convicto electo presidente de Estados Unidos, Trump todavía se enfrenta a juicios que técnicamente podrían llevarlo a prisión, aunque seguramente todos quedarán en el recuerdo. De hecho, aún espera la sentencia el 26 de noviembre -¿se concretará?- por el caso del soborno para silenciar a la exactriz porno Stormy Daniels para no interferir en los comicios de 2016. Lo que es poco probable es que el expresidente olvide todo eso. Desde el 20 de enero próximo, cuando asuma, Trump podría con cierta facilidad someter a investigaciones y largos procesos judiciales a sus oponentes políticos.
Muchos rivales del expresidente y funcionarios federales se toman muy en serio las amenazas. “Todo lo que hay que hacer es escuchar al propio expresidente”, señaló al medio Politico un exalto funcionario del Departamento de Justicia. “Él fue directo y dijo que eso es lo que quiere hacer, y obviamente se sintió muy frustrado durante su primera administración, cuando no pudo tener tanta influencia en esa área como quería”, explicó.
Ninguno de los procesos que enfrentó Trump parecen haber minado la confianza de sus simpatizantes en él. Al contrario: muchos adhieren a la idea de que es un perseguido político. En 2016, el republicano ganó la presidencia con casi 63 millones de sufragios -perdió en el voto popular contra Hillary Clinton, pero la superó en el Colegio Electoral-. Ocho años después, aún pese a la maraña judicial que enfrenta, más de 71,4 millones de norteamericanos volvieron a apostar por el expresidente, y por primera vez lo llevaron a ganar el voto popular (por un margen de casi cinco millones de sufragios sobre Kamala Harris).
“Con el auge de las redes sociales, la gente tiene más capacidad de alinearse en entornos mediáticos diferentes. Pero la gente también puede optar por no recibir cobertura política y creo que hay muchos votantes menos comprometidos en el país para quienes todo lo que pasa con las causas de Trump es puro ruido”, explicó a LA NACION la historiadora Laura Putnam, directora del Centro de Estudios Globales de la Universidad de Pittsburgh. “Es comprensible que muestren desconfianza respecto de la política en Estados Unidos. Oyen que él perdió algunos casos, pero no están mirando los detalles de eso”, añadió.
En 2020, cuando Joe Biden le propinó a Trump la derrota en las urnas, muchos demócratas y las cada vez más reducidas filas de republicanos que se enfrentan al exmandatario cometieron el error de cálculo de pensar que su carrera política estaba terminada, sin posibilidades de volver a competir electoralmente y más enfocado en el derrotero judicial que tendría por delante.
Pero estaban equivocados. “No hay mayor desgracia que subestimar al enemigo”, es una frase de un antiguo estratega militar chino recordada anoche en el búnker trumpista en West Palm Beach. Desde el fin de la presidencia de Trump, marcada a fuego por el inédito y violento ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021, sus oponentes se enfocaron en que pagara un precio legal y político por el daño a la democracia estadounidense. Pero, en cambio, Trump edificó una resurrección impensada hace cuatro años. “Estados Unidos nos dio un mandato poderoso y sin precedentes”, avisó anoche el expresidente. Otro mensaje de que su revancha está en marcha.