Mahnaz Afkhami fue ministra de la Mujer de Irán hasta la revolución islámica de 1979 y desde entonces nunca pudo volver

Mahnaz Afkhami
Mahnaz Afkhami

La mañana del 27 de noviembre de 1978, Mahnaz Afkhami, secretaria general de la Organización de Mujeres de Irán (WOI) y exministra de Asuntos de la Mujer, recibió una llamada inesperada en el cuarto del hotel en el que se alojaba en la ciudad de Nueva York, en donde había estado los últimos dos meses liderando las negociaciones con el equipo legal de la ONU para elaborar un acuerdo entre el organismo internacional y el gobierno de Irán para establecer el Instituto Internacional de Investigación y Capacitación para la Promoción de la Mujer (INSTRAW) en Teherán. Era su marido Gholam y tenía las peores noticias. Las manifestaciones diarias, las huelgas, los incendios y los destrozos en el país anunciaban la pronta caída del Shah, el monarca pro-occidental que reinaba desde el golpe de Estado de 1953.

Si regresaba al país, sería arrestada inmediatamente en un acto para aplacar los movimientos revolucionarios. Con tan solo una valija y “un millón de dudas”, Afkhami decidió postergar su vuelta. Lo que no sabía entonces es que jamás volvería a su país. La Revolución Islámica de 1979, que aún se perpetúa en el poder, la forzó a encauzar su vida en el exilio, en donde continuó con su activismo, escribió numerosos libros y lideró diversas organizaciones internacionales. Con 81 años de edad, esta defensora de los derechos de la mujer no pierde la esperanza. “Mi único deseo antes de morir es regresar a casa una vez más”, dice en diálogo con LA NACION.

En esta foto del 21 de septiembre de 2022, manifestantes corean lemas contra el gobierno en una protesta por la muerte de Mahsa Amini, una joven que fue detenida por la policía moral en Teherán. (AP Foto)
En esta foto del 21 de septiembre de 2022, manifestantes corean lemas contra el gobierno en una protesta por la muerte de Mahsa Amini, una joven que fue detenida por la policía moral en Teherán. (AP Foto)

-Me sorprendió muchísimo saber que en Irán existió un Ministerio de Asuntos de la Mujer entre 1976 y 1978, algo muy avanzado para la época, no sólo para la región sino para el mundo entero…

Yo fui la segunda mujer del mundo, después de Françoise Giroud en Francia, en encabezar un Ministerio de la Mujer. Luego de la Revolución constitucional de 1907 y, más tarde, con la llegada del Shah al poder y su campaña para “sacar el velo”, en la década del 70 en Irán ya se concebía a la mujer como un factor esencial para alcanzar la modernización y lograr el desarrollo. Era evidente que si el gobierno quería cumplir con su programa de modernidad capitalista, no podía dejar a la mitad de la población afuera. Por ejemplo, si deseaban alfabetización total, las mujeres no sólo representan el 50% del país sino que también eran las encargadas de educar a los hijos. O si querían una fuerza de trabajo efectiva, tenían que invertir en desarrollar las habilidades de las mujeres para que puedan trabajar en agricultura o en las fábricas. Por eso invertimos mucho esfuerzo en el área de educación, en sacar a las mujeres de la casa. Porque antes de la revolución las mujeres ni siquiera podían salir a la calle sin un acompañante masculino, no tenían el derecho de elegir su pareja, ni derechos sobre los hijos.

-¿Y cuáles fueron sus mayores logros como ministra de la Mujer?

Para cuando presidí la Organización de Mujeres de Irán (WOI) por primera vez, ya se habían logrado muchos avances en el país. Mi madre, por ejemplo, fue una de las primeras tres mujeres en asistir a la universidad. Para el final de la década del 70, ya teníamos al menos un millón de mujeres cada año en los centros de educación y entrenamiento laboral. Teníamos un montón de medidas extraordinarias, desde leyes a prácticas, que ni siquiera Estados Unidos tiene 40 años después. Teníamos guardería en las oficinas, licencia por maternidad de hasta siete meses si era necesario, teníamos cuota de empleo, teníamos la ley de Protección de la Familia. De ninguna manera estábamos donde deberíamos haber estado, pero sin duda habíamos hecho todo lo posible en un país en desarrollo en Medio Oriente. No debemos olvidar que Suiza, por ejemplo, concedió el derecho de voto a las mujeres recién en 1971.

-Entonces, si las mujeres gozaban de todas esas libertades, ¿por qué tantas apoyaron la Revolución Islámica en 1979? Incluso su hermana participó de las protestas para derrocar al Shah…

Para responder la pregunta es necesario detenernos en el contexto histórico. La actividad revolucionaria en realidad comenzó en la década del 60, no sólo en Irán sino en muchas partes del mundo. Muchos estudiantes comenzaron a manifestarse con vehemencia en Occidente en contra de la Guerra de Vietnam, del capitalismo y del imperialismo. El gobierno iraní, como parte de su plan de modernización, había enviado a decenas de miles de estudiantes a Estados Unidos que adoptaron estas ideas revolucionarias. Entonces, cuando regresaron al país fueron estos intelectuales los que comenzaron a impulsar el cambio. Resentían al Shah y el hecho de que estábamos modernizándonos demasiado y estábamos dejando de lado muchas de nuestras experiencias culturales e históricas. Reclamaban más espacios de diálogo, y no teníamos ese espacio formal en términos de partidos políticos exitosos. Brasil y Corea del Sur eran los otros dos países que se encontraban en una posición similar a la de Irán cuando yo era parte del gabinete. Los tres hablaban de educar a la mayor cantidad de personas lo más rápido posible, conseguir la base industrial/técnica/científica e invertir en infraestructura y luego desarrollar lentamente el diálogo y la política y descentralizar. Curiosamente, esto ocurrió en los tres países simultáneamente, pero sólo dos, Corea del Sur y Brasil, hicieron la transición sin problemas.

Personas se manifiestan contra Ebrahim Raisi, presidente de Irán, cerca de las Naciones Unidas el 20 de septiembre de 2022 en la ciudad de Nueva York.
Personas se manifiestan contra Ebrahim Raisi, presidente de Irán, cerca de las Naciones Unidas el 20 de septiembre de 2022 en la ciudad de Nueva York. - Créditos: @STEPHANIE KEITH

-¿Qué fue lo que salió mal en Irán?

Lo llamamos la tormenta perfecta. Una parte tuvo que ver con la forma en que el Shah lidió con el ejército, otra con cómo Occidente manejó la situación del petróleo, otra con la falsa idea de que un cinturón islámico debía rodear Medio Oriente para mantener alejada a la Unión Soviética y otra parte con los cambios internos que mencioné. Con todo esto que pasaba en simultáneo, de alguna forma misteriosa, la extrema izquierda y la extrema derecha se alinearon creyendo que si destruían el sistema, algo mejor vendría automáticamente. Lamentablemente, no fue así. Y muchas mujeres que fueron muy activas en el proceso salieron a protestar ni bien Khomeini regresó al país. Desde el exilio, éste alentó la libertad de las mujeres, habló de democracia y aseguró que no intervendría en la política. Aunque cualquiera que hubiese leído sus escritos hubiera sabido que nada de esto era cierto. Khomeini mintió descaradamente y lo primero que hizo cuando llegó fue eliminar la Ley de Protección de la Familia.

-Las protestas actuales, en las que vemos a las mujeres como protagonistas, arriesgando sus vidas en las calles al quemar sus hijabs públicamente, canalizan los reclamos de muchos años de opresión. ¿Cómo se ha deteriorado en Irán la situación de los derechos de la mujer desde la revolución?

La República Islámica siempre ha tenido problemas, no es que de repente todo estalló por los aires. Pero ahora mismo la situación se ha vuelto intolerable, y no sólo para las mujeres. En los últimos años, incluso los reformistas más liberales fueron apartados y quedó la peor parte del gobierno. Que alguien esté en las calles vigilando cómo te vestís es uno de los mayores símbolos del control dictatorial. Ni siquiera China o Rusia han ido tan lejos. Allí no entran en tu casa para ver si tenés cartas de juego o una botella de vino o si estás tocando la guitarra. Pero esta situación desafortunada con la República Islámica es que quieren controlar al ser humano en su totalidad. Y esto es lo que no tiene precedentes, incluso los sistemas más dictatoriales te dejan en paz cuando estás en tu casa. No te dicen qué comer ni qué tomar, qué música escuchar ni qué ponerte. Pero estos tipos hablan en nombre de Dios y se sienten justificados de hacer lo que quieren.

-¿El velo siempre fue concebido como un símbolo de sometimiento? Porque algunas mujeres que defienden su uso han expresado que éste es un emblema de la liberación de Occidente

El velo siempre fue un símbolo de limitación. Desafortunadamente, tanto la extrema izquierda como la derecha se enfocan en la sexualidad de la mujer como su función primaria. El papel de la mujer en la familia ha sido determinante para la configuración de las sociedades en todo el mundo. Y este lugar históricamente ha estado asociado al hogar y al cuidado de los hijos. Y esto es muy difícil de cambiar. Pero el velo nunca ha sido un signo de libertad. Lo que sí ha pasado recientemente es que algunas autocracias islámicas han invertido una cantidad inaudita de dinero, porque algunas tienen tantos millones que no saben qué hacer con ellos, en fomentar el uso del velo en otros países que lo han adoptado como un símbolo de provocación a Occidente.

Una iraní lleva un retrato del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, mientras marcha durante una manifestación a favor del hiyab en la capital, Teherán, el 23 de septiembre de 2022.
Una iraní lleva un retrato del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, mientras marcha durante una manifestación a favor del hiyab en la capital, Teherán, el 23 de septiembre de 2022. - Créditos: @STR

-¿En qué se diferencia el incipiente movimiento feminista de Irán del de otros países democráticos?

El movimiento feminista en Irán se viene gestando desde hace años. Después de la Revolución Islámica lo primero que pensé fue ‘¡Dios! ¿Cómo pudimos equivocarnos tanto? Pero luego vi todas estas diferentes olas a lo largo de los años de mujeres que salen a protestar y son proactivas y veo que el trabajo que hicimos casi medio siglo atrás no fue en vano. Y lo que hicieron, que me parece muy inteligente y que debería servir como un ejemplo para otras mujeres del mundo es que no responsabilizan a los hombres, no los tratan como enemigos. No piensan ‘estamos en esta posición porque los hombres son patriarcas o malos’. Es el sistema el que está mal desarrollado y cada aspecto de nuestras vidas contribuye a esta jerarquía. Lo cierto es que si queremos cambiar, tenemos que trabajar con los hombres. Las mujeres también proveemos al patriarcado, lo pasamos de generación en generación. Son las madres las que dicen a sus pequeñas hijas que usen rosa, o que hablen suave o que crucen sus piernas. Son las madres las que dicen a sus niños que deben ser valientes, que no deben llorar. Entonces el cambio debe ser holístico.

-Usted es iraní pero se refugió en Estados Unidos hace más de 40 años. Los dos países son enemigos jurados, ¿le ha costado integrar ambas culturas? ¿O se ha dado cuenta de que son más parecidas de lo que la mayoría piensa?

Constantemente pienso en las sorprendentes similitudes entre ambos países. Los dos países se sienten especiales. Los iraníes están seguros de que todo lo que les ha ocurrido en las últimas décadas es resultado de los planes maquiavélicos de las fuerzas occidentales. Estados Unidos, por su parte, cree que tiene la misión de guiar al mundo y liderarlo a la salvación, a pesar de los frecuentes y cuestionables resultados. Ambos son defectuosos en el tratamiento de la historia. Irán está apegado a la gloria de su antiguo pasado de una manera que se asemeja a un deterioro psicológico. Estados Unidos, con una historia mucho más corta y accesible, se remonta constantemente a su origen y a los “padres fundadores”. Ninguno de los dos países considera que la sociedad ha evolucionado a lo largo de los siglos o que la parte de sabiduría expresada para guiar a la gente hace años puede ya no ser aplicable.

En lo personal, me tomó una década volver a entender quién era yo. Como refugiada siempre sentí que pertenecía a los dos países y al mismo tiempo a ninguno. Pero fue la experiencia del pueblo iraní la que me ayudó a continuar mi pasión en el exilio, a encontrar los medios para ayudar a cambiar la estructura de las relaciones humanas, que no sólo es la base de la desigualdad entre hombres y mujeres, sino también la precursora de la violencia y la guerra en todo el mundo. Sin duda no fue fácil, recibí numerosas amenazas de muerte y muchos de mis amigos fueron asesinados. Al principio ni siquiera querían alquilarnos una oficina en Estados Unidos por miedo a que un iraní venga y la vuele por los aires.

-¿Le preocupa el futuro de Irán? ¿Cree que el cambio se avecina?

Debo creer que sí. Pero me preocupa el futuro porque el cambio sólo es sostenible si hay suficientes organizaciones civiles. Sino recaemos en la dicotomía de las dos fuerzas: la religión o el ejército. Y eso significa la muerte de miles de personas.