Magnetotelúrica: cómo vemos las sombras del interior de la Tierra
Un vasto paisaje subterráneo se despliega bajo nuestros pies. Ahí abajo, hay cordilleras escondidas y cámaras magmáticas que se entrelazan en un intrincado ballet geológico. No podemos apartar la corteza terrestre como si fuera una piel de plátano y mirar su interior. Sin embargo, los humanos hemos ideado una tecnología, la magnetotelúrica, que nos permite ver las sombras de las profundidades sin excavar la Tierra.
Bajo nuestros pies hay un mundo oculto, y hemos abierto una ventana para asomarnos, alcanzando profundidades que se extienden hasta 30 kilómetros bajo la corteza terrestre. El agujero más profundo hecho por el ser humano hasta ahora, el pozo superprofundo de Kola o SG-3, tiene 12 262 metros de profundidad. Estamos hablando de ver casi tres veces más abajo en el interior de la Tierra y sin agujerearla.
Las variaciones de la Tierra impulsadas por el viento solar
La magnetotelúrica es una técnica de prospección geológica pasiva. Tampoco requiere generar señales artificiales ni consume recursos significativos: se alimenta de las variaciones geomagnéticas naturales de la Tierra, que son impulsadas por el viento solar.
El Sol, en su incansable actividad, emite partículas cargadas eléctricamente, el viento solar. Estas partículas interactúan con el campo magnético de nuestro planeta (las auroras boreales son el efecto más conocido). Lo menos conocido es que las partículas del viento solar generan fluctuaciones en el interior de la Tierra. Estas fluctuaciones las podemos medir en la superficie: son las sombras que buscamos interpretar.
Visión de Rayos X
Situémonos en el corazón del archipiélago canario o bajo la falda de la cordillera Cantábrica. Bajo estas estructuras descansan ancestrales y escondidos secretos geológicos: cámaras magmáticas que podrían explicar la actividad volcánica, cordilleras sumergidas y fallas que revelan la historia geológica de la región. Todo esto se oculta a kilómetros bajo tierra.
En la cordillera Cantábrica, entre crestas y valles, instalamos sensores en un delicado equilibrio con la naturaleza, captando las sutiles variaciones geomagnéticas que el viento solar, en su interminable danza con la Tierra, nos ofrece. En Montaña Blanca (Tenerife), entre paisajes que evocan mundos extraterrestres, nuestras instalaciones buscan descifrar las resonancias ocultas de cámaras magmáticas y distintas estructuras geológicas. Las sombras que vemos son distintas si bajo tierra hay una cámara magmática, o un valle, o una montaña.
Con la magnetotelúrica podemos desplegar una especie de “visión de rayos X” geológica, que nos permite reconstruir imágenes detalladas de estas estructuras subterráneas sin tener que perforar ni excavar. Y así, generar un mapa del interior de nuestro planeta, conocer qué minerales esconde, si hay o no agua, si hay o no cámaras magmáticas que puedan ser el origen de una peligrosa erupción… En definitiva, podemos ver lo oculto.
El lenguaje de la Tierra escrito por el viento solar
El proceso comienza instalando sensores en la superficie terrestre que capturan las variaciones del campo geomagnético. Estas señales son como las sombras en la caverna de Platón: indirectas y enigmáticas.
Para extraer información de estas variaciones y describir la conductividad del subsuelo terrestre, usamos técnicas de modelización matemáticas conocidas como problemas inversos.
A través del problema inverso reconstruimos las propiedades eléctricas del subsuelo. Al igual que en una tomografía de rayos X, donde múltiples proyecciones se combinan para formar una imagen tridimensional del interior del cuerpo, los datos geomagnéticos se integran para crear un mapa detallado de las estructuras de conductividad terrestre.
Este método revela lo invisible. No necesitamos inducir artificialmente señales ni gastar energía en equipos complejos; en su lugar, simplemente escuchamos y desciframos el lenguaje de la Tierra, escrito por el viento solar.
La caverna de Platón
Este avance tiene implicaciones filosóficas profundas, reminiscencias del mito de la caverna de Platón. En el mito, los prisioneros encadenados solo pueden ver sombras proyectadas en la pared, sin opción de observar directamente los objetos que las producen.
De manera similar, el problema inverso en la magnetotelúrica intenta desvelar cómo son las estructuras que no se ven, las del subsuelo, que generan esas sombras geomagnéticas que llegan a nuestros sensores.
Las implicaciones ontológicas de este enfoque son profundas. Al utilizar modelos matemáticos para recrear propiedades del subsuelo, no solo estamos viendo más allá de la superficie, sino que también estamos participando en un acto de comprensión y descubrimiento que desafía nuestras percepciones habituales. Al igual que los prisioneros en la caverna de Platón, nuestra visión del mundo está mediada por las herramientas y los modelos que utilizamos para interpretarlo.
Resolver un problema inverso, en este contexto, se convierte en una metáfora poderosa de nuestra búsqueda de conocimiento: una danza constante entre la observación y la interpretación, entre las sombras y la luz.
La magnetotelúrica es testimonio del ingenio humano. Nos permite explorar el mundo subterráneo a profundidades sin precedentes, revelando secretos que de otro modo permanecerían ocultos. Y en este proceso, nos invita a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza como observadores y sobre las herramientas que utilizamos para comprender el mundo que nos rodea.
Al final, todas las formas de exploración son una forma de acercarnos más a la verdad y al conocimiento.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Ivan Romero Ruiz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.