Tras 17 años enterradas, llega el momento de las cigarras

Ejemplar macho de cigarra de la especie <i>Magicicada septendecim</i>, el insecto más longevo del que se tiene constancia, ya que vive 17 años. (Imagen Creative Commons vista en Flickr Dan Century).
Ejemplar macho de cigarra de la especie Magicicada septendecim, el insecto más longevo del que se tiene constancia, ya que vive 17 años. (Imagen Creative Commons vista en Flickr Dan Century).

A comienzos de 2020, antes de que el coronavirus se convirtiese en el único tema de conversación, desde África nos llegaba la noticia de una plaga de langostas, de proporciones bíblicas, que afectaba a un buen número de países. Entre las naciones golpeadas se encontraba Somalia, probablemente el país con peor suerte del mundo, pues recientemente ha tenido que enfrentarse a hambrunas, terrorismo, cambio climático, miles de desplazados, enfermedades endémicas como la malaria, inundaciones periódicas, coronavirus y sí también langostas. Pero no voy a hablaros de las langostas ni de sus enjambres, que se componen de entre 40 y 80 millones de adultos, verdaderas plagas aladas que aparecen imprevisiblemente (movidas por el viento) si las condiciones son las adecuadas para su proliferación.

Y es que hoy toca hablar de otro insecto que también surge en números enormes, aunque con frecuencias que conocemos bien. Un insecto fascinante que no resulta tan peligroso y que tiene en vilo al este de los Estados Unidos. Hablamos de las cigarras periódicas, unas criaturas longevas que pasan hasta 17 años enterradas alimentándose de raíces, invisibles a nuestros ojos. De pronto, un día, un ejército de larvas de gran tamaño emerge del suelo como una horda de zombies y se dirige a los árboles, donde iniciará su metamorfosis colectiva.

Las cigarras son una familia de insectos del orden Hemiptera, que se caracterizan por vivir tanto en climas templados como tropicales. En Europa las conocemos bien, cada verano el canto de los machos envuelve nuestros campos en una nebulosa sonora característica. Símbolo de un modo de vida “alegre y despreocupado” en la famosa fábula de Esopo, se la contrapone a la laboriosidad de la hormiga, pues solo la vemos (y la oímos cantar) en tiempos de abundancia, es decir durante la canícula.

Lo cierto es que existen miles de especies de cigarra, pues salvo en la Antártida viven en todos los continentes, y al parecer los entomólogos aún discuten como clasificarlas correctamente. Reconozco que siento una fascinación “friki” por este bicho, ya que existen al menos 14 especies conocidas cuyo ciclo vital coincide con números primos. Es decir, hay cigarras que emergen de la tierra cada año (como las de nuestros campos) y otras más exóticas que emergen cada 7, 13 e incluso 17 años. Todo números primos. ¿La razón? Seguramente evitar ciclos reproductivos adversos de algunos depredadores.

Pero hoy voy a hablaros de la más longeva, la Magicicada septendecim. Si aprovechasteis las clases de latín en el instituto, recordaréis que el nombre de la especie significa precisamente diecisiete en la lengua de Catón (y sí, lo habéis adivinado, la especie que emerge cada 13 años se llama Magicicada tredecim).

Nuestra protagonista “diecisieteañera” fue vista por última vez en 2003, por lo que ha llegado el momento en que las ninfas emerjan de las raíces del subsuelo e inicien la conquista arbórea de vastas extensiones rurales de algunos estados de la costa este, como son Virginia, Virginia Occidental y Carolina del Norte.

Cuando finalice su transformación, este insecto de gran tamaño (puede medir cerca de 28 o 29 milímetros desde su cabeza a la placa subgenital) conseguirá sus alas, pero para poder alzar el vuelo antes necesitará de un tiempo prudencial para que se sequen y endurezcan. Durante ese período son especialmente vulnerables, y supondrán un festín pantagruélico para toda clase de animales salvajes: ardillas, mapaches, tejones, aves de todo tipo, ranas, tortugas de los pantanos, etc.

No son las únicas criaturas que disfrutan de las cigarras. Los entomólogos están en éxtasis igualmente. No es para menos, el ciclo vital de las cigarras septendecim es el más largo del que se tiene constancia. De hecho, durante este período los entomólogos sufren un cambio brusco en la clase de consultas que reciben. Ya no se trata de colegas académicos interesados en tal díptero o en aquel coleóptero, sino de novias que han planificado el convite nupcial al aire libre justo en estas fechas. ¿A quién le haría gracia encontrarse una cigarra flotando en su copa de champán el día de su boda?

Los granjeros en cambio se preocupan de los posibles daños en sus plantas jóvenes. Las cigarras no son venenosas, ni pican, pero sus enormes puestas de huevas – que apenas causan daño en los árboles maduros – pueden impedir el crecimiento de árboles jóvenes y vides, o incluso matarlos.

Su estrategia de irrupción masiva suele triunfar. Llega un momento en que los depredadores no pueden tragar más ejemplares, y es que estos torpes insectos simplemente son demasiado numerosos. Por ello, a pesar de las enormes bajas, siempre quedarán las suficientes como para reproducirse de forma masiva. En cuanto sus huevos eclosionen, las ninfas caerán al suelo y se enterrarán para alimentarse (sin dañarlas) de las raíces de los árboles.

Y no volveremos a verlas emerger hasta el 2037. Con suerte yo estaré próximo a la jubilación para ese año, y podré volver a escribir sobre esta fascinante criatura. Mientras tanto quedémonos con una última curiosidad de este ruidoso bicho. Los machos de algunas especies pueden llegar a producir 120 decibelios con su canto, que puede ser oído desde 2 kilómetros de distancia. ¿Cómo lo consiguen? Gracias a un aparato estridulatorio ubicado en el abdomen. Este tiene unas membranas quitinosas conocidas como timbales y unos sacos de aire que funcionan a modo de caja de resonancia. He ahí el secreto de su característico sonido.

Si os encontráis por la zona, acercaros a disfrutar de un fenómeno natural sin parangón. ¡Feliz verano!

PD. No os perdáis el más que recomendable vídeo que Richard Attenborough publicó en 2004 para BBC Earth. .

Me enteré leyendo el New York Times.

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