Maduro acelera la represión para sofocar la expectativa de cambio opositor en un año clave
CARACAS.– “Nuestro pueblo avanza con la revolución bolivariana socialista. Vamos a lograr la prosperidad plena de nuestra amada patria. ¡Bendecido y bonito sábado!”. Como si se tratara del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de la política latinoamericana, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, felicitó este sábado a unos y otros durante un día lleno de luz en Caracas, tras una semana que ya ingresó en el manual de la represión selectiva y del estado policial chavista por los arrestos y las expulsiones a diestra y siniestra que incluyeron hasta la ONU.
El encarcelamiento en la cárcel del Helicoide de Rocío San Miguel, relevante figura de la sociedad civil venezolana; la persecución y detención de cinco miembros de su familia; el cierre de la oficina en Caracas del alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la expulsión de sus 13 funcionarios; y la desaparición de Carlos Ramón Salazar, un jubilado de Petróleos de Venezuela que grabó a Alex Saab (magnate colombiano canjeado el año pasado por una veintena de presos) en una tienda de la isla de Margarita y compartió en WhatsApp completaron el último capítulo de lo que Maduro denominó la furia bolivariana.
Los perseguidos de esta semana que acaba de terminar de mala manera se unieron a los tres coordinadores electorales de Vente Venezuela, el partido de la líder opositora y candidata presidencial María Corina Machado, de los que nada se sabe desde hace semanas tras ser detenidos, así como del líder sindical Víctor Venegas, que hasta el momento de su captura estaba situado al frente del colectivo de los docentes.
“La represión cumple siempre la misma función: generar miedo y demostrar que se manda y que se tiene poder. Quien reprime no lo hace por miedo, sino porque puede. En el contexto electoral se lleva a cabo para desmontar o inhibir la capacidad organizativa y de generación de expectativa de cambio por parte de la oposición”, explicó la politóloga Nazly Escalona.
Todo ello en año electoral y cuando la revolución jugaba desde hacía meses a la “normalización”, con ayuda de sus aliados internacionales, empeñados en la estrategia de blanquear al “hijo de Chávez”. Al fin y al cabo no fue más que otro episodio de la diplomacia bipolar chavista, capaz de ordenar la paz y el amor por decreto cuando en paralelo se reprime sin freno a opositores, activistas y militares.
“De Maduro no me sorprende nada y a quienes dicen que él es un tirano o un autócrata tampoco les puede sorprender nada de lo que hace, son propias de su condición. Está haciendo todo lo que le corresponde para mantenerse en el poder, las fuerzas democráticas no pueden esperar un comportamiento distinto”, señaló a LA NACION desde su exilio en España la “fiscal rebelde” Luisa Ortega, que solicitó el asilo en octubre de 2021.
Beligerancia
¿Por qué emprendió el chavismo una estrategia tan beligerante en este momento, apenas tres meses después del hito de los Acuerdos de Barbados entre gobierno y oposición, que parecían abrir el camino a las elecciones presidenciales?
“Es algo más que un momento puntual, es una exigencia sistémica. El sistema se va perfeccionando, todavía tiene espacio. En Venezuela el sistema está permanentemente sacando de juego a opositores políticos, sociales, empresariales y comunicacionales. Todo tipo de actor que no cuadre en la lógica del sistema político actual es considerado enemigo. Se está configurando un nuevo sistema político”, respondió a la primera de cambio Luis Salamanca, antiguo rector del Consejo Nacional Electoral (CNE).
“El principal objetivo es encuadrar estas elecciones en un marco conspiracional, donde el candidato oficialista se enfrenta a una gran conspiración nacional e internacional en la que están metidos todos los actores habidos y por haber, y el gobierno tiene que defenderse y actúa de esta forma”, precisó Salamanca en diálogo con la nacion.
“Este paso contra la oficina de la ONU forma parte del mismo guion: radicalizarse contra algunos actores políticos para hacer contención ante el lamentable episodio de Rocío San Miguel, mientras hablas de garantías electorales e invitas a algunas de estas mismas organizaciones a ser observadores del proceso”, constató para este medio el consultor político Luis Peche Arteaga.
Una vez más, se mueve el péndulo de la estrategia revolucionaria, unas veces guerra y otras paz de la forma más arbitraria posible.
Una estrategia que en el caso de la oficina de la ONU se espera que conlleve una marcha atrás más adelante, ya que se trata de la única organización internacional de peso donde todavía Venezuela tiene una mayoría de amigos.
Si algo queda claro es que el triunfo histórico de María Corina Machado en las primarias opositoras de octubre pasado ha cambiado el paso de la revolución. El conocido plan A de Maduro, con el que pretendía ganar las elecciones sin costo para legitimarse en el poder, quedó pulverizado ante la realidad política de un país en el que apenas cuenta con el 15% de apoyo electoral, según las consultoras políticas.
Del plan B se sabe su desenlace, permanecer al frente del país hasta 2030, como ha repetido Maduro hasta la extenuación ante distintos actores internacionales. Lo que quedaba por esclarecer es la estrategia a seguir de cara a las elecciones.
Tras la inhabilitación de la líder opositora, la primera apuesta es la de crear un archipiélago de “minicandidatos” de la falsa oposición. “Una democracia viva y plural”, ironizó Escalona tras comprobar cómo hasta 15 aspirantes se lanzaron a la carrera electoral de la mano de Jorge Rodríguez, jefe del órgano chavista parlamentario, invitados para proponer la fecha electoral más atractiva para sus intereses.
“Seguiremos viendo un doble juego del régimen de Maduro: mientras anuncian supuestas concesiones electorales se continuará obstaculizando la participación de Machado como candidata o siquiera como actor político mediante la obstrucción o ataques a sus actos públicos o los ataques a su entorno”, alertó Peche Arteaga.
De este proceso no quedan exentos otros actores políticos u organizaciones que intenten velar por la defensa de los derechos políticos, la integridad del proceso o la defensa de los derechos humanos”, agregó el analista.
Luisa Ortega, que permaneció una década al frente del Ministerio Público durante el chavismo, lo tiene muy claro: “Maduro aplicó estas medidas para distraer acerca del objetivo fundamental, que pasa por no caer derrotado en las elecciones presidenciales. Busca marcarle la agenda a todo un país”.