Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas

Machu Picchu, la llamada “Ciudad Perdida de los Incas”, siempre ha estado rodeada de una misteriosa majestuosidad. Sobre sus orígenes hay muchas teorías. Una de las más aceptadas es que fue mandada a construir en el siglo XV por el emperador Pachacútec (1438-1470) para que sirviese, según algunos historiadores, como residencia imperial y santuario religioso. Otros estudiosos, por su parte, sostuvieron durante mucho tiempo que el propósito de su construcción era de carácter militar, tesis que terminó siendo descartada cuando se demostró que el diseño de los edificios no se correspondía con los de una fortaleza sino con los de lugares de culto y recreación.

Fotografía de Machu Picchu tomada por Hiram Bingham III en 1912 después de que se hubieran realizado importantes trabajos de limpieza.
Fotografía de Machu Picchu tomada por Hiram Bingham III en 1912 después de que se hubieran realizado importantes trabajos de limpieza.

Como quiera que haya sido, lo cierto es que fue construida en la Cordillera de los Andes, entre las cimas de las montañas Machu Picchu y Huayna Picchu, a más de 2,400 metros sobre el nivel del mar, pero sin que eso significase que estuviese aislada de otras poblaciones del Cuzco, como la de Patallacta, un importante centro administrativo que controlaba las áreas agrícolas de la zona.

Durante su imperio, Pachacútec y los miembros de su familia nunca vivieron en Machu Picchu; solo pasaban allí una parte del año. Quienes realmente habitaban la ciudad de forma permanente eran sus sirvientes, quienes también cultivaban la tierra. La mayoría, según un estudio publicado recientemente en la revista Science Advances, procedían de diferentes lugares del inmenso dominio incaico.

Después de la muerte de Pachacútec y las de sus sucesores, Tupac Yupanqui (1470-1493) y Huayna Cápac (1493-1529), se desató la guerra civil inca, una sangrienta lucha por el poder entre los hermanos Huáscar y Atahualpa, hijos de Cápac, en la cual resultó victorioso este último. Su reinado, sin embargo, fue breve porque apenas un mes más tarde, terminó siendo capturado por el conquistador español Francisco Pizarro, quien después de recibir una fortuna en oro y plata por su rescate, en lugar de cumplir su promesa de liberarlo, hizo que lo juzgaran por idolatría, regicidio y traición, y fue condenado a muerte.

La conquista española siguió su curso y Machu Picchu fue quedando en el olvido y lejos de los nuevos caminos abiertos en 1542 por el Virreinato del Perú. Y así permaneció -siendo devorada lentamente por la selva- durante las guerras de independencia hispanoamericanas. La situación no cambió ni siquiera después de que el 28 de julio de 1821 el generalísimo José de San Martín proclamase la independencia de Perú.

Inscripción “A. Lizárraga 1902” de Lizárraga en la ventana central del Templo de las Tres Ventanas.
Inscripción “A. Lizárraga 1902” de Lizárraga en la ventana central del Templo de las Tres Ventanas.

El 24 de julio de 1911, Hiram Bingham, un profesor de historia en la Universidad de Yale, acompañado por dos lugareños que le sirvieron de guía, llegó a las ruinas de Machu Picchu. Y aunque se sabe que Agustín Lizárraga, un agricultor de la zona, ya había estado allí antes que Bingham, se le atribuye a este último su descubrimiento, no solo por los trabajos de excavaciones arqueológicas que realizó, sino también porque a través de su libro, La ciudad perdida de los Incas, el mundo conoció de su existencia. Lo demás es, como suele decirse, historia.

Hiram Bingham III frente a su tienda de campaña cerca de Machu Picchu en 1912.
Hiram Bingham III frente a su tienda de campaña cerca de Machu Picchu en 1912.

El 8 de enero de 1981, el presidente Fernando Belaúnde Terry firmó el Decreto Supremo No. 001 que declaraba a Machu Picchu como Santuario Histórico Peruano. Apenas dos años más tarde, la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Y el 7 de julio de 2007 se convirtió en una de las siete maravillas del mundo moderno.

Melchor Arteaga cruzando el Río Urubamba el 24 de julio de 1911.
Melchor Arteaga cruzando el Río Urubamba el 24 de julio de 1911.

Sin embargo, lo cierto es que aún antes de estos merecidos reconocimientos, Machu Picchu, ya era considerada una de las principales atracciones turísticas de Suramérica. Y lo era no solo por su relevancia histórica y arqueológica, sino también por el aura de misticismo que siempre la ha rodeado. Es cierto que después de estas distinciones su importancia mundial aumentó todavía más, tanto, que las autoridades peruanas debieron limitar el número de personas que la visitaban diariamente.

La mayoría de los turistas escoge salir de Aguas Calientes, a donde se puede llegar en un tren que parte de Ollantaytambo. Aguas Calientes es un pequeño pueblo de donde salen los ómnibus que suben a Machu Picchu
La mayoría de los turistas escoge salir de Aguas Calientes, a donde se puede llegar en un tren que parte de Ollantaytambo. Aguas Calientes es un pequeño pueblo de donde salen los ómnibus que suben a Machu Picchu

En la actualidad, para subir a Machu Picchu es necesario llegar primero al pueblo de Aguas Calientes. Es la única manera de hacerlo. A no ser que se esté apto para recorrer caminando las treinta millas del famoso Camino Inca que, atravesando las montañas, parte desde el Valle Sagrado. La mayoría de los turistas escoge salir de Aguas Calientes, a donde se puede llegar en un tren que parte de Ollantaytambo. Aguas Calientes es un pequeño pueblo de donde salen los ómnibus que suben a Machu Picchu por una estrecha carretera que bordea las laderas de la montaña hasta llegar a la cima, en la cual hay una oficina con taquillas para guardar paquetes y la garita de admisión donde se acuñan los boletos previamente adquiridos.

Los picos y valles que rodean a Machu Picchu son casi más hermosos e imponentes que el sitio mismo. Es un terreno accidentado con el río Urubamba serpenteando. Desde la montaña Machu Picchu realmente se puede tener una idea de la alta meseta protegida sobre la que se construyó Machu Picchu y de lo remoto e inaccesible que es el sitio.
Los picos y valles que rodean a Machu Picchu son casi más hermosos e imponentes que el sitio mismo. Es un terreno accidentado con el río Urubamba serpenteando. Desde la montaña Machu Picchu realmente se puede tener una idea de la alta meseta protegida sobre la que se construyó Machu Picchu y de lo remoto e inaccesible que es el sitio.

Una vez que se pasa la garita de entrada hay un estrecho sendero que circunda, por una parte, la ladera de la llamada Montaña Antigua; y por la otra, los impresionantes abismos que se abren entre los picos. Mientras se avanza por ese sendero uno se pregunta: ¿Dónde está Machu Picchu? Hasta que, de repente, en una curva del camino, aparecen las ruinas en todo su esplendor. Nada prepara al visitante para esta súbita aparición. Abajo, los templos, las plazas y las rocas sagradas. A los costados, las terrazas agrícolas. Y a lo lejos, como centinela de la historia, el Pico Huayna.

Las ruinas de Machu Picchu se pueden recorrer por cuenta propia de los visitantes, pero es mejor utilizar los servicios de un guía porque él los puede conducir directamente, no solo a los lugares más importantes, sino también ofrecer información sobre los mismos. Por ejemplo, sobre La Casa de los Cuidadores, desde donde las vistas son todavía más abarcadoras. O sobre la Tumba Real, donde en su entrada fue construido un altar en forma de escalera con piedras perfectamente trabajadas. Así mismo, un guía también puede señalar cómo en el Templo del Sol, durante el solsticio de junio, al amanecer, los rayos del sol penetran por una de sus ventanas y caen justamente sobre el centro del templo.

La Roca Intihuatana, construida como un reloj astronómico alineado con las cuatro montañas sagradas que rodean el valle y en la cual, según los nativos, es posible sentir una gran energía positiva y sanadora.
La Roca Intihuatana, construida como un reloj astronómico alineado con las cuatro montañas sagradas que rodean el valle y en la cual, según los nativos, es posible sentir una gran energía positiva y sanadora.

Los lugares de interés son muchos: el Palacio Real, el Templo de las tres Ventanas, la Casa del Alto Sacerdote, el Cementerio Superior y la Roca Intihuatana, construida como un reloj astronómico alineado con las cuatro montañas sagradas que rodean el valle y en la cual, según los nativos, es posible sentir una gran energía positiva y sanadora.

Tal vez no todos la sientan; pero nadie desciende indiferente de esa montaña sagrada. Más de 500 años después de su fundación, Machu Picchu continúa siendo un enigma eternamente protegido por sus pétreos contornos y sus abismales quebradas. Ayer fuerza sagrada; hoy maravilla del mundo moderno. Ya jamás la selva volverá a devorarla.