El macartismo de Vladimir Putin: crean un grupo para investigar actividades antirrusas y perseguir a artistas

El presidente ruso, Vladimir Putin, en un acto con militares
El presidente ruso, Vladimir Putin, en un acto con militares - Créditos: @Getty Images

MOSCU.– “Aplastar como chinches” a los que participen en “actividades antirrusas” en el mundo de la cultura. Ese es el objetivo del grupo de investigación creado por diputados y senadores rusos a imagen y semejanza de la comisión creada por el macartismo para perseguir a los comunistas en Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial.

“Todo aquello que destruye nuestro Estado desde dentro hay que aplastarlo como chinches. Un gran número de esos chinches se encuentran en la cultura y el arte”, dijo Dimitri Pevtsov, actor, cantante y vicepresidente del comité de Cultura de la Duma (la Cámara de Diputados de Rusia).

El comité lleva el nombre de Grupo de Investigación de Actividades Antirrusas en la Esfera de la Cultura (GRAD), como se conocen en este país las lanzaderas de misiles que se utilizan, por ejemplo, en el campo de batalla en Ucrania.

Y su objetivo es crear un “frente cultural” contra la “influencia extranjera”, especialmente de los países inamistosos —la Unión Europea, EE.UU. y sus satélites—, y “desplazar a la quinta columna” que supuestamente se ha afincado en el mundo de la cultura rusa.

El presidente ruso Vladimir Putin
El presidente ruso Vladimir Putin - Créditos: @MIKHAIL KLIMENTYEV

“Necesitamos nuestro propio macartismo ruso, soviético. Hay que aprender del enemigo”, dijo el publicista Alexéi Volinets durante la primera reunión del grupo en la cámara baja del Parlamento.

“Agentes de influencia extranjera”

La diferencia con el macartismo es que el GRAD no persigue a los comunistas, sino a aquellos artistas y gestores culturales rusos que no son “del todo patriotas”, es decir, que no apoyan públicamente la actual campaña militar. El grupo elaborará listas de personalidades de la cultura y también un registro de funcionarios acompañados de evidencias de sus posturas o acciones “antirrusas”, por lo que no podrán seguir ejerciendo su labor.

Tras esta iniciativa se encuentra Zajar Prilepin, el escritor y diputado ultranacionalista del partido Por la Verdad que acaparó titulares en 2016 cuando se fue a vivir a Donetsk, donde se enroló en las milicias populares para combatir al Ejército ucraniano.

Los que sean identificados como “agentes de influencia extranjera” pueden regresar al redil si viajan al Donbass para conocer de primera mano el sufrimiento de los prorrusos o apoyan abiertamente la “operación militar especial”. Además, proponen enmendar las leyes que impiden la injerencia del Estado en el arte y la cultura, de forma que aquellos que reciban subvenciones estatales defiendan obligatoriamente los intereses nacionales y también los valores tradicionales rusos.

Pevtsov recomienda crear comités de expertos que incluyan a psicólogos, profesores y representantes de las principales confesiones rusas para trazar las líneas rojas. “Todo lo que sale en la gran pantalla, en los escenarios y en las salas de exposiciones debe estar bajo el control del Estado”, subrayó.

Primeros elementos antirrusos

En la página web del grupo ya aparecen los primeros nombres de la lista de “agentes de influencia extranjera”, de cuya “purificación” deben encargarse los ministros de Cultura y Desarrollo Digital.

El más destacado es Iván Urgant, el presentador del programa de entrevistas más popular de la televisión rusa, en el que criticaba habitualmente a políticos y funcionarios hasta que el talk show fue retirado tres días antes del inicio de la intervención armada en Ucrania.

Los diputados exigen al director del Primer Canal de la televisión pública, Konstantín Ernst, que rompa el contrato con Urgant y también con Alexandr Vasíliev, presentador de un programa de moda, si estos no apoyan los planes del Kremlin en Ucrania.

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, defendió públicamente a Urgant, lo que provocó la indignación del líder chechén, Ramzán Kadírov.

Fiel a la ironía que le caracteriza, Urgant respondió al ataque proponiendo renombrar al comité como Grupo de Identificación de Enemigos de Nuestro Estado (GOVNO, que significa mierda en ruso). Además, llamó a castigar no sólo a los artistas poco patrióticos, sino también a sus familiares más cercanos, y a requisar todos los discos de Paul McCartney, menos Back in the USSR (De vuelta en la Unión Soviética).

Lo mismo ocurre con el director del Teatro Bolshói, Vladímir Urin, al que los políticos demandan el despido del director Alexandr Molóchnikov, quien, según GRAD, responsabilizó a Rusia de “crímenes de guerra” denunciados por Kiev.

Los nuevos censores también tienen en su punto de mira al grupo musical BI-2, que se negó a ofrecer un concierto en un escenario con el símbolo de la campaña militar rusa, la Z.

Caza de brujas en el exilio

La “caza de brujas” no se limita a territorio ruso, sino también a las personalidades que se han exiliado en los últimos meses, como es el caso de la actriz Chulpán Jamátova, admirada por los rusos independientemente de su ideología, y del popular humorista Maxim Galkin, el más crítico con la guerra.

Ahora, los diputados se han dirigido a la Fiscalía para que compruebe si esas personalidades al vender sus propiedades en Rusia han pagado los correspondientes impuestos al Estado.

Son muchos los escritores, actores y, especialmente, músicos que han emigrado, aunque no todos los críticos con la campaña militar han sido víctimas del escarnio público, ni siquiera los que han permanecido en el país.

El actor Danila Kozlovski, protagonista de Leyenda 17 o Chernóbil, escribió nada más estallar el conflicto un mensaje en el que pidió al presidente, Vladimir Putin, que parara la guerra, pero se ha librado por el momento de la ira oficialista.

Menos suerte ha tenido el veterano rockero Yuri Shevchuk, cuyo concierto en Moscú fue cancelado tras llamar al público a no besar “el culo del presidente”.

Una lista negra de músicos rusos que no pueden actuar en público ya existe entre los organizadores de conciertos e incluye a unos 37 grupos críticos con la política del Kremlin.

Agencias EFE y AP