Que la música te acompañe: ‘Dream of me’, un documental sobre el proyecto Musicall

Lo primero, un disclaimer: conozco de cerca y admiro, por razones varias que podrían resumirse en su voluntad de excelencia y en su fondo humanista, el proyecto de Musicall desde sus orígenes; para colmo mayor, colmo de los colmos, Juan Carlos González –uno de sus fundadores, junto a Taimy Balbuzano– es amigo tremendamente cercano desde la adolescencia de ambos. Así que en lo que sigue, por elemental prurito de imparcialidad, se hablará no tanto de Musicall sino de Dream of Me (2023), el corto documental de Tane Martínez que se ocupa, exacto, del trabajo que viene haciendo Musicall desde hace alrededor de una década.

Con reconocimientos varios en festivales de Londres, Milán, Florencia, París y New York, Dream of me consigue retratar de maravillas la esencia de ese proyecto, de modo que, ya disculpado de parcialidades, adelante.

Mi padre, que hacía cine científico y hacía formulaciones claras, solía decir que más allá de tendencias o escuelas o demás etcéteras habría, en última instancia, tres o cuatro tipos de documental, unas pocas maneras básicas de abordar el documental aun cuando, en ocasiones, esos tipos se solaparan un poco entre sí: el documental de propaganda o documental-panfleto, vade retro, que persigue ganar militantes para una causa (ahí tenemos a la Riefensthal y Triumph des Willens); el documental de tesis, que busca demostrar algo (y que muchas veces colinda con el documental de investigación, que busca revelar algo); y por último, lo que él llamaba el documental-documental: aquel que, cristal de una lente transparente con respecto a su objeto, ponía en evidencia el ser de algo dejándolo hablar por sí mismo, mostrarse en lo que es. Esos, remataba brechtiano y riéndose, los imprescindibles.

El documental de Tane Martínez es eficaz, tremendamente eficaz, en su apuesta por esa transparencia: muestra, casi deícticamente (miren esto; esto, pues va así), la historia y el presente de un proyecto, el de Musicall, que ha devenido también en su decursar una comunidad en obra.

Tratándose como se trata de un proyecto bellísimo, habría sido fácil haber hecho del documental que lo aborda mera apología visual, dejar que un discurso entusiasta lo describiera ensalzándolo. Lejos, en cambio, de lo apologético o lo solemne –que suele redundar en lo liricoso, ese tobogán hacia el abismo–, Dream of me se vertebra a sí mismo y pone en escena aquello que refiere apostando no por un discurso-sobre-aquello, sino por la transparencia que revele su figura: muestra, porque no eran arbitrarias esas itálicas en pone, lo que hay, lo dispone a la mesa à la cinema verité pero ahorrándonos, gracias, la estridencia estética del blanco y negro contrastado.

No hay aquí artificio o si lo hubiera, consiste precisamente en limpiar de afeites aquello que refiere, documenta: esa comunidad en obra, en toda su diversidad –diversa en el mejor sentido del término, que no es por supuesto cuestión de cuotas, sino de humanidad en toda la amplitud de su espectro–, que será justo lo que veremos transcurrir en su cotidianeidad, en su hábito.

Ahora bien, todo eso que parece decirse así de fácil, ¿cómo se resuelve, narrativa y visualmente hablando? ¿Cómo se las arregla su directora para dejar hablar por sí mismo aquello que muestra? Pues recurriendo de un modo particularmente inteligente a dos principios simples –a la paleta primaria, por así decir, del lenguaje documental: la entrevista y la selección. Particularmente inteligente, porque se realizan aquí con un plus, con una vuelta de tuerca que atañe tanto a la forma como al contenido.

Taimy Balbuzano y Juan Carlos González en un fotograma del documental “Dream of Me”.
Taimy Balbuzano y Juan Carlos González en un fotograma del documental “Dream of Me”.

A diferencia de la interpelación a una figura pública o al creador de un proyecto o al protagonista, en fin, de aquello que se documenta, Tane Martínez consigue orquestar –nunca mejor dicho– una entrevista coral: en esos 35 minutos hablan desde los gestores del proyecto hasta los niños y los músicos, y los músicos que son también en clase los profesores y hablan los que en clase alumnos, el estudiante de música que sueña con dominar virtuosamente un instrumento, y habla –hasta por los codos, más elocuente no puede ser– el diálogo, el concierto mismo entre todo eso. En Dream of me habla todo dios, y habla a través suyo aquello que, como espíritu, lo recorre.

El recurso de la entrevista, que aquí es decididamente coral, y el de la selección, habíamos dicho: de entre los varios escenarios que de hecho aparecen o que podrían haber aparecido en el documental –salas de clase, oficinas, salas de concierto, etcétera–, hay uno que muy atinadamente privilegia su directora, y que en esa selección termina también enlazando, poniendo en equilibrio todo lo demás: el escenario atemporal, que diría Steiner, de la hospitalidad, del convivio entre amigos. Motivo este tan viejo como el simposio platónico, resulta aquí un acierto sobre todo porque es esa selección, la de una fiesta y la mesa compartida, la de sentirse en familia con el otro, la que consigue organizar, dar el tono coral al recurso de la entrevista, y al hacerlo añade algo que más que suma, cantidad cuantificable, es cualidad: cristaliza, hace cuajar, ese plus de sentido que resulta de ahí.

Un dato curioso: en el documental no aparece la palabra Cuba, ¿debería usarla yo aquí? Buena la pregunta: no lo sé. Quizá sólo para decir que es otro acierto que no aparezca, o que no aparezca sobre todo como suele irrumpir –esto es, como si fuera un comodín, una suerte de significante vacío que vendría a llenarlo o explicarlo o disculparlo todo– cuando se trata de proyectos hechos por cubanos. Va y la esté usando ahora para terminar con que, en La Habana desolada de finales de los ochenta, Juan Carlos y yo hicimos nuestra la frase de una amiga, una frase que decía algo así como que a grandes dosis de desidia o estulticia –ha conocido variaciones más largas, creánme– sólo cabe oponer dosis mayores de excelencia y buen hacer. Me encanta, ahora ya suspendido el disclaimer inicial, que ese credo también esté ahí, en Musicall y en todo lo que muestra, como si lo pusiera a la mesa, Dream of me.

Waldo Pérez Cino, narrador y editor cubano.