México espera “renacimiento psicodélico”: ley actual aún impide investigación sobre estas sustancias y su potencial médico

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En los últimos años, ha habido un acelerado avance en las investigaciones del potencial terapéutico de la psilocibina y los hongos alucinógenos para la salud mental, acompañado de nuevas regulaciones para psicotrópicos. 

En México, único país del mundo donde el uso medicinal de estos hongos ha sido mantenido por comunidades indígenas, la investigación científica ha estado obstaculizada por la clasificación de los psicodélicos dentro de la Ley General de Salud, pero en el Senado está por presentarse una propuesta para su reclasificación, que permitiría la investigación, su uso médico y la integración de los saberes ancestrales con la medicina considerada “moderna”. 

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Hay una ola tomando fuerza en la ciencia de la salud mental desde hace casi 20 años. “Lo veo como un gran tsunami que está a punto de llegar a México”, así describe Raúl Escamilla, psiquiatra del Instituto Nacional de Psiquiatría, lo que otros especialistas llaman el “renacimiento psicodélico”: la creciente investigación de los potenciales terapéuticos de diversas sustancias psicodélicas, como el LSD, la ayahuasca, el DMT y los hongos alucinógenos y su compuestos activo, la psilocibina. 

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El cada vez mayor número de investigaciones sobre estos compuestos apunta a que las terapias asistidas con psicodélicos podrían ser mejores que los fármacos actuales para el tratamiento de condiciones como depresión, síndrome de estrés postraumático, trastornos de uso de sustancias (antes llamados adicciones), entre otras. Ante la falta de alternativas para muchas personas a quienes los fármacos no les funcionan o les producen efectos secundarios severos, las terapias asistidas con psicodélicos ofrecen una nueva salida de bajo riesgo si se realizan en entornos profesionales. 

“Es el momento de ponernos al corriente”, dice Escamilla al hablar de México y la psilocibina, al tiempo que expresa frustración sobre la situación actual de la investigación de estas terapias y sustancias en el país. Este juego entre entusiasmo y lamento es un punto en común entre varios investigadores. 

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Las terapias asistidas con psicodélicos comenzaron a llevarse a cabo en la década de los 40 del siglo XX, sobre todo en Estados Unidos, cuando en menos de 20 años se produjeron más de mil estudios científicos utilizando LSD. Los resultados sobre el efecto de este psicodélico en la salud mental fueron “abrumadoramente positivos, describiendo tratamientos seguros y efectivos”, expresa David Nutt, especialista en neuropsicofarmacología del Imperial College de Londres. Pero a partir de 1971, este tipo de sustancias, también llamadas enteógenas, fueron prohibidas en casi todo el planeta. 

El entonces presidente de EU, Richard Nixon, y su guerra contra las drogas y la contracultura encabezaron un movimiento global de prohibición que dio paso a la Convención de Sustancias Psicotrópicas de la ONU, en la que se elaboró un tratado internacional para el control de estos productos. A partir de ese tratado, muchos países como México clasificaron a los psicodélicos como peligrosos e inútiles para la salud humana. La Ley General de Salud mexicana los mantiene en el Grupo 1 de sustancias psicotrópicas: “las que tienen valor terapéutico escaso o nulo y que, por ser susceptibles de uso indebido o abuso, constituyen un problema especialmente grave para la salud pública”, y para las que está prohibido todo acto, incluyendo posesión, elaboración, transportación, uso, prescripción médica y consumo.

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Durante décadas, la prohibición obstaculizó cualquier tipo de investigación con enteógenos en todo el mundo. La nueva era de la investigación con psicodélicos para la salud mental inició en 2006, cuando un laboratorio de la prestigiosa universidad de medicina Johns Hopkins, en EU, llevó a cabo una pequeña investigación con psilocibina sintética, cuyos resultados indicaron que una sola sesión con este psicotrópico mejoraba en gran medida el bienestar psicológico y era calificada como una de las experiencias más significativas en la vida de quienes la consumieron. A partir de este momento, los permisos para investigar el potencial terapéutico de los psicodélicos comenzaron a crecer.

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Los resultados acumulados al día de hoy apuntan a que entre una y tres terapias asistidas con psicodélicos, en particular con psilocibina, son mejores que meses de tratamiento con fármacos convencionales para las formas más severas de depresión, trastornos de uso de sustancias, síndrome de estrés postraumático y trastorno obsesivo compulsivo, entre otros problemas de salud mental

Hay más de 450 ensayos clínicos registrados mundialmente para investigar el efecto de los psicodélicos en diversos padecimientos, 130 de los cuales están enfocados en psilocibina. Existen regulaciones en diversos lugares del mundo, a diferentes escalas gubernamentales, que permiten el uso legal de esta sustancia como ayuda terapéutica, como en Austria, Canadá, algunos estados de EU y recientemente Australia, donde desde el 1 de julio de este año los psiquiatras pueden recetar psilocibina para el tratamiento de la depresión. 

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El doctor Escamilla y colegas han hecho varios intentos por recibir permisos de Cofepris y Conahcyt para hacer investigación clínica con psilocibina y los hongos que la contienen. “Es frustrante para quienes nos dedicamos a hacer investigación”, comenta, al referirse al estatus legal de estos compuestos en México, pues “el estar catalogada así, contra toda la evidencia que tenemos sobre sus beneficios, es la limitante más importante que tenemos para hacer proyectos”. 

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Si bien, a pesar de esta clasificación, la investigación clínica con psilocibina o con hongos podría ser posible en México a través de permisos especiales de la Secretaría de Salud, hasta ahora el equipo de Escamilla no ha tenido éxito. “Existe un estigma en la ciencia mexicana actual en que todavía se ve a la psilocibina como una sustancia demasiado peligrosa como para poder usarse de manera responsable en seres humanos”, comenta Anja Loizaga Velder, psicóloga clínica y especialista en salud mental y medicina tradicional. “Sin embargo, hay ensayos clínicos en Estados Unidos y Europa que han demostrado que sí se puede usar de forma responsable y sin efectos adversos significativos cuando se toman en cuenta lineamientos profesionales para su uso médico”.  

En contextos terapéuticos, con acompañamiento y sesiones posteriores de integración, en las que se ayuda a los pacientes a dar sentido de la experiencia, los riesgos de la terapia asistida con psilocibina han mostrado hasta ahora ser muy bajos

“En resumen, la psilocibina no es físicamente tóxica ni adictiva”, apunta Sandeep Nayak, psiquiatra especialista en psicodélicos de la Universidad Johns Hopkins. Señala que los efectos adversos de esta sustancia, cuando es consumida en entornos clínicos controlados, son malestares físicos y psicológicos transitorios que desaparecen en un máximo de 24 horas, como náuseas, mareos, vómito, agitación, ansiedad, delirios y “comportamientos peligrosos o imprevisibles si no hay supervisión”. El potencial de daño a órganos es muy bajo y no causa supresión de la respiración aun en sobredosis, las cuales son “esencialmente imposibles de consumir”, pues para tener una sobredosis habría que consumir mil veces una dosis efectiva. 

En los miles de pacientes que hasta ahora han consumido psilocibina y otros psicodélicos en contextos clínicos, no se ha reportado un solo caso de psicosis o manía por el consumo de estas sustancias. Estos pacientes son cuidadosamente seleccionados para ser parte de investigaciones, y no se incluye a personas con antecedentes de esquizofrenia, trastorno bipolar y psicosis, ya que existe la sospecha de que estas sustancias pueden exacerbar este tipo de trastornos cuando son preexistentes. 

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Uno de los problemas con la actual clasificación de la psilocibina y los hongos Psilocybe en México es que, independientemente de su legislación, el uso de estos psicodélicos se ha incrementado. Una encuesta de la Universidad de Minnesota estima que entre 2018 y 2021 el consumo de psicodélicos se duplicó en personas de entre 19 y 30 años en EU

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“La gente lo está utilizando a pesar de que esté restringido, y el uso muchas veces no es el más adecuado, pues no todas las terapéuticas ni medicamentos son para todas las personas”, comenta la Eva González Trujano, jefa del Laboratorio de Neurofarmacología de Productos Naturales del Instituto Nacional de Psiquiatría. “La gente está buscando una solución alternativa para tratar un reto de salud mental, o facilitar un proceso personal o de búsqueda espiritual, y se ve expuesta a una jungla de ofertas donde es muy poco claro qué formación tienen los facilitadores”, dice la doctora Loizaga. “Por la falta de regulación se crea una situación de muchísimo riesgo, pues para la aplicación correcta de estas medicinas se necesita de mucha preparación, mientras que una regulación adecuada podría permitir el entrenamiento y supervisión de facilitadores y procesos, para crear un espacio de mayor seguridad”. 

Para los tres investigadores médicos mexicanos consultados, una reclasificación de la psilocibina tendría ventajas para la ciencia médica. “Sin duda facilitaría la investigación”, dice Escamilla, pero más importante aún, beneficiaría a la población. “Los científicos siempre tendremos un tema que investigar, pero los pacientes sufren, y con ellos sus familias, amigos, todo su entorno se ve afectado”, opina González Trujano. “Si los hongos y la psilocibina resultan ser un recurso que pueda favorecer a pacientes con depresión y ansiedad, para quienes los fármacos son muy limitados, entonces tenemos la obligación de llevarles esta opción, una esperanza de tratamiento para condiciones que son tan, tan difíciles”. 

Reclasificar la psilocibina y los hongos en México

“Las leyes deben reflejar la realidad”, dice la senadora Alejandra Lagunes. “La clasificación actual de la psilocibina es incorrecta y no corresponde a la realidad: sí tiene beneficios terapéuticos y no representan un grave problema para la salud pública, pues no es tóxica ni adictiva”. Desde 2021, Lagunes ha estado organizando conversatorios en el Senado en torno al uso medicinal de la psilocibina y otros psicodélicos o enteógenos, en los que han participado abogados, científicos, médicos, e integrantes de pueblos originarios de México y otros países. Estas conversaciones han devenido en una propuesta de modificación de la Ley General de Salud para cambiar la categorización de la psilocibina y hongos Psilocybe, y que será presentada en el siguiente periodo ordinario de sesiones del Senado, en septiembre. La propuesta consiste en varias modificaciones a leyes relacionadas con los hongos, en particular dos cambios a la Ley General de Salud: mover a la psilocibina del Grupo 1 de sustancias psicotrópicas al Grupo 3, y mover a los hongos del Grupo 1 a un nuevo capítulo especial dentro de esta legislación. 

En el Grupo 3 de sustancias psicotrópicas, se encuentran fármacos como las benzodiacepinas (por ejemplo, clonazepam —Rivotril—, diazepam —Valium—, y alprazolam —Xanax—). La ley considera que los psicotrópicos en este grupo “tienen valor terapéutico, pero constituyen un problema para la salud pública”. Si la psilocibina se reclasificara para estar en el Grupo 3, sería parte de los fármacos a los que comúnmente se les llama “controlados”, y que para su venta al público requieren de receta médica que contenga la cédula profesional del médico que la expida, misma que se retiene en la farmacia que la surte. 

“Los hongos necesitan un tratamiento completamente diferente”, explica Lagunes. “Se necesita integrar y reconocer el conocimiento de los pueblos originarios”. En México existe una tradición milenaria del uso medicinal de estos hongos, mantenida hasta la actualidad gracias a pueblos indígenas como los mazatecos, nahuas, mixes, mixtecos, chinantecos, matlazincas y zapotecos. Es por esto que la iniciativa propone crear un nuevo capítulo en la Ley General de Salud, titulado “De los Enteógenos de Origen Natural”. 

Este nuevo capítulo permitiría que terapeutas que no sean psiquiatras, por ejemplo, médicos tradicionales o psicólogos especializados, puedan dar terapias asistidas con hongos e incluso formar a otros terapeutas. “El uso terapéutico de los hongos es un patrimonio biocultural mexicano”, comenta la doctora Loizaga, por lo que sería importante “permitir aplicaciones interculturales que valoren el gran tesoro de conocimiento que tienen los pueblos indígenas sobre los hongos medicinales, y que se pueda aprender de los médicos tradicionales de forma legal, contribuyendo a que se preserve ese conocimiento, que se fortalezca la cultura, y que se esparza la abundancia económica”. 

Este nuevo capítulo pretende integrar como una obligación del Estado la conservación de los ecosistemas y el fortalecimiento de las culturas que han preservado los saberes en torno al uso medicinal de estos hongos, de manera que exista reciprocidad en los beneficios del uso de estos enteógenos; en particular, que la manera en que se reciproque a los pueblos indígenas sea a través de la economía, ya sea por medio de estímulos o de facilidades para practicar la medicina tradicional, por ejemplo, a través de la creación de clínicas donde pudieran dar terapias o consultas con enteógenos, y donde estos conocimientos pudieran coexistir con la biomedicina o medicina “moderna”. 

Lagunes lo ve “como tejer un petate, donde lo que se teje es la cosmovisión ancestral tradicional con la visión moderna de la biomedicina, para poder permitir la integración de psiquiatras con médicos tradicionales”. Dado que México es el único país del mundo en que el uso tradicional de los hongos enteógenos se ha conservado hasta la actualidad, “los ojos del mundo están volteando a ver a México” en este “renacimiento psicodélico”, dice Lagunes. 

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Para Osiris García Cerqueda, mazateco, historiador y sociólogo especialista en la Sierra Mazateca, la nueva regulación “por supuesto que tendrá ventajas, sobre todo para la sociedad civil”, ya que considera que los hongos y la psilocibina son medicinas poderosas para varios males que afectan la salud mental de sociedades occidentalizadas. Sin embargo, expresa suspicacia sobre los beneficios que dicha regulación tendría en los pueblos originarios. 

Aunque la propuesta tenga buenas intenciones en cuanto a la interculturalidad y la reciprocidad hacia las comunidades indígenas, este especialista considera que será difícil sortear los siglos de violencia y relación desigual que ha tenido el Estado mexicano con estas, y que permean en la academia y la sociedad civil. “Es fácil que, sin darse cuenta, comiencen a hablar viendo desde arriba, y así se generan nuevamente relaciones verticales, donde se anteponen ciertos tipos de experiencias y conocimientos sobre los indígenas, lo cual genera mucha violencia epistémica, extracción de conocimientos y apropiación cultural”. 

Uno de los mayores riesgos que García Cerqueda encuentra en la propuesta es el efecto que pueda tener en la estructura social. “El pueblo mazateco está muy fragmentado históricamente, con muchos conflictos internos, es riesgoso introducir iniciativas que puedan dividir más a la comunidad”, y considera que las opiniones respecto de la propuesta están creando ya más división: “En vez de generar alianzas, unión, vinculación, lo que está ocurriendo es que se está rompiendo otra vez el tejido comunitario que de por sí está muy gastado”. Para él, una propuesta así debe ir precedida de la restauración de este tejido, antes de apurar o meter presión para la reclasificación de los hongos.

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Lagunes opina que la reclasificación es un tema urgente, ya que las terapias, ceremonias y demás experiencias con hongos se generalizan cada vez más en México, sin un control de las personas que las facilitan: “Al regularlo, lo que haríamos es evitar que haya charlatanes haciendo mal uso de estas medicinas, es un asunto de salud pública”. Considera también que, ante la velocidad que está teniendo la investigación y regulación en otros países, acompañada de intereses farmacéuticos e industriales, es apremiante que en México se integre dentro de las leyes la protección y valorización tanto de los hongos como recurso natural, como de los saberes indígenas sobre su uso, así como se permita la investigación científica: “Con esta propuesta estamos poniendo al centro a los pueblos originarios con sus usos y costumbres, de una manera en que nunca antes se habían integrado”. 

Respecto de las diversas opiniones que pudiera haber dentro de los pueblos indígenas sobre esta reclasificación, menciona que, si bien hay diferencias internas sobre si el uso de los hongos debe abrirse o mantenerse en secreto en las comunidades, las conversaciones en el Senado y visitas a Oaxaca han estado abiertas para toda persona que desee integrarse en la elaboración de la propuesta. 

“En la construcción han participado hombres y mujeres medicina, abuelos y abuelas de diversos grupos indígenas, y he honrado y respetado sus peticiones. Toda iniciativa es perfectible, pero el trabajo que se ha hecho es exhaustivo, es un gran avance que a los pueblos se les haya dado voz en el Senado y se les haya involucrado para prepararla, y que puedan participar en la revolución psicodélica que ya está pasando”, dice Lagunes. 

“Parece que México no se está dando cuenta de que la gran ola ya llegó, que la tenemos de frente”, señala la senadora.

La forma de las olas depende de varios factores, y aún está por verse cuál será la de la nueva era de la investigación psicodélica en México. El tamaño y la turbulencia de la ola apenas se están asomando.