México se dispone a elegir a su primera presidenta

De ser electa como presidenta de México este fin de semana, Claudia Sheinbaum heredaría una larga lista de tribulaciones de su mentor y antecesor, Andrés Manuel López Orbador. (Marian Carrasquero/The New York Times)
De ser electa como presidenta de México este fin de semana, Claudia Sheinbaum heredaría una larga lista de tribulaciones de su mentor y antecesor, Andrés Manuel López Orbador. (Marian Carrasquero/The New York Times)

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Claudia Sheinbaum tiene una larga lista de reconocimientos: tiene un doctorado, ha compartido un Premio Nobel de la Paz y fue la primera mujer en ser electa como jefa de gobierno de Ciudad de México, la capital de su país y una de las mayores metrópolis del hemisferio occidental.

Ahora tiene otra oportunidad de hacer historia. Sheinbaum, de 61 años, es la clara favorita en las elecciones presidenciales de México del domingo, lo que la pone en el camino de convertirse en la primera mujer en ocupar la presidencia del país.

Pero tiene un problema de imagen, y lo sabe.

Muchos mexicanos comparten una interrogante: ¿puede ser una líder en su propio derecho o es un peón del actual presidente?

“Está esta idea, porque la dicen muchos columnistas, de que yo no tengo personalidad”, dijo Sheinbaum ante la prensa este año. “Que a mí me dice Andrés Manuel López Obrador, el presidente de México, todo lo que tengo que hacer; que cuando llegue a la presidencia me va a estar llamando todos los días por teléfono”.

López Obrador y Sheinbaum rodeados de seguidores durante una concentración en Ciudad de México (Luis Antonio Rojas/The New York Times)
López Obrador y Sheinbaum rodeados de seguidores durante una concentración en Ciudad de México (Luis Antonio Rojas/The New York Times)

A días de las elecciones en México Sheinbaum enfrenta un dilema fundamental.

Insiste en que va a gobernar con independencia de su mentor, López Obrador, y en que tiene algunas prioridades distintas. Pero alejarse demasiado de la agenda del presidente podría ser muy arriesgado para ella.

Sheinbaum y López Obrador son “gente diferente”, dijo en una entrevista. Él es un estadista del petróleo que invirtió en proyectos de dudosa calidad medioambiental, ella es una científica ambiental. Y, sin embargo, Sheinbaum ha llegado a la cima en parte por alinearse completamente con él y por respaldar medidas como la apuesta del presidente por la empresa petrolera estatal y algunos cambios constitucionales que los críticos califican de antidemocráticos.

¿Se atreverá a alejarse de dichas políticas si llega a la presidencia, lo que abriría la puerta a reproches de López Obrador y del movimiento que la llevó hasta ahí? ¿O se dedicará a cimentar el legado del presidente, incluso si eso implica moderar su propia visión?

“Lo que Claudia vaya a hacer no lo puede mostrar, porque ahorita tiene que mostrar lealtad absoluta” al presidente, dijo Ana Laura Magaloni, una jurista que asesoró a Sheinbaum en su primer año como jefa de gobierno.

“¿Qué va a pasar cuando Claudia sea libre de ese yugo? ¿Cuando ya no está Andrés Manuel?”, dijo Magaloni. “Nadie sabe”.

Hay otra mujer entre los aspirantes favoritos de la contienda: Xóchitl Gálvez, una empresaria tecnológica que representa a varios partidos de oposición. Pero dado que Sheinbaum encabeza las encuestas por 20 puntos porcentuales, gran parte del debate nacional se ha enfocado en cómo resultará ser realmente en la presidencia.

Sheinbaum asegura que es sexista insinuar que la posible primera presidenta de México solo es títere de un hombre.

“Hay un dejo de misoginia, de machismo ahí”, le dijo a un entrevistador. “De decir: ‘Como va arriba en las encuestas, pues lo único que podemos decir de ella es que es igualita al presidente de la república; es más, es la favorita del presidente”.

López Obrador será recordado por duplicar el salario mínimo y sacar a millones de mexicanos de la pobreza, pero también por empoderar al ejército, priorizar los combustibles fósiles e impulsar medidas que los críticos aseguran que podrían debilitar las instituciones democráticas de México.

Su sucesora se enfrenta a una herencia de numerosas tribulaciones. La empresa petrolera paraestatal está agobiada por la deuda, la migración en el país ha alcanzado cifras históricamente altas, la violencia arrasa y el expresidente estadounidense Donald Trump ya amenaza con imponer aranceles al comercio con México si gana las elecciones de EE. UU.

Sheinbaum afirmó a The New York Times que estaba preparada para trabajar con quienquiera que sea el próximo presidente de Estados Unidos. Ha repetido públicamente el énfasis de López Obrador en atender las causas que originan la migración. En un debate reciente dio visos de un posible cambio, al decir que buscaría reformar a las autoridades migratorias del país, que a menudo son acusadas de corrupción.

“Necesitamos ser más efectivos en disminuir los cruces irregulares”, dijo en una entrevista Juan Ramón de la Fuente, un integrante de su equipo de campaña que es considerado como su elección más probable para ser el secretario de Relaciones Exteriores.

En Washington, algunos se preguntan en privado si es que la cooperación mexicana en materia migratoria se estancaría después de las elecciones del país, pero De la Fuente descartó esas preocupaciones. “Seguiremos con el mismo, diría, rigor, en el intento de contener esos flujos de migrantes”, dijo.

Sheinbaum, quien fue bailarina de ballet, se describe como “obsesiva” y “disciplinada”. Pero los analistas afirman que la disciplina podría no ser suficiente.

López Obrador es un talento político de su generación, quien con la fuerza de su personalidad convirtió a su partido en un gigante. Cuando su coalición se empezó a dividir por luchas intestinas, se valió de su gran capital político para disciplinar a los rivales internos. Cuando surgieron dificultades, persuadió a los mexicanos de que las estaba resolviendo, incluso si las estadísticas de su propio gobierno no lo respaldaban.

Ahora llega Sheinbaum, quien se conduce de manera más profesoral que exaltada, a intentar controlar un universo político definido por la marca del poder de López Obrador.

“Ella lo necesita”, dijo Carlos Heredia, analista político mexicano. “No tiene el carisma, no tiene la popularidad, no tiene energía política propia, así que necesita tomar prestado eso de López Obrador”.

El Times habló con más de una veintena de personas que han trabajado con Sheinbaum o la conocen, y asistió a eventos de campaña, analizó sus escritos y apariciones en los medios; también la entrevistó en 2020 y otra vez este año.

Lo que quedó claro es que Sheinbaum tradicionalmente parece más cómoda resolviendo las cosas discretamente que promoviéndose a ella o a sus logros.

La candidata es nieta de inmigrantes judíos que huyeron de Europa y, dicen sus colegas, rara vez discute su identidad judía ni prácticamente ningún aspecto de su vida personal. Cuando quienes la entrevistan le preguntan por el Nobel que recibió con un panel de expertos sobre el clima, responde que muchos otros participaron en el esfuerzo.

Se le conoce como una jefa dura de carácter irascible y que al mismo tiempo puede inspirar temor y devoción en su equipo. En público, se conduce de manera tan controlada que raya en lo distante.

López Obrador, en contraste, se siente completamente cómodo cuando revela su estado emocional interno al mundo. En los últimos cinco años, ha sostenido una conferencia matutina de prensa prácticamente todos los días laborables, en las que pasa horas desmenuzando sus ansiedades, celebrando sus victorias y atacando a sus críticos. Cuando no se lanza contra la yugular resulta cálido y encantador.

“Andrés es más carismático”, dijo en entrevista Marcelo Ebrard, exsecretario de Relaciones Exteriores que ahora forma parte del equipo de campaña de Sheinbaum. Ebrard, otrora rival de Sheinbaum dentro del partido, no lo dijo de forma negativa. El de ella, dijo, “es otro tipo de liderazgo”, que podría resultar “más eficiente” que el basado en la personalidad.

Para algunos mexicanos, una mujer que no ofrece sobresaltos podría ser el antídoto ideal para un hombre que entretiene y ha sumido al país en la división partidista.

Pero sus oponentes perciben esta característica como una oportunidad.

En un evento reciente de campaña con estudiantes universitarios, se le pidió a Jorge Álvarez Máynez, el candidato que va en tercer puesto, que definiera a Sheinbaum.

“Muy aburrida”, dijo con una sonrisita burlona. El auditorio estalló en aplausos.

‘Dijo el jefe de gobierno’

Hija de una pareja de académicos que fueron activistas de izquierda en la capital, Sheinbaum siempre fue “una niña seria”, dijo Arturo Cano, un periodista que escribió una biografía de la candidata. De pequeña acudía con su familia a dar de comer a presos políticos, comentó Cano.

En la Universidad Nacional Autónoma de México ayudó a liderar un movimiento de protesta contra un plan de aumento de la matrícula estudiantil y cambios en las políticas de admisión. Se casó con uno de los líderes del movimiento y tuvo una hija con él.

A principios de la década de 1990 se mudaron a California, donde estudió el consumo energético de México en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley.

La carrera política de la candidata comenzó cuando López Obrador fue electo jefe de gobierno de la capital mexicana en 2000 y la invitó a una reunión en un Sanborns. “Yo lo que quiero es que disminuya la contaminación”, recordó ella que le dijo López Obrador. “¿Sabes cómo hacer eso?”.

Sheinbaum, quien para entonces había escrito más de una decena de informes sobre el consumo de energía y las emisiones de carbono dijo que sí sabía. Se convirtió en su secretaria del Medio Ambiente. En las reuniones parecía dispuesta a hacer prácticamente cualquier cosa para complacer a su jefe, según varias personas que trabajaron con ella.

“La frase que usaba una y otra vez era: ‘Dijo el jefe de gobierno’”, afirmó Heredia, quien trabajó con ella en el gobierno de la ciudad en el mandato de López Obrador.

Lo que eso significaba, según Heredia, era: “No somos un gabinete para dar ideas”, dijo. “Somos un grupo de personas que estamos aquí para ejecutar lo que él decide”.

A Heredia le confundió enterarse de que Sheinbaum, la experta en clima, supervisaría la gran inversión de la capital: la construcción de un segundo piso en la ciudad. El proyecto, decían los críticos, solo alentaría a la gente a conducir más.

En ese momento, Sheinbaum dijo que la nueva obra reduciría la contaminación al destrabar la congestión vehicular, aunque los expertos aseguran que es difícil corroborar esa afirmación. Un estudio de 2018 decía que el efecto de las emisiones no era “significativo” porque incluso cuando la congestión era menor, la cantidad de autos aumentó.

En 2006, López Obrador se postuló a la presidencia y perdió por menos de 1 punto porcentual. Disputó los resultados y lideró a sus seguidores en un bloqueo del primer cuadro de la capital que duró más de un mes.

Ahí llevó a cabo su toma de protesta, donde fue proclamado “presidente legítimo” de México. Sheinbaum ayudó a colocarle una banda presidencial. Cuando nombró un “gabinete legítimo” nombró a Sheinbaum entre sus secretarios.

“Muchos no quisimos acompañarlos en esta locura de un gobierno legítimo”, dijo Guadalupe Acosta Naranjo, quien formaba parte del partido de izquierda al que pertenecía López Obrador y ahora forma parte de la oposición.

“Ahí estaba con él”, dijo Acosta Naranjo, “viviendo en su submundo, en ese mundo alterno, paralelo, de gente que cree que está haciendo la revolución”.

‘¿Y qué quieres? ¿A alguien suave?’

En los años siguientes, Sheinbaum combinó su trabajo académico con la labor política, pero siempre estuvo cerca de López Obrador. En 2014, cuando López Obrador fundó su partido, Morena, le pidió que se postulara para una alcaldía local y, con su respaldo, ella ganó.

En 2018, López Obrador llegó a la presidencia con una victoria clara y ella se convirtió en la jefa de gobierno de Ciudad de México. Pronto se ganó la fama de jefa rigurosa.

“Uno no llegaba a sus reuniones para decirle ‘lo estoy trabajando’”, dijo Soledad Aragón, exintegrante del gabinete de Sheinbaum. Cuando entraba a una sala de juntas, dijo Aragón, todos se incorporaban.

La jefa de gobierno era capaz de recordar cifras específicas semanas después de que se mencionaran en alguna reunión, dijo Aragón, quien la calificó de “brillante” y “exigente”, particularmente consigo misma. “Ha dado resultados”, añadió.

Cinco funcionarios que han trabajado con Sheinbaum y no tenían autorización para dar declaraciones en público dijeron que en ocasiones se molestaba con rapidez y gritaba a sus subordinados en frente de grupos grandes. A través de un portavoz, Sheinbaum no quiso hacer comentarios sobre esta acusación.

Cano, el biógrafo, dijo que cuando le preguntó a Sheinbaum sobre los “muchos, muchos relatos” que había escuchado de su dureza como jefa, ella le dijo: “Si hay algo que yo no aguanto es gente floja”.

Sus defensores argumentan que algunas personas simplemente no tomaban bien que una mujer estuviera al mando.

“Sé que en el gobierno de repente había gente que se ofendía o que se sentía mal porque ella pegaba tres gritos”, dijo Marta Lamas, una activista feminista experimentada que ha sido cercana a Sheinbaum y su equipo. “Que si un hombre pega tres gritos no pasa nada, porque culturalmente es distinto”.

“Se lo dicen de manera crítica: ‘Es dura’”, dijo Aragón. “¿Y qué quieres? ¿A alguien suave frente a la ciudad?”.

Para cuando el coronavirus llegó a México, Sheinbaum se había hecho de un espacio para gobernar a su manera, empoderando a cuadros técnicos por encima de los leales al partido e invirtiendo en la policía para combatir la delincuencia en lugar de recurrir al ejército como López Obrador.

Ahora, en las entrevistas ofrece la pandemia como prueba de que ella y López Obrador no siempre están en sintonía.

El presidente rara vez usó cubrebocas en público, insinuó que dos amuletos lo protegerían de la covid y no hizo énfasis en realizar pruebas a nivel nacional. Sheinbaum llevó a cabo pruebas diagnósticas de manera agresiva e impulsó el uso de mascarillas.

Pero cuando los principios científicos entraron en conflicto con su lealtad, Sheinbaum eligió la lealtad.

Cerca de la Navidad de 2020, cuando escaseaban las camas de hospital, el gobierno federal desorientó a los ciudadanos sobre la gravedad del virus en la capital, al decir que no se habían alcanzado los niveles de contagio críticos para requerir un cierre total de actividades. La capital permaneció abierta durante semanas.

Sheinbaum pudo haber implementado cierres en la ciudad antes, pero no lo hizo. El resultado fue un brote masivo.

Una comisión independiente señaló este año que ese episodio había sido “uno de los más graves fallos gubernamentales” en el manejo de la pandemia en México. Sheinbaum ha expresado su desacuerdo con los hallazgos de la comisión.

Ni confrontación ni sumisión

El comportamiento de Sheinbaum durante la campaña ha sido una suerte de prueba de Rorschach para los mexicanos obsesionados con el camino que tomará si es electa presidenta. Quienes creen que se distanciará de López Obrador ven señales de autonomía por todas partes. Quienes no lo creen, solo notan obediencia.

Quienes suscriben la primera interpretación ofrecen como pruebas la designación de expertos respetados en su equipo de campaña, su promesa de promover las energías renovables y su apertura a reevaluar la expansión del ejército en las empresas estatales.

Pero también ha respaldado algunas de las ideas más contenciosas del presidente.

En febrero, López Obrador propuso cambios profundos a la Constitución, entre ellos la eliminación de reguladores independientes y el requisito de que los jueces de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sean elegidos por votación popular. La medida causó inquietud entre los críticos, que dijeron que el presidente estaba intentando erosionar el sistema de pesos y contrapesos.

Aun así, un día después, Sheinbaum se alineó y organizó una rueda de prensa en la que anunció que adoptaría las propuestas como suyas.

Para los detractores, este era un ejemplo de sus peores temores: Sheinbaum seguía las instrucciones de López Obrador con medidas en detrimento de la democracia.

Pero De la Fuente, quien está ayudando al diseño de los planes de Sheinbaum, pareció restarle importancia a los cambios judiciales.

“No diría que es necesariamente la mayor prioridad”, dijo, y agregó que Morena necesitaría una supermayoría en el Congreso para que avanzaran las medidas, algo que la gente del partido no cree que sea probable.

Entre Sheinbaum y López Obrador, añadió, “no habrá confrontación, pero no habrá sumisión”.

Durante años, la candidata ha intentado explicar cómo puede estar tan en sintonía con el presidente y al mismo tiempo ser ella misma. La respuesta, asegura, es simple: genuinamente confía en él.

En 2022, en la radio le trasladaron una pregunta de una radioescucha: “¿Por qué no optar por ser una mujer que gobierna con ideas propias? ¿Por qué no se baja del circo de AMLO?”, preguntó refiriéndose al presidente por su apodo. “¿Por qué tener el mismo discurso y las mismas palabras?”.

Sheinbaum no titubeó.

“Tú pensarás igual que otra persona y puedes no repetir, sino sencillamente coincidir en el planteamiento”, dijo. “No puedes negar lo que piensas”.

c. 2024 The New York Times Company