Luxemburgo decide si renueva a su primer ministro liberal tras 10 años al frente del país

Bruselas, 7 oct (EFE).- Luxemburgo decide en las elecciones generales de este domingo si renueva o si relega a un papel más secundario a su actual primer ministro, el liberal Xavier Bettel, tras llevar una década liderando el gobierno de uno de los países más ricos de la UE, convertido en un centro del sector bancario y financiero.

Los comicios pondrán a prueba el nivel de cohesión entre liberales, socialdemócratas y verdes, los tres partidos que desde 2013 gobiernan juntos Luxemburgo mediante una coalición que siempre ha encabezado Bettel, un político precoz, que llegó a primer ministro con 40 años, y que a sus 50 conserva una gran popularidad en el país, proyectada en Europa al ser uno de los pocos mandatarios declarado abiertamente gay.

En función de los resultados electorales, habrá dos escenarios distintos: una reedición del tripartito progresista actual, o bien una nueva coalición que incluya a los conservadores, ahora en la oposición.

Esta geometría variable es posible porque en Luxemburgo, un país con apenas 280.000 electores, "no hay una fuerte polarización", ni en la sociedad ni entre los partidos, afirma en una entrevista telemática con EFE el politólogo Philippe Poirier, que es catedrático de estudios parlamentarios en la Universidad de Luxemburgo.

"No es como en España, donde hay dos bloques muy divididos a izquierda y derecha, aquí los partidos políticos no son ni muy muy conservadores ni muy muy progresistas", de modo que el tablero político suele moverse siempre hacia el centro, asegura Poirier.

Las encuestas vaticinan una clara victoria de los conservadores del CSV, igual que en los últimos comicios de 2018, aunque podrían volver a quedar arrinconados si los liberales del PD de Xavier Bettel, los socialdemócratas del LSAP y Los Verdes rebasan de nuevo la mayoría absoluta de 31 escaños sobre 60.

Sin embargo, Poirier explica que esta vez los conservadores tienen claro que "quieren volver a gobernar" y, aunque queden primeros, les ve capaces de ceder el puesto de primer ministro o bien a liberales o bien a socialdemócratas con tal de entrar en el ejecutivo y así romper la unidad de la actual coalición progresista.

Al fin y al cabo, Luxemburgo es un país de tradición conservadora. El CSV ha ganado todas las elecciones desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y tan sólo se ha quedado tres veces fuera del gobierno: una en los años 70, y las otras dos en esta última década, con el tripartito progresista encabezado por Bettel, artífice de la aprobación de reformas sociales como el aborto o el matrimonio homosexual.

Aunque su imagen quedó tocada hace dos años al descubrirse que plagió su tesis universitaria, a la mayoría de luxemburgueses -el 34 %, según la última encuesta- les gustaría que Bettel siguiera como primer ministro, pero el sistema de listas abiertas que se usa para elegir a los diputados podría hacer que, esta vez, los socialdemócratas queden segundos y reclamen a los liberales el cargo de primer ministro.

Con el sistema de listas abiertas, expone Poirier, los votantes son capaces de establecer "una clara distinción entre la popularidad del primer ministro", votándole tan sólo a él como candidato individual, y enmendar "la gestión de su propio partido y de las políticas llevadas a cabo por su gobierno", sin votar al resto de candidatos liberales. Inflación y vivienda, los temas de la campaña

La escasez de vivienda asequible, la inflación de los productos básicos y la reducción del poder adquisitivo son los temas que más preocupan al electorado luxemburgués en estas elecciones, según un estudio elaborado por Poirier a partir de datos de encuestas.

En campaña, los liberales del PD han apostado por ampliar el parque público de vivienda y los socialdemócratas del LSAP han planteado limitar las inversiones inmobiliarias que vengan de fuera de la UE. El LSAP también ha prometido reducir la jornada laboral de 40 a 38 horas, a lo que se oponen tanto el PD como los conservadores del CSV.

En cambio, los tres partidos mayoritarios están de acuerdo en la necesidad de individualizar el cobro de los impuestos, y reformar así el sistema fiscal luxemburgués, que actualmente penaliza a las personas que están solas y beneficia a las parejas.

A diferencia de otros países de Europa, ni la inmigración ni los discursos xenófobos han sobrevolado la campaña en Luxemburgo y, hasta ahora, los ultraderechistas han tenido resultados discretos, pese a que el 50 % de la población del país es extranjera, sobre todo procedente de otros países de la UE, como Portugal, Francia o Italia.

Para Poirier, "la proximidad cultural" de estos inmigrantes con la población autóctona explica la ausencia de discursos de odio y, además, el politólogo afirma que su presencia se ve como un elemento indispensable para que Luxemburgo, el segundo país más pequeño de la UE, funcione como "una economía abierta" y puntera en el sector financiero.

En la mayoría de ocasiones, estos inmigrantes no tienen la ciudadanía luxemburguesa y, por lo tanto, no participan en las elecciones. En 2015, el gobierno de Bettel planteó en un referéndum la posibilidad de concederles el derecho al voto, pero esta opción fue rechazada por el 78 % de los electores.

por Bruno Fortea Miras

(c) Agencia EFE