Luisito Comunica y su video sobre la megacárcel de El Salvador que deshumaniza y justifica violaciones a DDHH

Luisito Comunica en su visita al CECOT, la cárcel que Nayib Bukele reluce ante el mundo. (Captura Youtube/Luisito Comunica)
Luisito Comunica en su visita al CECOT, la cárcel que Nayib Bukele reluce ante el mundo. (Captura Youtube/Luisito Comunica)

La idea es muy práctica: invitar a Luisito Comunica, un youtuber con casi 42 millones de suscriptores, para que conozca la megacárcel con la que Nayib Bukele ha purgado a El Salvador. El resto debe hacerlo él, que es especialista: retratar lo que vio, trasladar sus sensaciones a la audiencia y, por supuesto, hacerle el juego al gobierno de El Salvador. Lo último, pero no lo menos importante. De hecho, esa fue la intención principal del video que el creador de contenido mexicano grabó en el CECOT (Centro de Confinamiento del Terrorismo).

Es evidente que nadie puede entrar a grabar a una prisión así por su voluntad. Luisito dijo tener permisos especiales de prensa —ha habido interés en hacerlo, pues estos días han salido otros videos y crónicas escritas sobre CECOT—. Pero el caso de Luisito Comunica es especial porque, hay que decirlo de nuevo, tiene casi 42 millones de suscriptores y, sobre todo, la simpatía del presidente Bukele, a quien entrevistó en 2021 para su podcast. Bukele entiende que su popularidad no se explicaría sin los Luisito Comunica de todo el mundo, que le lavan la cara y lo promocionan como un gobernante eficaz.

¿Tuvo interés Luisito en buscar a las familias de los presos? ¿En consultar a algún especialista en derechos humanos para dar balance a su video? No. Habló sólo con un preso, que aceptó sus crímenes y envió un mensaje aleccionador, como para ejemplificar que la vida de todos los presos es así: son culpables y merecen lo peor. Bastó un preso para justificar la tendencia que siguió de principio a fin: deshumanizarlos, quitarles la categoría de persona para justificar el trato que reciben. "Cuando te enteras de las atrocidades que han cometido, todo hace sentido".

Y es conocido el veredicto popular que prevalece por estos días: que son criminales y merecen eso y más, que ellos no tienen piedad cuando asesinan, torturan y secuestran; que la gente hoy vive con tranquilidad en las calles —no en las calles pobres, ahí adonde el gobierno encuentra culpables a modo, sin probarlo—. Los más avispados sostienen que el fin justifica los medios sin entender muy bien que los medios han encerrado a personas inocentes, según documenta un reportaje de El País que da cuenta que con una denuncia anónima cualquiera puede ir a parar a la cárcel, acusado de ser criminal por una venganza en un conflicto vecinal. Pero todo parece justificable para Bukele... y para Luisito y el resto de proselitistas voluntarios, involuntarios, convencidos, manipulados.

La aplastante victoria con 84.6% de votos, que confirma su reelección, es el argumento más sólido para darle razón a Bukele. A estas alturas, a pocos les importa que haya violado la constitución para formalizar su segundo periodo —que empezará el 1 de junio, aunque su palabra siga siendo la más importante en el país—. Ya que se cayó en esa dinámica, tampoco quita el sueño que el régimen de excepción, aprobado en marzo de 2022, haya capturado a 7 mil personas inocentes, liberadas en agosto de 2023. Pero la postura oficial fue que de 72 mil detenidos "sólo" 7 mil eran inocentes. Entonces era una prueba de su eficacia.

De ese tipo son las pruebas que caracterizan a la limpieza social de Bukele, como la línea anónima en la que se puede denunciar a cualquier sospechoso de haber pertenecido o colaborado con la Mara Salvatrucha 13 o con Barrio 18 —basta con ser sospechoso bajo parámetros subjetivos y hasta personales para ir a prisión; primero castigan y después preguntan, si es que lo hacen—. Bukele garantizó, en 2019, recién asumido el cargo, que respetaría los derechos humanos en su combate contra las pandillas. Fue un formalismo que tenía que sacarse de encima para operar como lo tenía pensado desde el principio: arbitrariamente, suspendiendo garantías constitucionales, con violaciones al debido proceso y un trato deshumanizante a los presos, sea culpables o inocentes.

Es una política del miedo: que todos vean lo que les puede pasar. Y que lo vean en todo el mundo a través de los ojos de Luisito Comunica y asociados. Que se difundan en TikTok los discursos poderosos de Bukele. Aplausos eternos para un régimen que tiene apoyo ahora. Y que por eso se siente con el poder de violar derechos humanos, ignorar las reglas democráticas y constitucionales, y utilizar influencers para perpetuar una aprobación plástica.

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