El Louvre de Lens: un tesoro en el norte de Francia

Inaugurado en Lens, antigua ciudad minera del departamento del Norte-Paso de Calais (Francia), un día de Santa Barbara (4 de diciembre de 2012), este “segundo” Louvre –como se le llama– es uno de los museos más atractivos que he visitado en los últimos tiempos.

El edificio fue diseñado por la arquitecta japonesa Kazuyo Sejima, ampliamente galardonada y autora del New Museum of Contemporary Art de Nueva York, entre otras realizaciones, en medio de un parque paisajístico de unas 20 hectáreas, donde se hallaba antiguamente uno de los fosos de una antigua mina de carbón.

Entrada al museo Louvre de Lens.
Entrada al museo Louvre de Lens.

Lens es una ciudad cuyo pasado minero puede leerse en la arquitectura local. Siendo la patrona de lo mineros, santa Barbara se convirtió en la figura titular de la villa, al punto que cada año se le dedica un festival celebrado durante la primera semana de diciembre. Algunos edificios de Lens, como la estación de trenes y la hermosa tienda “A la Ville de Limoges” fueron concebidos en el estilo art-deco, muy de moda entre las dos guerras mundiales. Como prácticamente el 90% de sus edificaciones quedaron en ruina tras la guerra de 1914, la ciudad tuvo que incorporar los estilos arquitectónicos de la Modernidad en las décadas de 1920 y 1930 para renacer de sus cenizas.

Syros, Cyclades, 2700-2300 AD.
Syros, Cyclades, 2700-2300 AD.

Tal fue el contexto que escogió el prestigioso Museo del Louvre de París para fundar su segunda sede en el mundo (la tercera es en Abu Dhabi). El objetivo fue, entre otros, descentralizar a París como sede de los museos más importantes de Francia y dar nuevos bríos a una región que, con el cierre de las minas de hulla y carbón, había decaído considerablemente. Por otro lado, las reservas del Louvre parisino superan en número de piezas lo que el Museo logra realmente exhibir. La creación de un segundo Louvre permitiría mostrar obras que no estaban a la vista del público por falta de espacio a pesar las dimensiones extraordinarias del Museo a orillas del Sena.

Tiro, Líbano, 1400 AD.
Tiro, Líbano, 1400 AD.

Llegué a Lens este invierno con el objetivo de ver este “otro” Louvre del que tanto había oído hablar y que, hasta entonces, había descuidado. La colección semipermanente se exhibe en una única sala sita en el pabellón de vidrio, amplio, moderno y luminoso, que constituye el conjunto del museo. Allí se da fe cada momento icónico de la Historia del Arte universal mediante una sola obra. Este criterio de exhaustiva selección es uno de los mayores aciertos. El espectador no se siente agobiado por el exceso de piezas de un mismo periodo, como sucede en casi todos los grandes museos, sino que tiene ante sí un ejemplo puntual y de exquisita factura.

Egipto, cofre, 1296-1069 AD.
Egipto, cofre, 1296-1069 AD.

Para esa gran sala, llamada “Galería del Tiempo”, sigue un criterio cronológico, de modo que, desde la Prehistoria, pasando por las antiguas culturas de Mesopotamia, Asiria, la India, Egipto, Grecia, Roma, etc. llegamos a Bizancio, al Medioevo, a las culturas precolombinas americanos, las artes primeras de pueblos de África y Oceanía, hasta el arte Occidental desde el románico hasta el siglo XIX.

Pompeya, fresco, 30 dC.
Pompeya, fresco, 30 dC.

La muestra se renueva parcialmente cada año, de modo que siempre se podrá volver al Louvre de Lens para ver “nuevas” piezas, sin contar las numerosas muestras temporales, animaciones, ciclos de talleres y conferencias que tienen lugar en otras salas.

Guinea, máscara cultura Baga, 1850.
Guinea, máscara cultura Baga, 1850.

Durante mi visita pude ver obras tan diversas como la estatua de un príncipe de Mesopotamia del 2120 AD, otra proveniente las Cicladas griegas del 2700 AD, una estatuilla femenina de Tiro (actual Líbano) del 1400 AD, soldados de terracota de una antigua dinastía china y una estela de piedra ornamental de Suse (Persia) de 1150 AD. También se exhibía un cofre pintado egipcio de 1296 AD, un atleta romano de la época imperial, un fresco de Pompeya, una pieza de orfebrería de la Baja Sajonia en el siglo III dC, una exquisita Virgen con el Niño en piedra del Ducado de Borgoña (siglo XV), un cuadro de Memling, un fabuloso Botticelli, la Susana en el baño del Tintoretto, un retrato de Isabel de Requesens por Rafael de Sanzio, una máscara de la cultura Baga (de Guinea), La encajera de bolillos de Johannes Vermeer, un óleo de Juan Bautista del Mazo, un lienzo de Jean-Louis David, y un sinfín de obras cuya lista es imposible ofrecer en este espacio, pero cuya variedad y especificidad ponen de manifiesto los criterios museográficos que siguen los conservadores de esta institución.

‘La encajera de bolillos’, 1669-1670, de Johannes Vermeer.
‘La encajera de bolillos’, 1669-1670, de Johannes Vermeer.

Por supuesto, el proyecto tuvo desde sus inicios connotados detractores que consideraban que las verdaderas antenas del Louvre eran los museos nacionales de ciudades provinciales que no logran exponer, por falta de espacio, muchas de las obras que conservan en sus reservas, además del transporte de las piezas y la accesibilidad limitada de ciudades secundarias como Lens. Pero todos estos pronósticos fallaron tras el éxito del nuevo Louvre-Lens y la satisfacción que provoca en los espectadores la selección de una muestra condensada y de muy alta calidad de la creación artística humana de todos los tiempos, sin barreras culturales, históricas, temporales o geográficas.

Las cifras anuncian un cuarto de millón de visitantes cada año, aunque sobresale el turismo nacional y proveniente de zonas europeas vecinas, ya que los turistas de otros países privilegian los museos de París, los castillos del valle del Loira, los sitios turísticos de Normandía y los viñedos de Borgoña y Champaña.

Tal vez lo menos acertado del proyecto sea el llamado “parque paisajístico” por la simple razón de que amparados en criterios supuestamente ecologistas dejan crecer las malas hierbas por todas partes para que la naturaleza se desplaye libremente con la mínima intervención del hombre. Ese criterio hace que el yerbazal crezca por todas partes, algo que parece más cosa de abandono que un intento de dejar libre curso a la naturaleza. Los antiguos raíles de los trenes que circulaban entre las minas de hulla y carbón han sido colocados como objetos escultóricos de poca gracia y escaso interés. Haciendo abstracción de estos elementos exteriores, el Louvre-Lens puede ser una razón más que suficiente para ir o volver tantas veces como se quiera y pueda a Francia.

William Navarrete es escritor radicado en París, Francia.