Los trasplantes de heces realmente salvan vidas, especialmente de niños

Los trasplantes de heces realmente salvan vidas, especialmente de niños

Mucha gente no ha oído hablar de los trasplantes de heces. A otros les parecerá algo antiguo, o sucio. Y sin embargo, según un artículo reciente, se trata de una técnica médica que puede salvar muchas vidas. Un artículo reciente explica el valor que tiene, y qué factores lo hacen más exitoso.

Vamos a comenzar por explicar en qué consisten los trasplantes de heces. Nuestro intestino es un ecosistema microbiano altamente complejo. La mal llamada flora intestinal – técnicamente se prefiere el término microbiota – se compone de diversas especies de bacterias, virus tanto de humanos como de otros organismos, y otros microorganismos como arqueas o protozoos.

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Como cualquier ecosistema, se encuentra en un equilibrio dinámico e inestable. Si falta alguna especie, u otra crece a niveles muy altos, se generan graves problemas. En general, si se pierde el equilibrio se puede recuperar, bien de manera natural o con la ayuda de productos específicos o medicamentos.

Pero no siempre es así. Hay casos en los que resulta necesario ofrecerle al intestino los microorganismos que necesita. Y una manera de hacerlo es mediante un trasplante de heces: aprovechar la comunidad microbiana en equilibrio de una persona, e implantarla en otra que lo necesite.

Que no tiene por qué ser literalmente trasplantando heces. Puede ser mediante una “infusión” que contenga las colonias necesarias, o con un enema que instaure el ensamblaje de especies correcto. El problema es que ninguna persona es igual a otra, y el equilibrio de una microbiota tampoco lo es.

¿Cuándo es realmente eficaz? En el artículo se explica un caso concreto: una infección por Clostridium difficile. Que por el nombre científico nos podemos hacer una idea de lo difícil que resulta de curar.

Las infecciones de C. difficile están relacionadas con fuertes diarreas, y con enfermedades como la colitis ulcerosa o la enfermedad de Crohn. Y si trata de una infección que está al alza, cada día más frecuente, y que en casos de niños de corta edad puede suponer la muerte.

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Así que un trasplante de heces – o inoculación de microbiota, si queremos buscar un término con menos connotaciones antihigiénicas – es una solución viable para una enfermedad que puede causar la muerte. Pero habiendo tantas maneras de administrarlo – por sonda nasogástrica, infusión anal, enema, colonoscopia, cápsulas… – ¿de qué manera nos aseguramos de que sea más efectiva?

Según se explica en el artículo, la mejor manera de llevar la microbiota al nuevo intestino es, tal vez, la menos agradable: mediante colonoscopia. Las muestras deben ser frescas – sobre la donación de heces no vamos a hablar, pero también daría para largo y tendido – e inocularse de la manera más directa posible.

En estos casos, la tasa de éxito es muy alta, y ayuda a salvar vidas. Aunque parezca una práctica médica de la época en que se usaban sanguijuelas.