Los gráficos demoledores que muestran la legitimidad de las protestas contra el racismo y la brutalidad policial en EEUU

El racismo estructural, enquistado en las entidades policiales de Estados Unidos y otros estamentos de la sociedad, y la injusticia sistémica que afectan a las minorías en ese país son las lacras contra las que miles y miles de estadounidenses han protestado en días recientes, en multitudinarias concentraciones, en decenas de ciudades.

En ese contexto, los datos sobre la cantidad de personas muertas a manos de policías y del rigor desproporcionado con el que personas de minorías son encarceladas ilustran los motivos legítimos de la indignación expresada en las protestas pacíficas y la enormidad de la injusticia y la falta de rendición de cuentas que, en el contexto de la brutalidad policiaca, se experimenta en el país.

Una manifestante en Arizona exige una reforma de la policía durante las marchas en repudio al racismo y a la muerte de George Floyd. (AP Photo/Matt York)
Una manifestante en Arizona exige una reforma de la policía durante las marchas en repudio al racismo y a la muerte de George Floyd. (AP Photo/Matt York)

Entre 2013 y 2019, de acuerdo a datos de Mapping Police Violence, las cifras al respecto se han mantenido relativamente estables, con entre 1,050 y 1,141 personas muertas a manos de policías cada año.

Desde el 2014, el número de muertes a manos de policías no ha variado. (Gráfico de Chartr/Fuente: Mapping Police Violence)
Desde el 2014, el número de muertes a manos de policías no ha variado. (Gráfico de Chartr/Fuente: Mapping Police Violence)

Ciertamente, no todos esos casos son iguales. Algunos han sido resultado de acciones justificadas de la policía al responder a criminales armados y violentos que agreden o amenazan a civiles u oficiales. Pero, ominosamente, muchas de esas muertes serían producto de acciones no justificadas, en la que las víctimas no estaban armadas y donde la violencia oficial habría sido desproporcionada y brutal.

El hecho de que la cantidad de esas muertes haya permanecido estable en ese periodo, años en los que se han registrado numerosos casos de personas abatidas por policías en incidentes patentes de brutalidad policiaca, lo que ha motivado protestas y movilizaciones, es una señal ominosa sobre que no se han dado de modo suficiente los pasos de reforma policial y rendición de cuentas para abatir la brutalidad policial, el racismo estructural y la injusticia sistémica.

Y otros datos revelan que no existe necesariamente una proporcionalidad entre enfrentar el crimen violento en sí y los casos de muerte de personas a manos de policías. De acuerdo a Mapping Violence, en muchas de las mayores ciudades de Estados Unidos el índice de esas muertes no se corresponde con el índice de crimen violento. Por ejemplo, en Oklahoma, la policía mata en una proporción enormemente mayor que la tasa crimen violento en ese estado, mientras que en Nueva York la tasa de crimen violento es mucho más alta, pero la de muertes a manos de la policía es sustancialmente menor.

Según Mapping Violence, en Buffalo, Nueva York, donde el índice de crimen violento es de 12 por cada 1,000 no se registró ninguna muerte a manos de policías entre 2013 y 2016. En cambio, en Orlando, Florida, con un índice de crimen violento menor, 9 de cada 1,000, 13 personas murieron por la policía en el citado periodo de tiempo.

Se añade que las posibilidades de que una persona afroamericana muera a manos de la policía es tres veces mayor que las que enfrenta una persona de raza blanca, y que el porcentaje de personas afroamericanas desarmadas que fueron abatidas letalmente por la policía es también mayor que el de las personas de raza blanca. Aunque de modo menos agudo que los afroamericanos, los hispanos en Estados Unidos también sufren esos desbalances.

Esas desproporciones se ilustran también por el impacto auspicioso de algunas medidas de control y entrenamiento policial que se han desarrollado en algunas localidades. De acuerdo a Use of Force Project, departamentos de policía que han establecido políticas como exigir a sus oficiales un reporte amplio de sus acciones o recurrir a disparar solo después de que se han agotado todas las otras opciones han reducido en un 25% la cantidad de personas que mueren en acciones policiales.

Otras medidas como prohibir prácticas de ahorcamiento o aplicar técnicas para desescalar tensiones han reducido esas muertes en 22% y 19%, respectivamente. Es decir, acciones y actitudes policiales diferentes y la rendición de cuentas ciertamente reducen la brutalidad policiaca y las muertes a manos de policías.

Otras cifras completan el panorama de opresión y desasosiego que afecta muchas comunidades estadounidenses. EEUU es el país con más personas en prisión en el mundo: 2.1 millones de acuerdo a World Prison Brief. Estados Unidos también es el país con proporcionalmente más personas en prisión: 655 por cada 100,000 personas.

Y, de acuerdo a The Sentencing Project, cuando se revisan esas cifras en detalle la situación es aún más cruda: la tasa de encarcelamiento de los afroamericanos es de 1,408 personas por cada 100,000, mientras que para las personas de raza blanca es 275 por cada 100,000.

Los 13 países con mayor población encarcelada. (Gráfico de Chartr/Fuente: World Prison Brief)
Los 13 países con mayor población encarcelada. (Gráfico de Chartr/Fuente: World Prison Brief)

Muchos consideran que esas cifras se explican en parte porque contra los afroamericanos se aplica un rigor desmesurado, con arrestos, acusaciones y sentencias en modo mucho más numeroso y severo que las que se aplican por faltas o delitos similares cometidos por personas de otra raza o etnia.

Así, la urgencia de una reforma policial y de justicia a fondo es evidente, y aunque se han dado algunos pasos al respecto aún queda un enorme trecho por recorrer.

En ese sentido, las protestas pacíficas que se han realizado en estos días son legítimas y su clamor debe ser escuchado y atendido. En contrapartida, la violencia, el vandalismo y el saqueo que algunos han realizado, aprovechando de modo espurio las manifestaciones válidas, han de ser contenidas para asegurar la seguridad y la vigencia de la ley.

La diferenciación es clara e imperativa, pues existe una tendencia a estigmatizar las manifestaciones pacíficas y sus reclamos legítimos, equiparándolos a las expresiones violentas y delictivas que han tenido lugar también en muchas ciudades estadounidenses.

Las movilizaciones pacíficas que se registran en EEUU son legítimas y tienen causas y demandas muy concretas que deben ser consideradas y atendidas. Los datos citados las ilustran parcialmente. Y también tienen soluciones posibles: el fin de racismo estructural, la reversión de la injusticia y de la marginalización que oprime a muchas comunidades y una actitud y rendición de cuentas distintas en las corporaciones policiacas.