Los lujos de José Ramón, el hijo de AMLO, y el diminuto bikini de Kim Kardashian

José Ramón López Beltrán, hijo de Andrés Manuel López Obrador, candidato ganador a las elecciones presidenciales por la coalición “Juntos Haremos Historia”, a la salida de su casa de campaña. FOTO: GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM
José Ramón López Beltrán, hijo de Andrés Manuel López Obrador, candidato ganador a las elecciones presidenciales por la coalición “Juntos Haremos Historia”, a la salida de su casa de campaña. FOTO: GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM

No hay mejor forma de matar una revelación que ocultándola debajo de cantidades infames de indignación, moralidad y espanto. Y eso es justo lo que pasó con la historia sobre José Ramón López Beltrán, hijo del presidente de México, y su esposa Carolyn Adams.

Lo que debía ser una estocada al gobierno de Andrés Manuel López Obrador solo alcanzó el grado de atizador de emociones, ideal para la red social más tóxica del mundo, y como generador de visitas a cualquier sitio de internet que busque generar tráfico fácil con la combinación de palabras correcta. Y la suma AMLO+hijo+lujo es sinónimo de garantía. Casi tan efectivo como usar Kim Kardashian + diminuto bikini. No importa qué tan ostentoso sea el lujo o qué tan microscópico el atuendo. En ambos casos el objetivo es llamar la atención.

Por eso sorprende (y a la vez no) que una investigación periodística cuyo eje central, se supone, era el conflicto de intereses haya sido rebajada a vil nota generadora de clicks. Lo que en otras administraciones públicas, tanto de México como en el mundo, una revelación similar habría hecho tambalear sus cimientos y popularidad, aquí pasó de noche porque los autores (Latinus y Mexicanos vs la Corrupción) prefirieron explotar el morbo y las contradicciones al discurso de austeridad del presidente por parte de su vástago en lugar de la presunta venta de favores a cambio de contratos millonarios en Pemex, si es que los hay.

Porque el escándalo sería ese, que el hijo del presidente de México habitara de forma sospechosa una casa propiedad de un alto directivo de una empresa que actualmente es proveedora de Pemex. Con eso bastaría para jalar del hilo y ver en qué condiciones se dio esa sociedad, que en términos prácticos difícilmente se comprobaría una ilegalidad, pero definitivamente olería muy mal, como con la Casa Blanca de Angélica Rivera que fue adquirida con un préstamo de quien acababa de ganar la licitación para construir el tren rápido México-Querétaro. Como todos sabemos nadie terminó en la cárcel, pero el negocio del tren se anuló y la casa ya nunca se habitó.

Pero no, Carlos Loret de Mola y compañía (a quien tampoco le ayuda ser acérrimo y declarado enemigo del presidente, además de protagonista de los montajes de Florence Cassez y la niña Frida Sofía) se fueron por recalcar el estilo de vida de José Ramón López Beltrán, poniendo énfasis en el tipo de propiedad que habitaba en Houston, Texas, el número de habitaciones, la cantidad de baños y estacionamientos, la alberca climatizada y los acabados en piedra y madera. Una casa con un valor de hasta 20 millones de pesos.

Y entonces la indignación surgió. Pero dirigida hacia la incongruencia, la burla, la ironía de la vida. Tómala por hablador. Porque por donde sea, nada es austero, como pregona el presidente para su vida y su gobierno. Y no, ahí no vive López Obrador, pero no importa, si es su hijo debería seguir sus mismos preceptos.

Y no bastó con la casa, sino que también sacaron a flote el valor del auto que conduce, que no es un Jetta (que allá no hay), sino un Mercedes-Benz que puede costar hasta un millón de pesos.

Eso solo sirvió para que los seguidores y usuales defensores de la 4T tuvieran de donde agarrarse para contraatacar, porque así se dedicaron a justificar el estilo de vida del hijo de AMLO, señalando que la esposa siempre ha sido adinerada y que 20 millones de pesos tampoco es de escándalo cuando en México mismo hay casas que se venden por más de 100 millones. Y tampoco mienten.

Con eso lograron que justo no se hablara de la relación entre empresas proveedoras de Pemex y la nuera de AMLO con las mismas. Y no se habla porque en realidad ni a unos ni a otros les importa. Lo principal era pegarle a la calidad moral de quien por mucho tiempo dijo solo traer 200 pesos en la cartera, come en fondas al lado de la carretera y viaja en clase turista, incluso si debe ir a Washington DC para entrevistarse con su homólogo de EEUU.

Porque si en verdad hubieran querido destacar el inmoral pero sobre todo ilegal conflicto de intereses, no hubieran hecho tanto énfasis en cómo vive José Ramón López Beltrán para llevar la discusión a qué cantidad de lujo ya se considera inaceptable, algo casi tan estéril como debatir a qué punto un bikini ya se vuelve diminuto, más si quien lo porta es Kim Kardashian.

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