Los funcionarios de Trump sienten en carne propia el rechazo a las políticas antiinmigrantes de la Casa Blanca
La política de “cero tolerancia” en inmigración del gobierno federal, que ha conducido a la separación de menores indocumentados de sus padres tras ser detenidos en la frontera, ha sido punzante y suscitado amplia indignación y controversia en la sociedad estadounidense.
Y un nuevo y tenso episodio al respecto ha tenido lugar en días recientes, luego de que altos funcionarios de la administración Trump, y otros republicanos con historial antiinmigrante, han sido confrontados en lugares públicos. Personas, ya sean manifestantes organizados o la propietaria de un restaurante, entre otros casos, les han espetado su rechazo o los han echado del lugar. Todo a causa del malestar provocado por la política de separación de familias indocumentadas.
Ejemplos recientes fueron las protestas contra Kirstjen Nielsen, secretaria de Seguridad Nacional, mientras ella comía en un restaurante mexicano en Washington DC, la negación de servicio que la dueña del restaurante Red Hen en Lexington, Virginia, le expresó a Sarah Huckabee Sanders, vocera presidencial o, en Florida, el acoso que activistas hicieron en un cine contra Pam Bondi, fiscal general de ese estado.
Aunque no necesariamente se trata de actos coordinados o con una motivación estrictamente común, esos incidentes se han dado en un contexto de rechazo social contra las políticas antiinmigrantes de Trump, pero también se ha convocado explícitamente a realizar ese tipo de acoso desde estamentos políticos opositores al presidente, como lo hizo la congresista demócrata Maxine Waters.
De acuerdo a Time, Waters dijo a sus simpatizantes que “si ven a cualquiera del gabinete [de Trump] en un restaurante, una tienda de departamentos, una estación de gasolina vayan y creen una multitud y confróntenlos, díganles que ellos ya no son bienvenidos en ningún lugar”.
El malestar social es claro en relación a la separación de familias indocumentadas: según una encuesta de Quinnipiac University, el 66% de los estadounidenses rechaza la política de quitarles a sus hijos a padres y madres que se encuentran en un centro de detención migratoria e incluso entre los republicanos la oposición a ello es del 35%.
Toda persona tiene derecho a expresar su opinión y su sentir ante las políticas del gobierno y hacerlo públicamente en presencia de funcionarios resulta legítimo si se hace de modo respetuoso y pacífico. Pero los incidentes de “acoso”, en donde se realiza una persecución explícita y directa contra una persona, tienen una arista problemática: dado la enorme polarización político-ideológica actual, esas expresiones confrontacionales enardecen los ánimos de unos y otros y pueden llevar a mayores tensiones que poco ayudan a mitigar la rudeza que sufren las familias indocumentadas.
Al respecto, como se comenta en The Washington Post, hay temor de que las protestas contra funcionarios del gobierno de Trump puedan tornarse violentas y, por añadidura, revertirse en contra de los manifestantes, pues esas acciones pueden volverse un acicate para que los simpatizantes del presidente se movilicen también.
Los activistas y políticos demócratas que impulsan esas protestas podrían, así, catalizar la actividad de la derecha radical e incentivar que vayan a las urnas en noviembre, aunque ciertamente la expresión pública de rechazo ante la “tolerancia cero” contra las familias indocumentadas también podría motivar una mayor participación electoral de demócratas e independientes.
Un efecto de todo ello en las urnas sería, con todo, un proceso natural. El problema es cuando la reacción no es democrática y legítima, como sí lo es al expresar una oposición o un apoyo a través de la protesta pacífica y el sufragio, sino cuando los incidentes se descarrillan y devienen confusión o agresión.
Por ejemplo, el dueño de un restaurante en DC llamado The Red Hen, pero que no está relacionado con el que negó el servicio a Sanders, dijo a Fox News que ha recibido amenazas y descalificaciones de gente que, posiblemente, cree que ambos restaurantes son de una misma cadena, sin serlo. Y otro local de nombre The Red Hen, este en Nueva Jersey y que tampoco tiene que ver con el restaurante del incidente, también ha recibido una catarata de reclamos en redes sociales.
Aunque no es claro quiénes fueron los que han amenazado o vituperado a esos restaurantes, es de suponer que se trata de enfadados trumpistas.
El propio Trump, en sus tuits, le ha echado gasolina al fuego del rechazo de la derecha radical al acoso contra funcionarios federales, al criticar la “suciedad” del establecimiento que rechazó atender a su portavoz y, también, al calificar a la congresista Waters de tener “bajo IQ”.
The Red Hen Restaurant should focus more on cleaning its filthy canopies, doors and windows (badly needs a paint job) rather than refusing to serve a fine person like Sarah Huckabee Sanders. I always had a rule, if a restaurant is dirty on the outside, it is dirty on the inside!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 25, 2018
Congresswoman Maxine Waters, an extraordinarily low IQ person, has become, together with Nancy Pelosi, the Face of the Democrat Party. She has just called for harm to supporters, of which there are many, of the Make America Great Again movement. Be careful what you wish for Max!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 25, 2018
La afirmación de Trump de que Waters llama a “hacer daño” a sus seguidores es equívoca, pues lo que se ha realizado hasta ahora son expresiones de rechazo no violentas, y la última línea de ese tuit es también inquietante: “Ten cuidado con lo que deseas, Max”. Hay quien lee esa frase como una suerte de aval para que simpatizantes del presidente reaccionen con una suerte de “ojo por ojo”.
Sea como sea, el llamado de Waters a acosar a funcionarios federales no ha sido muy bien recibido por muchos dentro del Partido Demócrata. La propia líder de la minoría de ese partido en la Cámara baja, Nancy Pelosi, se expresó en un tuit contra respuestas “inaceptables”, en lo que sería una crítica al llamado de Waters.
In the crucial months ahead, we must strive to make America beautiful again. Trump’s daily lack of civility has provoked responses that are predictable but unacceptable. As we go forward, we must conduct elections in a way that achieves unity from sea to shining sea. https://t.co/vlpqOBLK4R
— Nancy Pelosi (@NancyPelosi) June 25, 2018
El líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, también deploró lo dicho por Waters al afirmar que “nadie debe llamar al acoso de los opositores políticos. No está bien, eso no es americano”.
Y otras voces liberales de peso, como la de David Axelrod, analista político y exasesor de Barack Obama, han manifestado expresamente su rechazo al llamado de Waters. Axelrod dijo que acosar a funcionarios en restaurantes es una medida “vacía y ultimadamente contraproducente” y, en cambio, llamó a quienes estén en desacuerdo con las políticas de Trump a organizarse, hacer donaciones y voluntariado y a votar.
Couldn’t disagree more with @MaxineWaters. Disgusted with this admin’s policies? Organize, donate, volunteer, VOTE! Rousting Cabinet members from restaurants is an empty and, ultimately, counter-productive gesture that won’t change a thing.
— David Axelrod (@davidaxelrod) June 25, 2018
La protesta cívica es válida si es pacífica y útil si su actividad está en sintonía con la posibilidad de lograr un objetivo legítimo. Por ello, enardecer ánimos a izquierda o derecha resulta cuestionable, pues por un lado cataliza descalificaciones contra la actividad de resistencia justa y, por el otro, puede acalorar los ánimos a niveles indeseables.
El trabajo respetuoso y organizado, la convivencia democrática, el ejercicio en paz de los derechos y el voto son las mejores vías.