¿Cómo lograr que las clases universitarias sean imprescindibles?
“Mañana no voy a ir a clase. Total, el profesor cuelga sus diapositivas y la bibliografía en el aula virtual, así que para qué madrugar”. Esta es una frase que, con diferentes variantes, piensan y dicen muchos universitarios.
Aunque la clase magistral tradicional se apoye con presentaciones digitales, la metodología sigue apoyándose en una “concepción bancaria de la educación”. Este término procede de la idea de que el profesorado, fuente del saber, “deposita” sus conocimientos en la mente del alumnado, al que se le pide que los memorice y repita.
Si todo lo demás ha cambiado (desde el mercado laboral al que se enfrentarán los universitarios, hasta su acceso a la información a través de la tecnología, o la posibilidad de usar inteligencia artificial en sus trabajos), ¿tiene sentido mantener este modelo de clase magistral? ¿Es la mejor manera de enseñar y de que aprendan?
Las metodologías activas
Si tenemos en cuenta que recordamos solo un 5 % de lo que escuchamos, y sin embargo retenemos el 90 % de lo que explicamos a otros, las metodologías activas y participativas parecen una vía más eficaz.
Del aprendizaje centrado en el profesor pasamos al centrado en el alumno. El foco se sitúa no en cómo el docente “enseña mejor”, sino en cómo el cerebro del estudiante “aprende mejor”.
Algunas de las estrategias para centrar el proceso en el alumnado son detectar su nivel previo, conectar con sus intereses y emplear recursos y materiales variados que se adapten a sus distintos estilos de aprendizaje.
La idea es diseñar situaciones de aprendizaje que incluyan actividades prácticas, fomenten la autonomía e participación y proporcionen atención individualizada en tutorías y en clase. Además, se ha de contribuir a la mejora de operaciones cognitivas no solo básicas (recordar, entender y aplicar), sino también de orden superior (analizar, evaluar y crear nuevos conocimientos y aplicaciones).
¿Contenidos o competencias?
Los nuevos planes de estudio de la Universidad española y el Espacio Europeo de Educación Superior hablan de formar personas “competentes”. Y “competencia” es la capacidad de dar respuesta a problemas y situaciones mediante la movilización y aplicación de conocimientos teóricos, prácticos y éticos.
Entre las competencias, se incluyen también las llamadas habilidades blandas, tan necesarias hoy en día, como la capacidad de adaptación y trabajo en equipo, empatía, liderazgo y buena comunicación, entre otras.
Aprender enseñando: posibilidades
Con el aprendizaje basado en proyectos podemos ofrecer a los estudiantes la posibilidad de aprender enseñando y fijar conocimientos y habilidades de manera más duradera.
Para organizar de manera efectiva el aprendizaje basado en proyectos, se pueden asignar responsabilidades definidas a cada estudiante, además de llevar un registro de las reuniones y aportaciones de cada miembro. También es posible aplicar técnicas como el enfoque de caja blanca y el jigsaw.
En el enfoque de caja blanca, el profesorado es como un miembro más de cada equipo y asesora y supervisa la evolución del trabajo y la contribución de cada estudiante.
En el jigsaw, la tarea se divide en cuatro partes o piezas del puzle. Quienes comparten la misma pieza trabajan conjuntamente y después vuelven a sus grupos de referencia para realizar el proyecto.
Colaboración con otras universidades y con la comunidad
Además, los equipos de trabajo pueden incluir a alumnado de universidades extranjeras. Este tipo de proyectos colaborativos internacionales se denomina COIL. En el caso de los grados de educación también pueden realizarse mediante eTwinning.
Otra de las muchas posibilidades del aprendizaje basado en proyectos es el aprendizaje-servicio, que abre la universidad a la colaboración solidaria con la comunidad. Crear e implementar un programa contra el acoso en educación primaria, así como escribir y representar una obra de teatro en inglés para recaudar fondos para la tercera edad, son ejemplos de aprendizaje-servicio.
Inversión y tecnología
Este nuevo modelo de enseñanza más individualizada necesita más inversión que la clase magistral: solamente se puede realizar de manera eficaz si el número de estudiantes por aula es manejable y se dispone de docentes y espacios para desdobles de clases prácticas.
La dotación en tecnología realizada por las universidades apoya y posibilita estos procesos de mejora e innovación. Para ello, existen multitud de aplicaciones y software para alumnado y docentes. Por ejemplo, gracias a las aulas virtuales el alumnado dispone de los recursos textuales y audiovisuales necesarios para cada asignatura. También puede compartir tareas, realizar cuestionarios y comunicarse con el profesorado y entre iguales.
Aprendizaje mixto y clase invertida y gamificación
Los medios digitales permiten introducir elementos lúdicos y gamificación, así como combinar el aprendizaje presencial con el virtual, utilizando por ejemplo el método del aula invertida. En él, el profesorado pone a disposición en el aula virtual textos, vídeos u otros recursos, mientras que el alumnado los revisa previamente de manera autónoma y a su ritmo. De esta manera el tiempo de clase se emplea en dinámicas más interactivas y de aplicación práctica.
No podemos dejar de mencionar la inteligencia artificial, pues apenas comenzamos a percibir los efectos de su irrupción en el entorno universitario. Esta tecnología puede mejorar la productividad de docentes y estudiantes, pero sus ramificaciones éticas como la dependencia tecnológica, los sesgos algorítmicos y los deepfakes obligan a ser muy prudentes a la hora de usarla.
Por ello, tanto la UNESCO como el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación de Profesorado español recomiendan un uso ético y responsable, ya que todo apunta a que estas potentes herramientas han venido para quedarse.
En cualquier caso, tenemos a nuestro alcance los conocimientos y los recursos para hacer de las clases universitarias una experiencia dinámica, participativa y única, que suponga un estímulo a los estudiantes en lugar de algo prescindible.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
Lee mas:
Esther Nieto Moreno de Diezmas no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.