Lo que Trump no ha dicho sobre su acuerdo con Carrier Corp. para mantener empleos en Indianápolis

Donald Trump ha celebrado con clamor el acuerdo logrado entre el estado de Indiana, aún gobernado por su vicepresidente electo Mike Pence, y el fabricante de acondicionadores de aire Carrier para mantener en el país 1,000 empleos que iban a desaparecer cuando la empresa trasladara parte de sus operaciones a México.

Trump ha presentado ese trato como una muestra de su intención de defender a los trabajadores estadounidenses de los efectos nocivos de la globalización y de impulsar la producción manufacturera dentro de Estados Unidos. Al parecer, el trato consiste en que el gobierno de Indiana (y no el federal, pues Trump aún no ha asumido la presidencia) otorgará a Carrier incentivos fiscales por 7 millones de dólares para que mantenga en ese estado una de sus fábricas.

Donald Trump speaks at Carrier HVAC plant in Indianapolis. (Photo: Chris Bergin/Reuters)
Donald Trump, presidente electo de EEUU, da un discurso en la planta de Carrier en Indianapolis. (Reuters)

Ciertamente, esos 1,000 trabajadores y sus familias resultan beneficiadas por el acuerdo, pues se preservará su fuente de ingreso y su estabilidad socioeconómica, y en ese sentido el asunto resulta encomiable. Pero a escala mayor, y pese a ser mostrado como una suerte de modelo, el acuerdo entre Carrier y el gobierno promovido por Trump tiene implicaciones poco auspiciosas y enfrenta críticas severas tanto en la derecha como en la izquierda.

Una de las más vehementes y agudas la hizo el senador y exasperante presidencial demócrata Bernie Sanders, quien en un artículo publicado en The Washington Post dijo que el acuerdo con Carrier es un ejemplo de la rendición de Trump ante los intereses de las grandes corporaciones. Añadió que ese trato solo salva 1,000 de los 2,100 puestos de trabajo que desaparecerían por el traslado de operaciones a México y que en realidad se está permitiendo a esa empresa desplazar más de 1,000 empleos al extranjero dándole ventajas fiscales por añadidura.

Según Sanders, United Technologies, la empresa matriz de Carrier, tomó a Trump como rehén y ganó, mientras que lo que el presidente electo logró con ello es poner en riesgo los puestos de trabajo de muchos más trabajadores, pues toda empresa que quiera incentivos y beneficios fiscales puede ahora amenazar con enviar operaciones y empleos al extranjero. Así, según Sanders, una de las mayores figuras progresistas del país, serán los trabajadores estadounidenses en su conjunto quienes al final acabarán afectados.

En contrapartida, en la revista conservadora National Review Kevin Williamson deplora en un artículo el acuerdo con Carrier y afirma que lejos de ser parte de las necesarias rebajas de impuestos corporativos que la derecha ha pedido insistentemente, se trata en realidad de una suerte de soborno. Esos 7 millones en incentivos fiscales son, de acuerdo a ese artículo, lo mismo que si Carrier hubiese recibido un contenedor repleto de dinero. Y sentencia que Trump y Pence simplemente están subsidiando con dinero público a una empresa privada, lo que resulta inaceptable desde el punto de vista conservador.

President-elect Donald Trump and Vice President-elect Mike Pence talk to workers during a visit to a Carrier factory, Dec. 1, 2016, in Indianapolis. (Photo: Evan Vucci/AP)
Donald Trump, presidente electo, al visitar a trabajadores del fabricante de acondicionadores de aire Carrier, en Indiana. (AP)

Por su parte, la junta editorial del periódico The Wall Street Journal criticó también el acuerdo con Carrier tan alabado y promocionado por Trump y señaló que ese acuerdo, a la larga, conducirá a pérdida de empleos en esa empresa. Afirma que, más que los incentivos, lo que pesó para lograr el acuerdo fue la amenaza de que se aplicarían tarifas a los productos de Carrier importados desde sus fábricas en México (otros dicen que, también, fue clave el interés de United Technologies por proteger sus ingentes contratos con el Departamento de Defensa) y que el fabricante perderá la competitividad que habría ganado al mover su operación a México, reducirá su rentabilidad y al final podría perder capacidad de producción y empleo.

Además, el Journal señala que muchas empresas en Estados Unidos dudarán de establecer nuevas fábricas en el país ante la noción de que les será, en su caso, difícil moverlas a otros países en busca de mayor competitividad y bajos costos por los problemas políticos que eso les causaría.

Así, los 1,000 empleos salvados en Carrier son materia de celebración para esos trabajadores y sus familias, para Trump en su gira de la victoria y para los ejecutivos de Carrier y United Technologies. No lo es tanto para los otros empleados de esa empresa cuyos puestos no serán salvados y, como se ha visto, en realidad es un dato muy criticado desde la izquierda, la derecha, los expertos y los medios.

Se puede decir, con todo, que un empleo salvado, una familia que no queda en el drama del desempleo, es un beneficio de inmenso valor y ciertamente lo es. Pero ante la inmensa expectativa, el acuerdo de Carrier es solo un parpadeo. En realidad, como se comenta en la radio pública NPR, los empleos manufactureros nunca podrán volver al nivel del pasado, por más que Trump lo desee y trate de lograrlo, pues las condiciones estructurales, tecnológicas y económicas ya no son las de décadas atrás. Algo que ni incentivos específicos ni denuncia de tratados de libre comercio podrán revertir.

Generar bienestar y oportunidades para los trabajadores estadounidenses es desde luego un objetivo loable y necesario, pero el discurso al respecto queda, con frecuencia, reducido a meras palabras si no se acompaña con políticas de perspectiva, realismo y justicia.

Sigue a Jesús Del Toro en Twitter: @JesusDelToro