Lo que comes puede reprogramar tus genes, una experta explica la ciencia emergente de la nutrigenómica

Los alimentos no solo aportan calorías y nutrientes, también pueden influir en los códigos genéticos que determinan quién eres. Maskot vía Getty Images
Los alimentos no solo aportan calorías y nutrientes, también pueden influir en los códigos genéticos que determinan quién eres. Maskot vía Getty Images

Monica Dus, Associate Professor of Molecular, Cellular, and Developmental Biology, University of Michigan

La gente suele asociar la comida a las calorías, la energía y el sustento. Sin embargo, las evidencias científicas más recientes sugieren que la comida también “habla” con nuestro genoma, el programa genético que dirige el funcionamiento del cuerpo hasta el nivel celular.

Esa comunicación entre los alimentos y los genes puede determinar tu salud, fisiología y longevidad. La idea de que los alimentos envían mensajes importantes al genoma de un animal es el objeto de estudio de un campo conocido como nutrigenómica. Esta disciplina aún está dando sus primeros pasos, de manera que muchas preguntas siguen envueltas en el misterio. Sin embargo, los investigadores ya hemos descubierto muchas cosas sobre cómo los componentes de los alimentos afectan el genoma.

Soy bióloga molecular e investigo las interacciones entre los alimentos, los genes y el cerebro para comprender mejor cómo los mensajes alimentarios afectan nuestra biología. Algún día, los esfuerzos de los científicos por descifrar esa transmisión de información podrían traducirse en vidas más saludables y felices para todos. Pero hasta ese momento, la nutrigenómica ha descubierto al menos un hecho importante: nuestra relación con la comida es mucho más íntima de lo que podríamos imaginar.

La interacción entre los alimentos y los genes

Si la idea de que los alimentos pueden desencadenar procesos biológicos interactuando con el genoma resulta sorprendente, podemos comprenderla mejor tomando el ejemplo comprobado de una colmena. Las abejas obreras trabajan sin parar, son estériles y solo viven unas pocas semanas. En cambio, la abeja reina, sentada en lo profundo de la colmena, vive varios años y es tan fecunda que da a luz a toda una colonia.

No obstante, las abejas obreras y reinas son organismos idénticos genéticamente. Se convierten en dos formas de vida diferentes debido a los alimentos que comen. La abeja reina se da un festín con jalea real mientras las abejas obreras se alimentan de néctar y polen. Ambos alimentos proporcionan energía, pero la jalea real tiene una característica adicional: sus nutrientes pueden desbloquear las instrucciones genéticas que crean la anatomía y fisiología de una abeja reina.

Entonces, ¿cómo se traducen los alimentos en instrucciones biológicas? Recuerda que los alimentos están compuestos por macronutrientes. Estos incluyen carbohidratos – o azúcares – proteínas y grasas. Los alimentos también contienen micronutrientes como vitaminas y minerales. Esos compuestos y sus productos de degradación pueden activar los interruptores genéticos que se encuentran en el genoma.

La nutrigenómica se enfoca en descifrar cómo los diferentes tipos de alimentos transmiten mensajes distintos y relevantes a nuestras células. Peter Dazeley/The Image Bank vía Getty Images

Al igual que los interruptores para regular la intensidad de la luz en tu casa, los interruptores genéticos determinan la cantidad en la que se genera cierto producto genético. La jalea real, por ejemplo, contiene compuestos que activan los reguladores genéticos para formar los órganos de la abeja reina y mantener su capacidad reproductiva. En humanos y ratones, se sabe que los subproductos del aminoácido metionina, los cuales abundan en la carne y el pescado, influyen en los diales genéticos más importantes para el crecimiento y la división celular. La vitamina C también es esencial para mantenernos saludables ya que protege nuestro genoma del daño oxidativo y promueve la función de las vías celulares capaces de reparar el genoma en caso de daño.

Según el tipo de información nutricional, los reguladores genéticos activados y la célula que los recibe, los mensajes en los alimentos pueden influir en nuestro bienestar, el riesgo de desarrollar una enfermedad e incluso en nuestra esperanza de vida. Sin embargo, es importante tener en cuenta que hasta el momento la mayoría de estos estudios se han realizado en animales, como las abejas.

No obstante, es interesante notar que la capacidad de los nutrientes para alterar el flujo de información genética puede abarcar varias generaciones. Los estudios demuestran que tanto en humanos como en animales la dieta de los abuelos influye en la actividad de los interruptores genéticos y el riesgo de enfermedad y mortalidad de los nietos.

Causa y efecto

Pensar en los alimentos como un tipo de información biológica es interesante porque le confiere un nuevo significado a la cadena alimentaria. De hecho, si la comida influye en nuestros cuerpos hasta un nivel molecular, entonces lo que “comieron” los alimentos que consumimos también podría afectar nuestro genoma. Por ejemplo, la leche que producen las vacas alimentadas con pasto difiere de la que proviene del ganado alimentado con granos ya que presentan distintas cantidades y tipos de ácidos grasos y vitaminas C y A. Por tanto, cuando las personas beben esos tipos de leche diferentes, sus células también reciben mensajes nutricionales distintos.

Asimismo, la dieta de la madre influye en los niveles de ácidos grasos y vitaminas como la B-6, B-12 y ácido fólico que se encuentran en su leche materna. Eso podría alterar los mensajes nutricionales que llegan a los interruptores genéticos del bebé, aunque por el momento no se sabe si tiene un efecto en el desarrollo del niño.

La información alimentaria proveniente de animales, como la leche de vaca, se transfiere a la persona que consume la leche. Fuente de la imagen/DigitalVision vía Getty Images

Y, tal vez sin que lo sepamos, nosotros también formamos parte de esa cadena alimentaria. Los alimentos que comemos no solo influyen en los interruptores genéticos en nuestras células, sino también en los de los microorganismos que viven en nuestros intestinos, piel y mucosas. Un ejemplo sorprendente: en ratones, la descomposición de los ácidos grasos de cadena corta por las bacterias intestinales altera los niveles de serotonina, un mensajero químico cerebral que regula el estado de ánimo, la ansiedad y la depresión, entre otros procesos.

Aditivos alimentarios y envases

Los ingredientes añadidos en los alimentos también pueden alterar el flujo de información genética dentro de las células. Los panes y cereales están enriquecidos con folato para prevenir los defectos de nacimiento causados por la deficiencia de este nutriente. Sin embargo, algunos científicos han planteado la hipótesis de que niveles elevados de folato, en ausencia de otros micronutrientes naturales como la vitamina B-12, podrían contribuir a la mayor incidencia de cáncer de colon en los países occidentales, probablemente porque afectan las vías genéticas que controlan el crecimiento.

Esa misma lógica podría aplicarse a los productos químicos que se encuentran en los envases de los alimentos. El bisfenol A, o BPA, un compuesto que se encuentra en el plástico, activa en los mamíferos los diales genéticos críticos para el desarrollo, el crecimiento y la fertilidad. Por ejemplo, algunos investigadores sospechan que, tanto en humanos como en animales, el BPA influye en la edad de la diferenciación sexual y disminuye la fertilidad al aumentar las probabilidades de que los interruptores genéticos se activen.

Todos estos ejemplos apuntan a la posibilidad de que la información genética en los alimentos no solo provenga de su composición molecular (aminoácidos, vitaminas y similares), sino también de las políticas agrícolas, ambientales y económicas que aplican o dejan de aplicar los países.

Los científicos apenas han comenzado a decodificar los mensajes genéticos de los alimentos y su papel en el proceso de salud y enfermedad. Los investigadores todavía no sabemos con precisión cómo actúan los nutrientes sobre los interruptores genéticos, qué reglas de comunicación siguen y cómo las dietas de las generaciones pasadas influyen en la progenie. Hasta ahora muchos de estos estudios se han realizado con animales, por lo que queda mucho camino por delante para comprender el significado de las interacciones entre los alimentos y los genes en los humanos.

Sin embargo, es evidente que desentrañar los misterios de la nutrigenómica dará más poder a la sociedad y a las generaciones presentes y futuras.

Este artículo fue publicado originalmente en Yahoo por The Conversation.

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