Lo más preocupante del traspié de Trump con sus declaraciones sobre el aborto

Voces a izquierda, centro y derecha claman que, finalmente, Donald Trump habría ido demasiado lejos. Sus propios simpatizantes han sufrido para defenderlo, y lo han hecho de modo vacío e ineficaz. El propio magnate tuvo que emitir un comunicado retractándose de sus crudas declaraciones.

El tema, siempre punzante, fue el del aborto.

Trump afirmó, ante la cadena MSNBC, que las mujeres que se someten a un aborto deberían enfrentar “alguna clase de castigo”, con lo que criminalizó y estigmatizó a quienes se encuentran en esa grave circunstancia y se colocó en rudo contrasentido a las posiciones que, con sus hondas diferencias, tanto el movimiento pro vida como el del derecho a elegir han mantenido históricamente.

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Al afirmar que las mujeres que abortan deben ser sancionadas, y luego retractarse, Trump ha sufrido un fuetre pero no decisivo traspié. (WSJLive)

Y se puso también a contrapelo de la posición que el Partido Republicano y el movimiento conservador ha asumido en el caso del aborto: que debe defenderse a ultranza la vida del feto, que la madre que se hace un aborto es también una víctima y que la sanción le debe ser aplicada sólo al médico y al personal que realiza el procedimiento.

Y ha de señalarse que en ciertos casos el aborto es legal y no sancionable.

La noción de castigar a las mujeres que abortan fue, de inmediato, exhibida por propios y extraños como una muestra de que Trump no solo está fuera de contacto con la realidad y con las ideas de su propio partido, sino que es un sexista impenitente, un “enemigo” de la mujer y un ejemplo de peligroso autoritarismo represivo.

Además, como se ha expresado en muchos medios, Trump se exhibió como lo han pintado sus rivales republicanos con intensidad en tiempos recientes: que no es conservador, que no conoce o desdeña sus valores e ideales, que es un oportunista y que sus dichos sobre el aborto lesionan a su partido y al movimiento pro vida al promover, desde su posición de puntero en la campaña electoral, un elemento de castigo que les es mayoritariamente ajeno e indeseable.

Y aunque luego su campaña quiso dar marcha atrás y tratar de salir del barranco –en un comunicado dijo que si el aborto fuese prohibido quien sería legalmente responsable sería el médico, no la mujer– el golpe autoinflingido y luego potenciado con enorme resonancia por sus críticos ha resultado severo. El magnate trastabilló como prácticamente no se había visto durante sus muchos exabruptos y excesos discursivos en su campaña.

We can’t let someone with this much contempt for women’s rights anywhere near the White House.https://t.co/OjU9gRwsxo

Los demócratas y defensores del derecho de la mujer a decidir arremetieron fuertemente contra Trump. Hillary Clinton dijo que “no podemos dejar que alguien que muestra tanto desprecio por los derechos de las mujeres esté ni siquiera cerca de la Casa Blanca”, Bernie Sanders lo calificó de “vergonzoso” y muchas otras críticas le han llovido desde las posiciones liberales y de izquierda.

Pero eso era previsible y no sería lo que más inquietaría al Partido Republicano o al propio Trump.

Lo que sí les preocuparía es la desestabilización que este escándalo ha causado dentro de las propias filas conservadoras y en los votantes independientes, y la erosión que podría provocar en la imagen del movimiento pro vida al impregnarla de un afán punitivo contra las mujeres.

Para los conservadores estadounidenses, el movimiento pro vida es una de sus aristas definitivas, defendida con pasión (y a veces con ceguera) pero con firmeza y perseverancia indudables. Pero al pretender sancionar a las mujeres que abortan, y luego tratar de corregir sus declaraciones, Trump no habría sino reforzado la percepción de que es un extraño a la plataforma antiaborto del Partido Republicano. De que no tendría idea de lo que realmente significa, que cambia de opinión reiteradamente, que esa incongruencia es nociva para la derecha estadounidense.

“Mr. Trump’s comment is completely out of touch with the #prolife movement.“ - @jeannemfl https://t.co/tpWmD1Yxpd pic.twitter.com/TbjWXGvEWd

Eso, desde el punto de vista de su campaña, podría costarle votos en momentos en que su imagen ya está un tanto mellada tras su encontronazo con Ted Cruz y su esposa Heidi y la agresión de su jefe de campaña a una reportera. Las mujeres votantes republicanas estarían, como sugieren encuestas en Wisconsin, donde la próxima semana hay una elección primaria clave, dándole cada vez más la espalda a Trump.

Pero aunque sus rivales Cruz y Kasich y el establishment republicano traten de capitalizar políticamente sus traspiés, la posición de Trump ante el aborto les habría molestado porque, en el ruido de esta elección, contamina a mayor escala: sugiere que el partido ha perdido brújula en este tema crucial para su propio electorado y el independiente, lo que podría impactar a sus candidatos al Senado y a la Cámara.

Y aunque muchos republicanos ansían o aceptarían no ver al corrosivo magnate en la Casa Blanca, perder el control del Congreso a causa del frenesí de Trump es algo que les parece inaceptable, pero ominosamente factible.

Con todo, pese a la conmoción y a que estridencias de esta clase son inusitadas en la historia electoral reciente, no es claro que a la larga este nuevo escándalo vaya a afectar sustancialmente los números de Trump en lo que realmente cuenta: votos ciudadanos y delegados a la Convención Republicana, dado lo avanzado que va ya el proceso primario. Sus fans más duros y leales parecen no inmutarse ante nada.

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Trump es aún el puntero republicano y aunque sus escándalos de sexismo y ataques a la mujer podrían costarle, no lo pondrán fuera de la contienda. (AP)

Su suerte en Wisconsin parece no serle favorable, y si esa tendencia se proyectase hacia las primarias en el futuro lo que posiblemente sucedería es que Trump no lograría la mayoría de los delegados, pero seguiría teniendo la mayor cantidad, con lo que la batalla final sería en todo caso en la Convención. El escenario, en espera de los próximos resultados en las urnas, no habría cambiado demasiado todavía tras la estridencia de Trump sobre el aborto, al menos en el proceso primario.

En la elección general sería otra cosa.

Y a estas alturas, Trump parece que no daría marcha atrás y seguiría en la contienda incluso si no resulta nominado. Y lo mismo puede decirse de la élite republicana, que estaría dispuesta a presentar un tercer candidato si no pueden frenar la nominación de Trump en aras, al menos, no ya de ganar la Casa Blanca sino de no ser superados en el Capitolio.

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