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'Llamamos a la calma': La respuesta controlada de México frente al coronavirus

Asistentes con mascarillas en el festival de música Vive Latino en Ciudad de México, el 14 de marzo de 2020. (Luis Antonio Rojas/The New York Times)
Asistentes con mascarillas en el festival de música Vive Latino en Ciudad de México, el 14 de marzo de 2020. (Luis Antonio Rojas/The New York Times)

CIUDAD DE MÉXICO — Este fin de semana, antes de ir al partido de futbol, Gabriela Gómez tomó en cuenta el problema del coronavirus y la transmisibilidad en multitudes.

Sin embargo, Gómez no iba a permitir que el miedo a una pandemia mundial le impidiera ser testigo de un momento especial: por primera vez desde la fundación de la liga profesional femenil de México, dos de sus equipos iban a jugar en el histórico Estadio Olímpico Universitario de Ciudad de México.

“¿Preocupada? Sí, estoy preocupada”, comentó Gómez el sábado, mientras se sentaba junto a su sobrina en las gradas de concreto para ver jugar a los Pumas en contra del Cruz Azul, un rival citadino. “Pero hay que divertirse”.

Aunque la semana pasada las ligas deportivas de todo el mundo suspendieron sus temporadas, la máxima categoría de México, la Liga MX, y su similar de mujeres, la Liga MX Femenil, han seguido su curso, esto las ha convertido en una extraña excepción entre muchas de las principales ligas deportivas del mundo y todas las ligas más importantes de futbol.

La Liga MX declaró que estaba siguiendo el ejemplo del gobierno federal de México, el cual hasta el momento ha adoptado una estrategia relativamente limitada en torno al virus en comparación con otras naciones de la región.

En Estados Unidos, el presidente Donald Trump ha declarado una emergencia nacional; las autoridades locales y estatales han cerrado escuelas y negocios, han cancelado muchas reuniones concurridas y casi todos los eventos deportivos. Y en Centroamérica, algunos gobiernos han impuesto medidas cada vez más restrictivas a los viajes y las cuarentenas, y han prohibido las grandes aglomeraciones de gente.

Sin embargo, en México, donde se han reportado al menos 53 casos confirmados, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha tomado una estrategia mucho más mesurada. Sus críticos la han considerado displicente.

López Obrador y su administración se han opuesto a las demandas de restringir los viajes y suspender las reuniones masivas, entre otras medidas, bajo el argumento de que el gobierno no quiere actuar de manera precipitada ni prematura.

El jueves, el subsecretario de prevención y promoción de la salud, Hugo López-Gatell Ramírez, mencionó que no hay ninguna evidencia científica que pruebe que la restricción a los viajes “pueda tener un papel relevante” para la protección de la salud pública.

López-Gatell también señaló que México se estaba preparando para una temporada turística clave que coincide con las vacaciones de Semana Santa y de primavera, cuando miles de visitantes de Norteamérica suelen ir a los complejos turísticos de México.

“No se pretende ni se piensa hacer restringir los viajes internacionales hacia México”, comentó López-Gatell.

López Obrador —quien había tenido que lidiar con una economía estancada, un aumento dramático de la violencia y un índice de aprobación en picada incluso antes del brote— parece haber establecido la pauta para la respuesta de la nación. El presidente ha insistido en que su gobierno se está haciendo cargo del problema y ha sugerido que las políticas están poniendo a raya cualquier crítica hacia la estrategia de su administración.

López Obrador incluso ignoró la recomendación de López-Gatell de que los mexicanos se abstengan de manera temporal de saludarse con los tradicionales besos y abrazos.

“Miren, lo del coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar”, mencionó este mes López Obrador en su conferencia de prensa diaria. “Hay que abrazarse. No pasa nada”.

El sábado, el presidente publicó un video en Twitter en el que se le ve caminando entre una multitud en el estado de Guerrero, donde dio apretones de mano, abrazos y besos a sus admiradores, entre ellos niños.

Sin embargo, para el viernes en la noche, la cifra de casos confirmados se había disparado. El gobierno federal se vio obligado a tomar acciones más contundentes, y los funcionarios de salud instaron a la suspensión de “servicios no esenciales”, incluidos seminarios, clases, foros y otros eventos a pequeña escala que tienen poco impacto económico.

El sábado se anunciaron más medidas. El juego entre Pumas y Cruz Azul —uno de varios partidos de futbol profesional que se llevaron a cabo la noche del viernes y el sábado en estadios abarrotados en todo México— también fue uno de los últimos.

El sábado por la tarde, mientras los equipos femeniles jugaban ante un público de más de 22.000 aficionados, las autoridades anunciaron que el resto de los partidos de liga a celebrarse el fin de semana se iban a jugar con estadios vacíos. Entre ellos había un partido muy esperado entre rivales de Ciudad de México, el Club América y el Cruz Azul, el cual se iba a disputar en el cavernoso Estadio Azteca. El domingo, la liga anunció que iba a suspender la temporada después del partido entre el América y el Cruz Azul del domingo por la noche.

Las vacaciones escolares de Semana Santa se extendieron de dos semanas a un mes a partir del 20 de marzo, y los funcionarios de salud a nivel federal recomendaron que todas las “actividades no esenciales” se suspendieran desde el 23 de marzo y se pospusieran los eventos a gran escala con más de 5000 personas.

Sin embargo, los funcionarios y los organizadores le dieron luz verde al Vive Latino, un gran festival de música que dura dos días en Ciudad de México, el cual atrajo a decenas de miles de personas el sábado, el primer día de presentaciones. Mientras los fanáticos se apretujaban durante horas frente a enormes escenarios, las publicaciones en redes sociales donde aparecían las multitudes contenían comentarios mordaces dirigidos a los organizadores y a los asistentes.

Varios aficionados que asistieron al partido femenil Pumas-Cruz Azul señalaron que confiaban en que el gobierno impondría las medidas necesarias para garantizar su bienestar.

“Confío en lo que digan las autoridades, que todavía no es un momento crítico”, mencionó Anabel Bautista, de 33 años, analista de seguros que asistió al partido con dos amigos. “Les tengo confianza”.

No obstante, algunos críticos han acusado al gobierno de haber actuado demasiado lento, con lo cual habría puesto en grave peligro a la población.

Raymundo Riva Palacio, un columnista influyente que escribe para El Financiero, un periódico mexicano, acusó al gobierno de López Obrador de “tomar decisiones tardías y erráticas, que ponen en alto riesgo al país”.

Sin embargo, en entrevistas, algunos epidemiólogos elogiaron la estrategia más lenta que tomó el gobierno para enfrentar la crisis.

“Se debe actuar con la información que tienes y tomar decisiones racionales”, opinó Alejandro Macías, un especialista en enfermedades infecciosas que ayudó a dirigir la respuesta de México frente al brote de influenza en 2009.

“Imponer cuarentenas en este momento no salvaría vidas”, agregó. “Pero lo más probable es que tengamos que comenzar a hacerlo pronto”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company