Mi libro sobre el “privilegio cubano” fue tergiversado. Aclararé las cosas | Opinión

El Instituto de Investigación Cubana de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) tuvo la amabilidad de invitarme a hablar sobre mi libro “Cuban Privilege: The Making of Immigrant Inequality in America”, publicado recientemente por la Universidad de Cambridge. La presentación tendría lugar fuera del campus, en una librería.

Lamentablemente, lo que ocurrió fue desagradable, tóxico, irrespetuoso y basado en la desinformación.

El libro, basado en seis años de investigación académica y redacción, detalla las políticas de inmigración cubana y haitiana que los sucesivos presidentes, tanto republicanos como demócratas, aplicaron a partir de Eisenhower. El libro también describe la legislación sobre inmigración que el Congreso ha promulgado desde 1959. Destaca los beneficios únicos concedidos a los cubanos, pero rara vez a los haitianos, a lo largo de los años.

He dado varias charlas sobre el libro por todo el país. Mi experiencia en Miami fue única. Poco antes de llegar a la ciudad para dar mi presentación, un recién elegido comisionado del Condado Miami-Dade me acusó de escribir una retórica llena de odio, incendiaria y anticubana y de repetir los temas de conversación del régimen castrista.

Todas estas acusaciones son infundadas, y el comisionado reconoció posteriormente que no había leído el libro, no sin antes desatar la indignación entre muchos cubanoamericanos y convocar una protesta por mi charla.

La librería no pudo acomodar la demanda para asistir a la charla. Dadas las circunstancias, el Instituto de Investigaciones Cubanas exploró la posibilidad de que la FIU la acogiera. En medio de la politización, la administración de la FIU buscó la manera de honrar la libertad de expresión y la libertad académica. Dispuso un amplio dispositivo de seguridad.

Sin embargo, también insistió en la presencia de un comentarista cubanoamericano que aprovechó la oportunidad para dedicar cerca del 90% de su tiempo a no abordar el tema de mi libro.

En su lugar, habló de los abusos de los derechos humanos en Cuba, abusos que estaba justificado criticar, pero que eran inapropiados para una charla sobre un libro centrado explícitamente en la política de inmigración cubana y haitiana de Estados Unidos.

Luego, decepcionantemente, no se me dio la oportunidad de rebatir los puntos que él hizo que eran inexactos, inapropiados y diseñados para desacreditarme a mí y a mi libro. Normalmente, un autor tiene la oportunidad de responder a los críticos. Afortunadamente, la parte de preguntas y respuestas suscitó un amplio abanico de respuestas.

En el contexto de la charla, y de la cobertura de la misma, se me acusó de afirmar que los cubanos no son exiliados ni refugiados. Se trata de una tergiversación. De hecho, me refiero a ellos como exiliados. Además, les llamo refugiados cuando el término se ajusta a los criterios federales.

Detallando las políticas de las sucesivas administraciones presidenciales, desde Eisenhower hasta Biden, hablo de las veces que Washington reconoció a los cubanos como exiliados.

También detallo las veces en que los cubanos fueron admitidos en Estados Unidos de acuerdo con los criterios oficiales para la admisión de refugiados y las veces en que Washington trató a los cubanos como refugiados al reconocer que no cumplían con la definición oficial, consagrada en la Ley de Refugiados de 1980, en la que Washington basa la admisión de refugiados.

Agradezco mucho el artículo de opinión del Miami Herald del 13 de diciembre “Los exiliados cubanos se beneficiaron del privilegio de las oportunidades en este país”, que Eduardo Padrón escribió en nombre de Facts About Cuban Exiles, tras mi charla. Habló de “oportunidades cubanas”.

En efecto, eso resume lo que describo capítulo tras capítulo de mi libro: oportunidades únicas concedidas a los cubanos, pero no a los haitianos, que también huyeron de condiciones horribles y que llegaron al mismo tiempo que los cubanos.

A su vez, en el libro describo cómo los cubanos hicieron buen uso de sus oportunidades y devolvieron a Estados Unidos lo que estos les dieron económica, cultural y políticamente (detallado también en mi libro “The Immigrant Divide: How Cuban Americans Changed the US and Their Homeland”).

Comprendo el sufrimiento de muchos cubanos, en gran parte porque mi familia sufrió persecución y encarcelamiento, tuvo que huir de su patria para salvar su vida, se vio obligada a convertirse en apátrida y tuvo familiares que fueron asesinados. Afortunadamente, los cubanoamericanos de Miami no han dejado que su dolor les impida contribuir a hacer de Estados Unidos el gran país que es.

Aunque algunos políticos tergiversaron mi libro, confío en que la mayoría de los cubanoamericanos reconozcan las oportunidades especiales que recibieron. Mi libro no debería usarse para manipular el trauma que algunos experimentaron con el fin de ganar puntos políticos.

Susan Eckstein es profesora de Pardee School of Global Studies de la Universidad de Boston.

Eckstein.
Eckstein.