Las razones de la estabilidad de Uruguay pese al empate electoral

Suporters of National Party presidential candidate Luis Lacalle Pou wait for the results after the second-round presidential election, in Montevideo, Uruguay November 24, 2019. REUTERS/Mariana Greif
Los simpatizantes del candidato del Partido Nacional Luis Lacalle esperaban por los resultados de la segunda vuelta de los comicios presidenciales en Montevideo, Uruguay, el 24 de noviembre del 2019. Pero el conteo fue tan ajustado que deberán esperar hasta el viernes para conocer quién es el ganador. (REUTERS/Mariana Greif)

América Latina contiene el aire tras el empate técnico en la segunda vuelta de las elecciones generales de Uruguay, que obligará un reconteo de votos antes de la proclamación presidencial, en medio de una región convulsionada por las manifestaciones populares.

El país sudamericano de 3,4 millones de habitantes nunca había visto unos resultados electorales tan ajustados. El suspenso y el nuevo presidente uruguayo se conocerá el viernes cuando la Corte Electoral concluya el reconteo de los votos de los 2,4 millones de electores que participaron entre los 2,7 millones de ciudadanos habilitados.

Luego de escrutar el 100 por ciento de los votos, el candidato del centroderechista Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, aventajó al candidato oficialista de centroizquierda Frente Amplio, Daniel Martínez, por 28.666. Se trata de una diferencia minúscula si se toma en cuenta los 53.619 votos anulados, 36.996 votos en blanco y sobre todo los 35.229 votos observados, que faltan por sumarse.

Según legislación electoral uruguaya, el voto es obligatorio. Si una persona no puede acudir al centro de votación que le fue asignado por causas de fuerza mayor, puede votar en otro circuito acogiéndose a la figura del voto observado, que son contados después de que terminan los escrutinios de los votos regulares. Son ese reducido número de votantes que ejercieron su derecho fuera de su circuito los que definirán el resultado electoral.

El continente entero se encuentra en un proceso de reacomodo político. Y los resultados de las elecciones del 24 de noviembre demuestran que Uruguay no es la excepción. Luego de 14 años con gobiernos izquierdistas del Frente Amplio, un importante grupo de electores coincidió con las propuestas de mano dura para frenar la inseguridad pública que presentó la coalición conservadora formada por el Partido Nacional, el tradicional Partido Colorado y el derechista Cabildo Abierto.

Pero unas airadas declaraciones del ex general Guido Manini Ríos en defensa del militarismo para "extirpar el marxismo" de Uruguay habría espantado a los votantes moderados que ya habían decidido darle el voto a Lacalle. Eso explicaría los apretados resultados cuando las proyecciones apuntaban a un triunfo de la "coalición multicolor" conservadora de al menos 7 puntos sobre el Frente Amplio.

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En el cruce a la derecha, por favor

Los gobiernos izquierdistas de Uruguay impulsaron el crecimiento económico y ampliaron los derechos civiles como el aborto, el matrimonio homosexual, la venta legal de marihuana. Pero la población comenzó a mostrar preocupación por los índices de inseguridad, el desempleo, la desaceleración de la expansión y el déficit fiscal.

Si la ventaja de Lacalle se confirma y es proclamado presidente se enfrentará al difícil desafío de lograr consensos con su variopinta alianza y con los sindicatos de obreros y maestros que lucharán para no perder los derechos adquiridos durante los gobiernos socialistas.

El peligro de las "brisas" bolivarianas presagiadas por Nicolás Maduro lleguen a alborotar el avispero uruguayo es una preocupación latente, luego de los estallidos sociales ocurridos la semana pasada en Colombia contra el presidente Iván Duque, la crisis política de Bolivia luego del presunto fraude electoral de Evo Morales, y las semanas de masivas protestas en Chile que han debilitado el gobierno de Sebastián Piñera.

Pero son pocos los que temen que los resultados electorales empujen a Uruguay a las arenas movedizas que se han tragado la calma regional.

Vientos de estabilidad

Según el Informe Anual sobre Democracia V-DEM que publicó en 2019 la Universidad de Gotemburgo, Uruguay se encuentra entre las democracias liberales más sólidas del mundo, que se expresa en la fortaleza de sus instituciones, el respeto al árbitro electoral, un bajo índice de corrupción política y poca inequidad social.

Las estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas también han colocado a Uruguay como un país con un alto índice de desarrollo humano, que no lo inmunizan de los sacudones sociales como lo sabemos por la experiencia de Chile.

Pero Uruguay parece reunir elementos vitales para la estabilidad: confianza en las instituciones, equitativa distribución de la riqueza y poca malversación.

El Banco Mundial elogió a Uruguay en sus Perspectivas Económicas del 2019 por sortear la recesión en la que cayeron las gigantescas economías de Brasil y Argentina, aunque no pude evitar la desaceleración.

"Uruguay se destaca en América Latina por ser una sociedad igualitaria, por su alto ingreso per cápita, sus bajos niveles de desigualdad y pobreza y por la ausencia casi total de indigencia", señaló el Banco Mundial. El documento aseguró que la nación sudamericana posee la clase media proporcionalmente más grande de la región, al abarcar el 60 por ciento de la población, que también disfruta de un alto índice de Oportunidad Humana y el Índice de Libertad Económica.

Efecto latinoamericano

Un gobierno conservador de Lacalle probablemente modificará la política exterior de Uruguay, como la posición tomada por el actual canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa, sobre lo que consideró un "golpe de estado" contra el presidente de Bolivia, Evo Morales. También es factible que el nuevo gobierno uruguayo, a pesar de que ha intentado mostrar neutralidad política en las negociaciones del Mecanismo de Montevideo para lograr estabilidad en Venezuela.

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador podría perder un importante aliado para defender a Maduro, Morales y Daniel Noriega.

Pero quizás el mayor desafío de Lacalle será conciliar programas comunes dentro del Mercosur y limar los posibles antagonismos entre el recién electo gobierno argentino de Alberto Fernández y las posturas derechistas del presidente brasileño Jair Bolsonaro.

Una señal positiva que demuestra madurez política fue la moderación de las principales fuerzas al pedir paciencia a sus seguidores y esperar por la decisión de la Corte Electoral.