Las lujosas propiedades de Trump que los hackers pueden penetrar sin mucho esfuerzo

El Partido Demócrata fue asolado por los hackers, y piratas informáticos han creado caos recientemente al infiltrar y retener a cambio de un rescate los contenidos de miles de computadoras.

Es parte del actual mundo atravesado por tecnologías digitales y en ello ni Donald Trump estaría a salvo.

Y no es que los rusos hayan intervenido los emails de su campaña (aunque dada la presente situación eso ya no suena inverosímil) sino que, incluso después de asumir la presidencia, se ha detectado que los hackers podrían penetrar sin demasiado problema en los sistemas y las redes de su complejo de lujo de Mar-a-Lago, Florida, donde Trump suele pasar los fines de semana, y también los de sus clubes de golf en New Jersey y Virginia y hasta del Trump International Hotel en Washington DC.

El presidente de EEUU, Donald Trump, y el de China, Xi Jinping, frente al complejo de Mar-a-Lago, propiedad de Trump en Florida. (AFP)
El presidente de EEUU, Donald Trump, y el de China, Xi Jinping, frente al complejo de Mar-a-Lago, propiedad de Trump en Florida. (AFP)

Una investigación de ProPublica y Gizmodo pudo identificar esos riesgos de infiltración digital en propiedades de Trump y, por añadidura, al parecer no fue necesario contar con un ultrapoderoso equipo: un hacker de mediano nivel podría lograrlo, a juicio de esos sitios.

En esa investigación se narra, por ejemplo, que los reporteros estacionaron una lancha de motor en una laguna a unos 250 metros del patio trasero de Mar-a-Lago y con una antena especial lograron detectar el tráfico inalámbrico de tres redes Wi-Fi. Si hubiesen querido, afirman, podrían haberlas penetrado, pero no lo hicieron. Un hacker interesado, al parecer, podría haberlo hecho sin mucho esfuerzo.

Lo mismo hicieron en el campo de golf de Trump en New Jersey, donde identificaron dos redes inalámbricas vulnerables, e incluso en el hotel Trump en Washington DC detectaron redes Wi-Fi débiles e incluso abiertas por donde podrían haber penetrado a los sistemas del lugar si se lo hubieran propuesto.

Ciertamente, decir o sentirse invulnerable ante amenazas cibernéticas suena ingenuo o ignorante, pues las amenazas están allí y, dependiendo de cada caso, los riesgos y daños potenciales son mayores o menores. La propia corporación de Trump lo sabe en carne propia pues, de acuerdo a ProPublica y Gizmodo, el año pasado debió pagar una multa judicial de 50.000 dólares luego de que no informó apropiadamente que le fueron sustraídos los datos de 70.000 tarjetas de crédito y 302 números del seguro social.

El presidente Donald Trum pasa bastante tiempo jugando al golf en algunos de sus campos en el país. (International Business Times)
El presidente Donald Trum pasa bastante tiempo jugando al golf en algunos de sus campos en el país. (International Business Times)

Y, bueno, el propio Trump ha clamado que fue víctima de espionaje o vigilancia en la Torre Trump de Nueva York de parte del entonces presidente Barack Obama, lo que no ha sido probado desde luego pero, en contrasentido, sugiere que el propio Trump considera verosímil o posible, si se cuenta con el poder humano y tecnológico necesario, vulnerar los sistemas de ese notorio edificio.

Según la investigación citada, la Casa Blanca no ha comentado sobre la vulnerabilidad de los sistemas informáticos de varias propiedades de Trump, aunque la compañía del magnate sí indicó que “sigue las mejores prácticas de ciberseguridad”.

El reporte indica que en 2016 Mar-a-Lago tuvo un presupuesto de casi 443.000 dólares para seguridad, pero no se especificó cuánto de esa suma se dedica a cuestiones digitales.

En comparación, se señala, en 2016 se invirtieron 64 millones de dólares en las redes de la Casa Blanca y Camp David, ambos inmuebles de la presidencia, y en específico más de 2 millones en ciberseguridad para prevenir o mitigar incursiones.

Donald Trump cenó con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, en el restaurante de su complejo Mar-a-Lago. (Reuters)
Donald Trump cenó con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, en el restaurante de su complejo Mar-a-Lago. (Reuters)

El complejo de Mar-a-Lago y los campos de golf de Trump son instancias ciertamente distintas a la Casa Banca y Camp David, pero dado que el presidente pasa una importante cantidad de tiempo en ellos y conduce allí labores de alto nivel gubernamental, puede suponerse que, a la vez, son sitios que ameritarían contar con mayor nivel de ciberseguridad dado que serían, por su naturaleza, blancos potenciales de hackers. Si eso lo debe pagar la corporación de Trump o los contribuyentes es otra cosa, pero todo el asunto deja claro que allí habría mucho por corregir.

Los ciberexperimentos en el entorno de Mar-a-Lago, así, abren fuertes suspicacias, una situación que se vuelve de crítica importancia dado que en ese complejo, además de albergar con frecuencia al presidente, ha sido incluso sede de recepciones para jefes de Estado extranjeros.

Y si se considera que en 2015 incluso los sistemas de la Casa Blanca fueron parcialmente vulnerados, al parecer por rusos como en su momento informó CNN, las posibilidades se abren a la imaginación.

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